La llamada que había recibido de National Car Rental la había dejado algo preocupada y algo deprimida. La depresión venía porque la llamada únicamente había reafirmado que el señor Layton había desaparecido y ahora se sentía mal por haberse enfadado tanto por el hecho de que no hubiera regresado a la hora prevista. La preocupación… no sabía a qué venía. Quizá era consecuencia de toda aquella situación; ningún huésped había huido de la pensión y tenía la sensación de que al señor Layton no le había pasado nada bueno.
Casi porque se sentía en el deber de hacerlo, volvió a llamar a la oficina del sheriff para informar de la llamada que había recibido. La pusieron en contacto con el mismo agente, Seth Marbury. Por lo que Cate sabía, debía de ser el único agente del condado.
– Sé que igual soy una pesada -se disculpó ella, y le explicó lo de la llamada-. No sólo no regresó a la pensión, sino que tampoco ha devuelto el coche de alquiler. La agencia me llamó para hablar con él porque no había devuelto el coche. ¿Ha descubierto algo?
– Nada. Nadie nos ha avisado de ningún accidente y no hay ninguna víctima sin identificar. Y ni su familia ni sus amigos han denunciado su desaparición. Dijo que dejó su ropa en la habitación, ¿verdad? ¿Qué más?
– Sólo es una muda. Y también ropa interior, calcetines, una maquinilla de afeitar desechable y varios artículos de aseo. Y una bolsa de plástico del Wal-Mart. No sé qué hay dentro.
– Parece que no se dejó nada importante.
– Eso parece.
– Señora Nightingale, sé que está preocupada, pero no se ha cometido ningún crimen ni existen pruebas de que el señor Layton haya sufrido ningún accidente. A veces, la gente desaparece sin ningún motivo en concreto. Tiene su número de tarjeta de crédito, así que no se irá sin pagar, ¿correcto?
– Correcto.
– Se ha marchado por sus propios medios. No se molestó en firmar y se dejó varias cosas sin importancia en la pensión. Seguiremos investigando si se ha producido algún accidente en las carreteras principales pero, probablemente, se haya marchado sin más.
Cate no veía a Marbury, pero sabía que se había encogido de hombros.
– Pero y lo del coche de alquiler, ¿qué?
– Eso es algo entre él y la empresa. Nadie ha denunciado el robo del coche, así que tampoco podemos hacer nada a ese respecto.
Cate le dio las gracias y colgó. El policía no iba a hacer nada; como Marbury había apuntado, no se había cometido ningún crimen. El señor Layton tenía familia, así que bien se había puesto en contacto con ellos o bien no esperaban saber de él, con lo cual no estaba oficialmente desaparecido. Sólo se había esfumado.
Quizá Cate estaba exagerando. Quizá el señor Layton estaba bien y, simplemente, no se había molestado en volver a recoger las cuatro cosas que se había dejado.
Cate repasó la secuencia de los hechos. Ayer por la mañana, Layton bajó de la habitación pero, en cuanto vio que el comedor estaba lleno, volvió a la habitación. En algún momento entre entonces y cuando ella subió para ver cómo estaban los gemelos, ese hombre había saltado por la ventana y se había marchado con el coche.
En aquel momento, Cate pensó que seguramente no había querido desayunar con tantos extraños pero, teniendo en cuenta su forma de marcharse y que no había vuelto, ahora Cate se preguntaba si quizá había visto a alguien en el comedor que no quería que supiera de su presencia. Ayer por la mañana fue un día especialmente atareado, pero el único extraño que recordaba era el cliente de Joshua Creed, no recordaba cómo se llamaba. ¿El señor Layton lo conocía? Aunque, si sólo quería evitar encontrarse con él, algo que Cate entendía perfectamente, ¿por qué no se había quedado en su habitación hasta que Creed y su cliente se hubieran ido?
Al menos, aquel razonamiento la hacía sentirse mejor porque, viéndolo así, era más probable que el señor Layton hubiera hecho lo que Marbury decía: se había marchado sin tomarse la molestia de llevarse sus cosas. Si quería evitar a toda costa que el cliente de Joshua lo viera, seguro que dejarse cuatro piezas de ropa y el neceser no le había importado demasiado.
Pero, ¿por qué no había devuelto el coche, si no era en Boise en cualquier otra oficina de la National? Cate no solía apoyar las conspiraciones, pero Trail Stop no era el lugar más turístico del estado; si alguien a quien el señor Layton quería evitar lo había seguido hasta allí, era lógico que ese alguien hubiera descubierto que había alquilado un coche y hacia dónde se dirigía. Seguro que había numerosas leyes que prohibían facilitar ese tipo de información, pero la gente compraba y vendía información a diario y la mayor parte de esas transacciones eran ilegales. Entonces, seguro que el señor Layton sabía que el coche sería un lastre para él; si quería seguir evitando a quien fuera que lo había seguido seguro que querría deshacerse de él. Considerando su actitud hasta ahora, quizá lo había aparcado en algún sitio y se había marchado a pie, y ya se haría cargo de cualquier multa que la empresa le cargara a su tarjeta…
Cate recordó algo que le había dicho el policía. Ella ya le había cargado la noche a la tarjeta del señor Layton, así que no se había marchado sin pagar. Las agencias de alquileres de coches hacían lo mismo; de hecho, dudaba que alguien pudiera alquilar un coche sin dejar un número de tarjeta de crédito. Entonces, ¿por qué lo estaba intentando localizar la National? ¿Era una acción habitual? No conocía la política de la empresa, pero lo lógico era pensar que le cobrarían el alquiler del coche cada día mientras no lo devolviera o, al menos, durante un par de días.
Inmediatamente, comprobó su identificador de llamadas y frunció el ceño cuando, en la pantalla, leyó: «Nombre no identificado, número privado». Aquello era muy raro. ¿Desde cuándo una empresa bloqueaba su número? Y no sólo eso sino que, además, la persona que la había llamado no se había identificado. Cate creyó conveniente compartir lo que el agente Marbury le había dicho.
Llamó a información, pidió el número de teléfono de la National y luego esperó a que la conectaran de forma automática.
– National Car Rental, le atiende Melanie. ¿En qué puedo ayudarle?
– Alguien de su empresa me ha llamado hace un rato preguntándome acerca de uno de mis clientes -dijo Cate-. El señor Jeffrey Layton. El señor Layton no ha devuelto el coche que tenía alquilado y esa persona estaba intentando localizarlo. Lo siento, pero el hombre que me ha llamado no me ha dejado su nombre.
– Alguien de aquí la ha llamado preguntando por… ¿Cómo ha dicho que se llamaba?
– Layton. Jeffrey Layton -Cate se lo deletreó aunque el nombre parecía bastante común.
– ¿Y dice que la ha llamado un hombre?
– Sí.
– Lo siento señora, pero hoy aquí sólo trabajamos mujeres. ¿Está segura de que la llamaba desde esta oficina?
– No -admitió Cate mientras se decía que debería de haberlo preguntado-. En el identificador de llamadas me sale Número privado, pero he dado por supuesto que la llamada sería de la oficina en el aeropuerto de Boise.
– ¿Le sale Número privado? Qué raro. Deje que busque la ficha del señor Layton. -Cate oyó cómo la chica tecleaba en el ordenador, luego una pequeña pausa, más teclas y, por último, oyó cómo la chica cogía el teléfono-. Ha dicho J-e-f-f-r-e-y L-a-y-t-o-n, ¿verdad? ¿Sabe si hay alguna inicial después del nombre?
– No, no lleva iniciales -Cate estaba segura, porque había verificado su identidad antes de aceptar la tarjeta de crédito. Le preguntó por la inicial y el señor Layton, sonriendo, le explicó que no tenía segundo nombre.
– ¿Qué día se supone que tenía que haber alquilado el coche? Por ese nombre no me viene nada.