– Cade -dijo Lew.
– Pero es cierto -apuntó él-. Vamos, tío…
Will no esperó a escuchar el resto. Salió de la habitación y cruzó la puerta antes de que Cadan pudiera pronunciar una palabra más.
– Dios mío, Cade -dijo Lew como comentario evidente acerca de la diplomacia de Cadan. Luego subió a darse una ducha.
No se había duchado después de surfear, así que al principio Cadan supuso que su padre estaba haciendo lo que hacía normalmente: quitarse la arena y el agua salada. Pero luego se marchó y aún no había vuelto, de ahí que Cadan hubiera decidido intentar entretener a Ione y sus hijas mientras esperaban a Lew.
– Ha salido a buscar a Madlyn -dijo Cadan a la novia de su padre. Le había contado lo de Santo y no había añadido nada más. Ione ya estaba al corriente de la situación Madlyn-Santo. No podía estar liada con Lew Angarrack y no saber nada del tema. El sentido bien desarrollado del drama que tenía Madlyn lo habría hecho absolutamente imposible.
Ione entró en la cocina, donde dejó las pizzas en la encimera, puso la mesa y preparó una ensalada mixta. Luego regresó al salón. Cuarenta minutos después, llamó a Lew al móvil. Si su padre lo llevaba encima, no lo tenía encendido.
– Qué estúpido es -dijo Ione-. ¿Y si Madlyn vuelve a casa mientras está buscándola? ¿Cómo se lo vamos a decir?
– Seguramente no lo habrá pensado -contestó Cadan-. Ha salido corriendo.
No era exactamente verdad, pero parecía más… bueno, más probable que un padre preocupado saliera corriendo en lugar de marcharse como lo había hecho Lew: con bastante tranquilidad, como si hubiera tomado una decisión sombría sobre algo o como si supiera una cosa que nadie más sabía.
Ahora, cuando acabó de examinar su revista de moda, Leigh Soutar comenzó a hablar como solía hacerlo, con esa cadencia extraña característica de las niñas que están demasiado expuestas a películas de adolescentes.
– Mamá, ¿tengo hambre? -dijo-. ¿Me muero de hambre? Mira qué hora es, ¿vale? ¿No vamos a cenar?
– ¿Quieres un Bacon Streakie? -le preguntó Cadan.
– Qué asco -dijo Leigh-. ¿Comida basura?
– ¿Y la pizza qué es? -le preguntó Cadan educadamente.
– La pizza es muy nutritiva, ¿vale? -le dijo Leigh-. Contiene como mínimo dos grupos de alimentos; de todos modos, sólo voy a comerme un trozo, ¿vale?
– De acuerdo -dijo Cadan. Ya había visto a Leigh zampando antes de esta noche y cuando se trataba de pizza la niña olvidaba sistemáticamente sus intenciones de convertirse en la Kate Moss de su generación. Diría que no a un trozo de pizza cuando las ranas criaran pelo y empezaran a afeitarse.
– Yo también tengo hambre -dijo Jennie-. ¿Podemos comer, mami?
Ione lanzó una última mirada desesperada a la calle.
– Supongo que sí -dijo.
Fue a la cocina. Jennie saltó del sofá y la siguió, rascándose el trasero mientras caminaba. Leigh practicó un contoneo de pasarela detrás de su hermana y lanzó una mirada torva a Cadan al pasar por delante de él.
– Ese pájaro es estúpido, ¿vale? -dijo-. ¿Ni siquiera habla? ¿Qué clase de loro no habla siquiera?
– El que reserva su vocabulario para una conversación interesante -dijo Cadan.
Leigh le sacó la lengua y salió de la habitación.
Después de cenar una pizza horrible que había estado demasiado tiempo en la encimera y una ensalada aliñada por una cocinera preocupada que le había echado demasiado vinagre, Cadan se ofreció a fregar los platos y esperó que aquel gesto sirviera para que Ione cogiera a sus retoños y se marchara. No tuvo tanta suerte. Se quedó noventa minutos más, exponiendo a Cadan a los comentarios hirientes sobre la calidad de su fregado y secado de platos. Llamó a Lew al móvil cuatro veces más antes de decirse a sí misma y a las niñas que se iban a casa.
Aquello dejó a Cadan en la situación que menos prefería: solo con sus pensamientos. Así que sintió alivio cuando recibió una llamada que por fin revelaba el paradero de Madlyn, si bien el alivio fue menor al comprobar que quien telefoneaba no era su padre. Y se preocupó muchísimo cuando gracias a una pregunta fortuita descubrió que su padre ni siquiera había salido a buscar a Madlyn. Esta preocupación desconcertó a Cadan -un estado sobre el que no le gustaba especular-, así que cuando Lew por fin se presentó poco después de medianoche, Cadan estaba bastante mosqueado con él por provocarle sensaciones que prefería no sentir. Estaba viendo la tele cuando la puerta de la cocina se abrió y cerró. Después, Lew apareció en la puerta del salón, entre las sombras del pasillo.
– Está con Jago -dijo Cadan lacónicamente.
Lew pestañeó y preguntó:
– ¿Qué?
– Madlyn -respondió Cadan-. Está con Jago. Ha llamado él. Dice que se ha quedado dormida.
Ninguna reacción de su padre. Cadan sintió un escalofrío inexplicable al ver aquello que le subió y bajó por los brazos como los dedos de un bebé muerto. Cogió el mando a distancia de la tele y pulsó el botón para apagarla.
– Has salido a buscarla, ¿verdad? -Cadan no esperó respuesta-. Ione ha estado aquí. Ella y las niñas. Vaya con esa Leigh, qué estúpida es, te lo digo yo. -Silencio-: Estabas buscándola, ¿no?
Lew se dio la vuelta y volvió a la cocina. Cadan oyó que abría la nevera y que vertía algo en un cazo. Su padre estaría calentando leche para tomarse el Cola-Cao de todas las noches. Cadan decidió que él también quería uno -aunque la verdad era que deseaba descifrar a su padre al mismo tiempo que deseaba no hacerlo-, así que, arrastrando los pies, fue a la cocina para unirse a él.
– Le he preguntado a Jago qué hacía allí. Ya sabes a qué me refiero. Le he dicho: «¿Qué coño está haciendo ahí, tío?», porque primero, ¿por qué querría pasar la noche con Jago…? ¿Qué tiene, setenta años? Me da grima, ya sabes qué quiero decir, aunque es buena gente, supongo, pero no es que sea un pariente ni nada… Y luego… -No recordaba qué iba a decir en segundo lugar. Balbuceaba porque el silencio obstinado de su padre le desconcertaba más de lo que ya lo estaba-. Jago me ha contado que estaba arriba en el Salthouse con el señor Penrule cuando entró un tipo con esa mujer que tiene la casa en Polcare Cove. Ella ha dicho que había un cuerpo abajo y Jago ha oído que decía que creía que era Santo. Así que Jago ha ido a buscar a Madlyn a la panadería para darle la noticia. Al principio no ha llamado aquí porque… no lo sé. Supongo que Madlyn se habrá puesto como una loca cuando se lo ha contado y ha tenido que tranquilizarla.
– ¿Eso ha dicho?
Cadan sintió tal alivio cuando su padre por fin habló que preguntó:
– ¿Quién ha dicho el qué?
– ¿Jago ha dicho que Madlyn se había puesto como una loca?
Cadan pensó en aquello, no tanto en si Jago Reeth había dicho realmente eso sobre su hermana sino en por qué su padre preguntaba precisamente eso de todas las cosas posibles. Parecía una elección tan improbable que Cadan observó:
– Estabas buscándola, ¿verdad? Bueno, eso es lo que le he dicho a Ione. Ya te he comentado que ha estado aquí con las niñas. Pizza.
– Ione -dijo Lew-. Había olvidado la pizza. Supongo que se ha ido histérica.
– Ha intentado llamarte. ¿Qué le pasa a tu móvil?
– No lo llevaba encima.
La leche humeó en el fogón. Lew cogió su taza de Newquay y echó unas cucharadas de Cola-Cao. Utilizó una cantidad generosa, luego le pasó el bote a Cadan, que ya había cogido su taza del estante de encima del fregadero.
– Ahora la llamo -dijo Lew.
– Es más de medianoche -añadió Cadan sin necesidad.
– Mejor tarde que mañana, créeme.
Lew salió de la cocina y fue a su cuarto. Cadan sintió una necesidad urgente de saber qué estaba pasando. En parte era curiosidad y en parte buscaba una forma razonable de tranquilizarse sin cuestionarse por qué necesitaba tranquilizarse. Así que subió las escaleras detrás de su padre.