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Conejo. Así era como sus interrogadores habían llamado al Extraño Misterioso. También era como el Extraño se había llamado al final.

—Bien, nuestra participación en ese asunto fue más tenebrosa. Conejo nos manipuló, a cada uno según su debilidad.

Carlos asintió.

—Sí.

—Conejo prometió a cada uno hacer realidad su deseo secreto, con intención de largarse en cuanto cometiésemos la traición necesaria. —Aunque, para ser sinceros, Robert estaba bastante seguro de que el bicho había muerto. Quizá las cosas habrían sido diferentes de haber sobrevivido. La ardiente esperanza de la promesa del Extraño era lo que había alimentado la traición de Robert. La esperanza sólo era ya cenizas frías. Gracias a Dios.

Carlos se inclinó hacia delante. Tras los gruesos cristales tenía una mirada de escepticismo.

—Vale —dijo Robert—, quizá Conejo no nos prometiese algo a todos. Creo que para Tommie lo de conspirar a gran escala era su propia recompensa.

—Probablemente fuese así. —Pero el bibliotecario no parecía convencido.

—Mira, nos quedaría claro si alguna promesa se cumpliese. Sería espectacular. Apuesto a que Winston quería… ¿dónde se mete Winnie? —Se puso a buscar la respuesta, pero Carlos ya la tenía.

—El mes pasado la universidad contrató al decano Blount, en la División de Artes y Letras.

Los ojos de Robert recorrieron los resultados de la búsqueda. —Pero ¡como ayudante de nivel más bajo!

—Sí, es estrambótico. La actual decana de Artes y Letras es Jessica Laskowicz. Otra recauchutada médica. Pero a principios de siglo era secretaria de la división. Hoy en día, las posibilidades de promoción de los ayudantes no tienen techo, pero Winston empieza desde terriblemente abajo y, según se rumorea, él y Laskowicz nunca se llevaron bien.

Oh, Dios.

—Supongo que Winston finalmente hizo las paces con sus sueños. —Como yo. En cualquier caso, significaba que el Extraño Misterioso se había ido de veras y que con él habían muerto sus extravagantes promesas. Miró a Carlos Rivera e intuyó que le esperaba una gran sorpresa. A Robert le quedaba muy poco de su antiguo talento para las personas; lo evidente tenía que morderle en el tobillo—. ¿Qué… qué hay de ti?

—¿Nota algo diferente en mí, profesor?

Robert le prestó atención para luego volver a mirar el lujoso despacho. A Carlos le había ido bien, pero Roben nunca había pensado que el éxito material fuese lo que había pedido al Extraño.

—Pareces más feliz, más confiado, más expresivo. —Bingo—. No has dicho ni una palabra en mandarín. ¡Ni un solo fallo ESR! La respuesta de Carlos fue una sonrisa de pura alegría. —¿Has olvidado el mandarín?

—No. Qí shí w hái ky shu zhngwén, búguò búxing yqián nme liúlìle. ¡Y hace casi seis semanas que no sufro un ataque! El ESR no me controla. Ahora puedo disfrutar del idioma, lo que me ha sido de gran ayuda a la hora de trabajar con la gente de Informática China. Vamos a fusionar su captura de la Biblioteca Británica con lo que salió de Huertas.

Robert guardó silencio un buen rato. Luego dijo:

—Tu cura podría ser una coincidencia.

—Me… me lo he preguntado. Se trata de un avance médico surgido de grupos de Turquía e Indonesia. No tiene nada que ver con la administración de veteranos ni con los programas institucionales de investigación. Pero así son la gran mayoría de los avances médicos modernos y no he recibido ningún mensaje jactancioso de Conejo. Todo es abierto, aunque la noticia no se haya difundido mucho. Verá, este tratamiento para el síndrome ESR no es efectivo en la mayoría de las víctimas. Se pusieron en contacto conmigo a través de Yellow Ribbons porque caigo justo en medio de los genotipos más probables. —Se encogió de hombros—. Supongo que podría ser una coincidencia.

—Sí. —El campo de minas celestial.

—Pero es una coincidencia enorme —añadió Rivera—. Recibí lo que había pedido unas pocas semanas después de haber cumplido con mi parte. Y algunos de los avances con los scoochis han sido extraños. En semanas he logrado acuerdos que deberían haber llevado un año. Alguien me está ayudando. Creo que se equivoca con respecto a Conejo. Quizá simplemente mantiene un perfil bajo. Quizá no pueda ejecutar todos los milagros simultáneamente… ¿Profesor? ¿Está bien?

Robert se había levantado y presionaba la frente contra el frío cristal de la ventana. No lo necesito. ¡Soy feliz con mi nuevo yo! Abrió los ojos y miró a través de las lágrimas. Abajo se veía el camino familiar, la serpiente del conocimiento serpenteando colina arriba hacia la biblioteca. Quizás el Extraño Misterioso fuese realmente Dios o hubiese crecido hasta serlo. Un dios travieso.

—¿Profesor?

—Estoy bien, Carlos. Quizá tengas razón.

Charlaron unos minutos más. Robert no estaba del todo seguro de qué dijeron, aunque recordaba que Carlos parecía un poco preocupado por él, quizá tomando la completa confusión de Robert por una emergencia médica.

Bajó en el ascensor y llegó a la plazoleta soleada. Y flotando inmanentes a su alrededor tenía los mundos de arte y ciencia que la humanidad estaba construyendo tan atareadamente. ¿Y sí pudiese tenerlo todo?