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Bueno, así era Harruel. Probablemente ahora estaría copulando con todas las mujeres que se habían marchado, no sólo con su compañera Minbain, sino también con Thaloin, Weiawala, Galihine y Nettin. Ahora era el rey. Podía hacer lo que quisiera. También estaría copulando conmigo, pensó Taniane, si yo me hubiese ido con él. Pero había cosas peores que aparearse con un rey.

Se preguntó por qué razón lo había rechazado Kreun. Probablemente sólo pensara en Sachkor, por eso. Violar a alguien no estaba bien, pero por lo general no era necesario llegar a tales extremos. Bastaba con pedirlo de forma cortés. Taniane habría copulado con Harruel en el asentamiento, si se lo hubiese pedido. Pero el guerrero nunca se había mostrado interesado. Siempre estaba ensimismado, rumiando, con el ceño fruncido. Pensó que tal vez Harruel la consideraba demasiado joven, aunque no era mucho menor que Kreun. Le molestaba que hubiese sido ella quien le agradara. Kreun es muy hermosa, admitió Taniane, pero dicen que yo también lo soy.

La idea de aparearse con Harruel la excitaba. ¡Sentir toda esa fuerza, toda esa oscura energía entre las piernas! ¡Oírle gemir de placer! ¡Sentir en sus brazos la intensa presión de sus grandes manos!

Sí, pero Harruel estaba lejos, en tierras salvajes, y ella seguía en Vengiboneeza, esperando crecer, aguardando a que llegara su hora, que tal vez tardaría demasiado. Koshmar estaba llena de vigor. Ya no había límite de edad. Taniane había soñado con ser la cabecilla algún día, pero ahora veía que la realización de su sueño se postergaba cada vez más en el futuro distante.

— Y si estuvieras con Harruel ¿acaso serías cabecilla? — preguntó Haniman, mirándola con escepticismo. Haniman era su mejor amigo por esos días, y su compañero de apareamiento. Él quería entrelazarse con ella, pero Taniane jamás había accedido —. Harruel es el cabecilla por su condición de rey. Y además, ya tiene compañera. No habría lugar para ti.

— Minbain está vieja. La vida en tierras inhóspitas es muy dura. Tal vez muera dentro de un año o dos.

— ¿Y Harruel te elegiría a ti? Tal vez sí. Pero podría tomar a Weiawala y quitársela a Salaman, o a Thaloin. Harruel es el rey. Hace lo que le viene en gana.

— Creo que me elegiría a mí.

Haniman sonrió.

— Y serías la compañera del rey. ¿Piensas que esto te daría algún poder? ¿Le ha dado alguno a Minbain?

— Yo no soy como Minbain.

— De eso no hay duda. Crees que compartirías el poder con Harruel, ¿verdad?

— Podría hacerlo — respondió Taniane.

— Como diría Hresh, también podrías aprender a volar sacudiendo los brazos, después de mucho intentarlo… Lástima que no parece muy probable.

— No. Volar no. Pero podría haberme abierto camino hasta Harruel. — Taniane sonrió con astucia —. Y Harruel no vivirá para siempre. La vida salvaje es peligrosa. ¿Recuerdas los zorros-rata? ¿Las avesangres? Si algo le sucediera a Harruel, ¿crees que Konya se erigiría en rey? ¿O tal vez los que se han alejado de la ciudad preferirían la vieja costumbre y escogerían a una mujer como cabecilla?

Haniman se echó a reír, como roncando.

— ¡Qué imaginación tienes, Taniane! De la nada, te inventas un papel como compañera de Harruel en lugar de Minbain, para poder dominarlo, y luego te consideras su sucesora cuando él muera. Pero mientras tanto, tú estás aquí y él allá lejos, cada día más distante.

— Lo sé — suspiró, apartando la mirada.

Haniman posó la mano sobre la rodilla de Taniane, y la deslizó sobre el muslo, hasta el punto donde sus piernas se unían.

Taniane no ofreció resistencia.

Sus pensamientos se oscurecieron. Ella estaba aquí, y Harruel allá, y, como Haniman había señalado, estaba imaginando demasiadas cosas de la nada Ella había elegido; ahora debía ser consecuente con sus decisiones.

¡Si Hresh no fuera tan tonto!

Seguía dolida por su estupidez de aquel día en que había ido corriendo hacia ella como un idiota para suplicarle que se entrelazara con él. ¡Por supuesto que quería entrelazarse con Hresh! Pero se había visto obligada a negarse. Si hubiera accedido tan fácilmente, no habría tenido esperanzas de poder ganárselo como quería. Él se habría entrelazado con ella, sí, pero luego se habría alejado, atrapado en el frenesí que se siente en los días posteriores al primer entrelazamiento, y tal vez se hubiese entrelazado con Sinistine, Bonlai o Thaloin, o con Haniman. Al cabo de un tiempo la fiebre le habría pasado y él habría elegido a alguien como compañero estable de entrelazamiento. A cualquiera. No necesariamente a ella. Lo que Taniane había querido al rechazarlo era que él se fuera y obtuviera cierta experiencia en el entrelazamiento con alguna otra persona, y, que luego regresara de un modo más propicio, deseándola más aún. Y ella le habría aceptado sin reservas. Pero él no había hecho nada de eso. Se había mantenido apartado, como si su simple presencia le produjera una herida. ¡Qué tonto! ¡El hombre más sabio de la tribu, y el más tonto!

La mano de Haniman se deslizó más todavía. La otra comenzó a acariciarle el hombro y a dirigirse hacia sus senos.

— ¿Quieres aparearte conmigo?

Ella asintió, todavía pensando en Hresh. Ella habría sido la compañera de entrelazamiento de la mente más sagaz de la tribu, y de ese modo hubiera podido acceder a la sabiduría. Ella habría formado pareja con él, si la costumbre permitiera elegir compañera al anciano. Las costumbres habían variado lo suficiente como para que la mujer de las ofrendas formara pareja con Lakkamai, ¿no? Aunque ello había causado a Torlyri una profunda herida cuando Harruel dividió a la tribu en dos. Si yo fuera la compañera de Hresh, pensó Taniane, entonces tendría casi tanto poder como Koshmar. Y si Koshmar muriera…

— ¿Y luego nos entralazaremos? — preguntó Haniman.

— No — respondió Taniane —. No quiero entrelazarme contigo.

— ¿No quieres ahora, o no querrás nunca?

— No quiero ahora. Y no sé si alguna vez querré.

— Ah — suspiró —. Qué pena. Pero sí vas a aparearte conmigo…

— Desde luego.

— ¿Y si te pidiera que fueses mi pareja?

Taniane le miró a los ojos.

— Déjame pensarlo — replicó —. De momento sólo copulemos, ¿de acuerdo?

Para Torlyri fue una época de gran oscuridad y angustia. Sentía que la luz se había alejado de su alma, que ella misma se había convertido en un cúmulo de cenizas negras.

¡Tanto dolor por un hombre!

¡Con qué rapidez y hasta qué extremo había pasado a depender de Lakkantai! ¡Qué vulnerable se había sentido cuando él la dejó! Apenas se reconocía: era una extraña mujer destrozada que no podía despertar por las mañanas sin tender la mano hacia el lugar vacío que Lakkamai había dejado a su lado, y sin recordar su voz resonante y calmada, diciendo a Harruel que él también se uniría al grupo para alejarse.

Durante más de treinta años, Torlyri había vivido satisfecha sin necesitar apenas a los hombres. Su amor por Koshmar y sus responsabilidades como mujer de las ofrendas le habían bastado. Pero entonces había llegado la Nueva Primavera, y luego la Partida, y todo había cambiado. De pronto todos estaban apareándose y formando pareja, de pronto nacían niños en un número sin precedentes. En ese gran florecimiento de la tribu, Torlyri se había sentido madurar, abrirse, florecer, cambiar. Ella también quería aparearse, incluso formar pareja. Por eso se había entregado a Lakkamai. Y ahora él se había ido con Harruel, y Torlyri se sentía desolada, por mucho que se repitiera que las cosas no serían peor que antes, antes de que se hubiera enredado con Lakkamai.