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– No molestes -le dijo el tipo del traje claro, y le dio una patada en la parte trasera de la rodilla.

Andy comenzó a caer. Kim, embarazada y torpe, se tambaleó cuando su marido se caía. Andy la empujó, recuperó el equilibrio y se volvió hacia el hombre que lo había pateado.

– Hollis, protege a mi hija -le gritó Mac, mientras cargaba contra Andy y el otro tipo.

Jill oyó un gruñido. Cuando se volvió, vio a Rudy dándole un puñetazo al hombre que lo estaba amenazando con la pistola. Hollis corrió hacia Emily, que se soltó de la mano de Bev y comenzó a correr hacia Jill. Jill la agarró, la atrajo contra su cuerpo y se inclinó hacia ella para protegerla, cubriéndola todo lo que podía.

Mac se tiró sobre Andy y su asaltante y los tres cayeron. Su única intención era impedir que alguien disparara. Supuso que el cuchillo había salido volando. Sería un problema en uno o dos minutos, pero en aquel momento, tenía que conseguir hacerse con la otra arma.

Sintió una patada en el estómago que le cortó la respiración. Luchó contra el instinto de parar y respirar y siguió golpeando a ciegas. Agarró algo de metal, pero el cañón se volvió contra él. Él se movió para esquivarlo. Hubo un fogonazo y Mac esperó sentir un dolor caliente.

Le latió el corazón una vez, otra. Nada. No estaba seguro de lo que había ocurrido. Dio un golpe en una muñeca con la culata de su pistola, oyó un gruñido de dolor y la otra pistola cayó al suelo. Mac la tomó rápidamente y se puso en pie.

– ¡No se mueva! -le dijo al extraño.

El hombre rodó sobre su espalda y Mac vio que en el pecho de Andy había una herida de bala que sangraba profusamente. Miró a Kim instintivamente, y vio que la mujer se daba cuenta de lo que le había ocurrido a Andy, gritaba, se agarraba la barriga y caía desmayada. Una pareja de entre la multitud la agarró.

Justo entonces, D.J. llegó corriendo.

– He oído disparos -gritó, más entusiasmado que asustado-. ¿Qué ha ocurrido?

En vez de responder, Mac se volvió a mirar a Emily y a Jill. Cuando las vio acurrucadas juntas, sanas y salvas, respiró normalmente, por primera vez desde que aquel altercado había comenzado.

– ¿Estáis bien? -les preguntó.

Jill asintió.

Él miró más allá, hacia donde Rudy había reducido al otro pistolero.

– Empieza a arrestarlos a todos -le dijo a DJ.

Jill miró los ascensores del hospital. Cada vez que se abrían, se ponía tensa. Wilma le había prometido que Mac llegaría en cuanto dejara a Emily en casa y terminara el papeleo preliminar. Tres horas después de haberse marchado en la ambulancia con Kim, estaba empezando a volverse loca.

Justo cuando estaba a punto de llamar de nuevo a la comisaría, las puertas de uno de los ascensores se abrieron y Mac apareció en el pasillo. Incluso aunque Jill vio el hematoma que tenía en la mandíbula y la forma cuidadosa en que movía el brazo, se levantó y se lanzó hacia él.

– ¿Estás bien? -le preguntó, abrazándole tan fuerte como podía-. ¿Y Emily?

– Los dos estamos bien -le dijo, y le dio un beso en la cabeza-. ¿Y tú?

– Temblando, pero bien. ¿Qué ha pasado con Andy? ¿Has detenido a Rudy?

Él la condujo hacia uno de los bancos del vestíbulo de la planta e hizo que se sentara a su lado.

Jill le rozó el golpe que tenía en la cara.

– ¿Te duele mucho?

– Sobreviviré -dijo él-. Me parece irónico que haya estado en más peleas durante las dos últimas semanas que en los diez años anteriores. Es una costumbre que me gustaría cortar. ¿Cómo está Kim? -le preguntó.

– Está de parto. Se ha adelantado tres semanas, pero el médico dice que el niño está bien. He hablado con la madre de Kim. Está de camino desde Los Ángeles, y llegará en una hora. La mujer no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo con su hija. Se siente horriblemente mal, y quiere llevarse a Kim a vivir con ella -le tomó a Mac la mano y se la apretó-. Kim está preguntando por Andy todo el rato, y el personal del hospital no me da ninguna información. ¿Cómo está?

– Ha muerto, Jill. Murió en la ambulancia, de camino al hospital.

Ella se estremeció.

– Era un hombre terrible, pero morir así…

No sabía qué pensar.

– Lo sé -Mac la abrazó-. Los amigos de Rudy han sido acusados de asesinato y de intento de asesinato. Y vamos a conseguir que haya otras muchas acusaciones.

– ¿Y Rudy?

– Por mucho que yo quiera encerrarlo, en este caso no ha hecho nada malo.

– No parece que estés muy contento.

– No lo estoy.

– ¿Y Emily? Tiene que estar muy asustada.

– Está con Tina y su familia en este momento. Estuve una hora con ella, antes de venir. Afortunadamente, no vio mucho, pero la situación la ha aterrorizado. Hollis sigue llamándome al teléfono de la comisaría -dijo, e hizo un gesto de angustia-. Estoy seguro de que me culpa de todo.

– No. No puede culparte a ti.

– ¿Te apuestas algo? -dijo él, y se encogió de hombros-. Y eso no es todo. Tengo que llamar a Carly y contárselo. No se lo va a tomar nada bien.

Jill supuso que Mac tenía razón.

– ¿Sabe que tienes una vista?

– No, pero voy a decírselo.

Si Carly reaccionaba mal, algo que a Jill no le parecía improbable, entonces, podría ir directamente a hablar con el juez que llevaba el caso de la custodia de Emily y pedirle que le retirara la custodia.

– Lucharemos -le dijo, mirándolo fijamente-. Cueste lo que cueste, no vas a estar solo en esto.

Él sonrió con tristeza.

– Tu padre pasó por la comisaría para decirme que quería defenderme. ¿Se lo has pedido tú?

– Él ya estaba interesado. Yo sólo le dije que tenía la oportunidad de hacerlo.

– Gracias.

Mac la abrazó y la besó. Jill se abandonó a sus caricias. Aquello era lo que quería, pensó. Estar siempre con Mac. ¿Pero cuándo se lo diría?

Aquél no era un buen momento. Si la vista preliminar no iba bien, no creía que a él le importaran mucho sus sentimientos.

– Tengo que volver a la comisaría -dijo él-. Wilma se ha ofrecido voluntaria para contarle a Kim lo de su marido, pero queremos esperar a que nazca el bebé.

– Buena idea. Su madre ya estará aquí para entonces. Eso será de gran ayuda. Aunque creo que va a quedarse destrozada. A su modo, ella lo quería de verdad.

– No estoy muy seguro de que fuera amor lo que sentía -replicó Mac. Se puso de pie y tiró de ella suavemente-. Cuídate.

– Tú también.

A la mañana siguiente, un poco después de las diez, Mac estaba tumbado en el sofá con Emily acurrucada a su lado. Le había pedido que no la acostara la noche anterior, y él no había podido hacerlo. Así que habían visto películas de Disney hasta la medianoche y después ella se había quedado dormida en sus brazos.

Quería creer que todo saldría bien y que su vida volvería a ser normal, sin embargo, tenía sus dudas. Andy había muerto, pero eso no cambiaba lo que él había hecho. Aunque el comportamiento de Andy le serviría de atenuante para la defensa, ¿sería suficiente?

No quería pensar en lo que podía suceder. Carly ya lo había llamado dos veces para gritarle.

No había podido salir hacia Los Lobos hasta por la mañana, pero llegaría a tiempo para el juicio. Hollis le había dejado unos quince mensajes, que Mac no había respondido. Y la prensa local le había estado llamando, también. Él se había tomado la mañana libre para estar con Emily, pero a aquel ritmo, no iban a poder estar juntos mucho tiempo.

La miró y le acarició el precioso pelo rubio. Era gracioso pensar que, cuando ella era pequeña, lo peor que él se había imaginado era que tendría que ver cómo su hija, cuando cumpliera trece años, suspiraba y miraba al cielo con resignación mientras él apartaba a los chicos de ella con un palo. Nunca había pensado que lo estropearía todo y se arriesgaría a perderla.