Mac se inclinó hacia ella y la besó. Ella se mantuvo todo lo rígida que pudo, sin devolverle el beso, ni siquiera cuando él el mordisqueó el labio inferior.
– Me quieres -murmuró él.
– No.
– Sí. Me quieres mucho, y no quieres irte a ningún sitio, pero no querías decirlo. Querías que yo te lo pidiera -dijo él, y la besó de nuevo-. Querías que te demostrara que eras más que una diversión y que pensaba que merecía la pena luchar por ti.
A ella comenzaron a arderle los ojos de nuevo, y supo que estaba a punto de llorar, pero por motivos diferentes a los anteriores.
– Quizá -admitió ella.
– Entonces, si no te lo hubiera pedido, ¿te habrías marchado?
– No -dijo ella, en voz baja-. Ya había rechazado los dos trabajos. Iba a quedarme en Los Lobos y conseguir que vieras las cosas como son.
– ¿De verdad?
Ella asintió.
– Pero tengo que decirte que le devolví el BMW a Lyle.
– Está bien, no me importa. Quizá podamos comprar un monovolumen. Ya sabes, para todos los niños que vamos a tener.
Ella lo miró asombrada.
– ¿Qué?
Él sonrió.
– Te quiero, Jill. Por favor, quédate en Los Lobos y cásate conmigo. Aunque, si es realmente importante, podemos ir a cualquier sitio en el que tú puedas trabajar con el Derecho de las grandes empresas.
A ella se le cayeron las lágrimas por las mejillas. Le pasó las manos esposadas por encima de la cabeza y lo abrazó.
– Preferiría quedarme aquí -dijo, lloriqueando-. Contigo. Podemos comprarle la casa a Bev y tener bebés, pero no sé si estoy preparada para el monovolumen.
– Creía que odiabas Los Lobos.
– Ha empezado a gustarme poco a poco. Además, a ti te encanta, y yo puedo vivir en cualquier sitio contigo.
Él la besó, y desde algún lugar en la distancia, oyeron el sonido de unos aplausos.
– Tenemos público -le susurró ella contra los labios.
– Lo sé.
– Creo que deberías dejar de besarme y quitarme las esposas.
– Sí, lo haré -dijo, y volvió a besarla-. En un segundo.
Ella se retiró ligeramente y sonrió.
– Sin embargo, creo que deberíamos quedarnos con ellas. Para después.
Él soltó una carcajada.
– Jill, tengo que decirte que siempre he admirado tu estilo.
Susan Mallery
Autora de bestsellers románticos, ha escrito unos treinta libros, históricos, contemporáneos e incluso de viajes en el tiempo. Comenzó a leer romance cuando tenía 13 años, pero nunca pensó escribir uno, porque le gustaba escribir sobre filosofía o existencialismo francés. Fue en la escuela superior cuando acudió a clases sobre Cómo escribir una novela romántica y empezó su primer libro, que cambió su vida. Fue publicado en 1992 y se vendió rápidamente. Desde entonces sus novelas aparecen en Waldens bestseller list y ha ganado numerosos premios.
Actualmente vive en Los Angeles, con su marido, dos gatos y un pequeño perro.