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Tess sabía que el día en que eso ocurriera se vería forzada a decirle toda la verdad, con las consecuencias que podría conllevar eso. Hasta entonces, estaba dispuesta a disfrutar de lo que tenía.

A pesar de todo, Tess no sabía cuánto tiempo podría seguir con aquella farsa.

Durante el día, mientras trabajaba, se preguntaba qué nueva trampa habría estado tramando su hermana. Aunque había estado intentando convencerla de que ya había hecho bastante, con Lucy nunca se podía estar segura de nada.

Por otro lado, estaba aquel investigador privado y la preocupación de que no descubriera a su hermana antes de haber conseguido ella reunir el valor suficiente para contarle la verdad.

Sin embargo, cuando estaba con él, no podía pensar en otra cosa que no fueran sus besos.

– Tarde o temprano habrá una catástrofe -se dijo, mientras trataba de encontrar el edificio.

Volvió a mirar la dirección. Pero no había ningún número par en aquella manzana, con la excepción de un bloque en construcción que había al final de la calle.

Decidió aparcar allí y preguntar.

Pero, nada más detenerse, vio un carteclass="underline" Denham Plaza, Wyatt & Associates.

Aquel debía de ser el lugar. Pero, ¿cómo iba a encontrarlo allí? Había muchos hombres y mucha maquinaria por todos lados, pero ni signos de Drew.

Bajó del coche, traspasó la valla que estaba cerrada por una cadena y vio a un grupo de obreros con sus cascos.

La miraron de arriba abajo. ¡Oh, no! Tendría que aguantar sus impertinentes silbidos…

A pesar de todo, se aproximó y, cuál fue su sorpresa, cuando el más alto de todos salió a su encuentro.

Ella se quedó paralizada, preguntándose que podría querer aquel tipo. Parecía más un rinoceronte de dos patas que algo perteneciente a la especie humana.

– ¿Señorita Ryan? -le dijo amablemente.

Tess parpadeó. No se lo esperaba.

– Sí -dijo con voz indecisa.

El hombre esbozó una sonrisa.

– Soy Ed, el capataz. El señor Ryan nos ha pedido que la llevemos con él.

Tess miró al grupo de cinco hombres.

– ¿Todos juntos?

Ed asintió.

– Así nos cercioraremos de que no le pasa nada -le dio un casco, en el que se había escrito el nombre de Tess-. Se tiene que poner esto, señorita, y la llevaremos arriba.

Tess miró el casco confusa, luego miró a Ed, que la observaba con su sonrisa atontada y sus quinientos kilos de músculo y carne.

Ella asintió y se lo puso.

– Vamos -les dijo.

Ed miró al hombre que tenía el nombre de Rudy escrito en el casco.

– Espere un segundo, señorita.

Rudy se acercó y le tendió un ramo de flores.

Tess lo recogió y sonrió.

– Muchas gracias, Rudy. Son preciosas.

El hombre se ruborizó.

– No son mías, son de parte del señor Wyatt.

– Lo sé -respondió ella-. Pero, de todos modos, gracias.

Los cinco hombres la escoltaron hasta el montacargas. Ed abrió la puerta y todos entraron.

Ella dudó.

– Es un ascensor -le aclaró Rudy-. Sé que tiene un aspecto un poco aterrador, pero no se preocupe, está a salvo con nosotros.

Tess tomó aire y se metió dentro. Pronto, el montacargas comenzó a subir a una velocidad inesperada. Los primeros diez pisos fueron soportables, pero, a partir del piso once, comenzó a hacerse insufrible el pánico: veinte, treinta, cuarenta… Finalmente, se detuvo en el piso cincuenta y cinco.

Ed abrió la puerta.

El edificio tenía suelo, pero no paredes y era impresionante ver toda la ciudad desde un esqueleto de semejante altura.

Tardó unos segundos en decidirse a salir de allí. Pero el capataz salió primero y le tendió una mano que no pudo rechazar.

La condujo hasta un rincón, donde lo primero que vio fue un picnic cuidadosamente preparado en el suelo. De pie, junto a la comida, estaba Drew.

– Gracias, Ed -le dijo-. Yo me encargo de ella ya.

El hombre se metió en el montacargas en el que esperaban los otros cinco y los dejaron solos.

Drew tomó su mano y le ofreció asiento demasiado cerca del borde para su gusto. Pero no dijo nada.

– ¿Vamos a cenar aquí?

– Se ve la mejor puesta de sol de toda la ciudad de Atlanta.

– No me gustan las alturas -dijo ella.

– Yo velaré por tu seguridad. No te preocupes -le respondió-. Además, he elegido este lugar a propósito. No quería que te me pudieras escapar esta vez en cuánto intentara tener contigo una conversación seria. Porque eso es exactamente lo que vamos a tener: una conversación seria.

Tess se quedó lívida. Ya estaba, aquel era el fin. Drew lo sabía todo. Extendió la mano y agarró la copa de vino que le estaba ofreciendo.

¿Cómo pensaba hacerlo? ¿Se lo diría rápidamente o la torturaría? ¡Era un hombre cruel, pues la había llevado hasta un lugar del que no podía escapar!

– Sé exactamente para qué me has traído aquí -se adelantó ella.

Drew frunció el ceño.

– ¿Lo sabes?

– Vamos, empieza ya. No tengo miedo de oír lo que tienes que decirme. De hecho, agradeceré que me lo digas cuanto antes. Llevo mucho tiempo esperándolo y…

– ¿Has terminado? Me gustaría poder decir algo…

Tess se quedó muda y bajó los ojos.

– Adelante.

– No tengo ni idea de qué crees que voy a decirte, pero te he traído aquí para hablar sobre nuestro futuro.

Tess alzó la vista rápidamente.

– ¿Futuro?

– Sí, nuestro futuro. Qué va a ocurrir el mes que viene, el año que viene, durante nuestra vida…

Tess sintió que el corazón le latía emocionado.

– ¿Crees que tenemos un futuro juntos?

– ¿Para ti no es evidente, Tess? Yo no puedo pensar en otra cosa.

Tess se quedó en silencio. ¿Cómo podían tener un futuro juntos cuando había tantas mentiras de por medio?

Todo cuanto habían compartido había sido fundado sobre la base de la mentira.

– Las cosas van muy deprisa.

– Exactamente por eso creo que necesitamos tiempo para conocernos más. Necesito conocer a tus amigos, a tu familia, ver dónde vives. También creo que tú deberías conocer a mis padres. Vendrán a la ciudad el mes que viene.

– ¿Tus padres? -Tess se revolvió alarmada.

Aquello no era lo que esperaba, pero era mucho peor. Después de todo, habría sido más conveniente que, de una vez por todas, todo saliera a la luz.

Drew suspiró y se quitó el casco.

– ¿Crees que estoy equivocado, Tess? Estos últimos días he sentido que pertenecíamos el uno al otro, nos llevamos bien y nos atraemos. ¿Cuál es el problema? ¿Soy yo? ¿Es que hay otro hombre? ¿Por qué no quieres reconocer que podríamos construir un futuro juntos?

– Sí puedo -se apresuró a decir ella. Cerró los ojos y trató de calmarse-. Pero todo es tan complicado. No tengo experiencia en este tipo de cosas.

– Tess, no se trata de enviar un cohete a la luna, ni de resolver un problema de física cuántica. Sólo se trata de que escuches a tu corazón. ¿Qué te dice?

– Que se siente bien -le dijo, sin más matices.

Bien… ¿qué era bien? Estaba bien a su lado, pero no estaba bien que estuviera a su lado… Todo era confuso y aún no estaba preparada para decirle la verdad.

Sin embargo, si él insistía en iniciar aquella nueva fase de la relación, acabaría por descubrirlo todo. En el momento en que fuera a su casa… ¡Su casa! Realmente, en dos meses, él debía de haber ido alguna vez a su casa. Y Lucy, ¿no le habría contado que tenía una hermana y que se llamaba Tess? ¿Cómo era que no había relacionado a Lucy Ryan con Tess Ryan? Era cierto que a Lucy le gustaba usar sus apellidos de casada… Tal vez, no sabía que era otra Ryan…

– ¿Tess?

Ella se sobresaltó.

– ¿Qué?

– Pareces estar a miles de kilómetros de distancia de aquí. ¿Estás bien?

– Sí… es que estoy hambrienta -le dijo-. ¿Qué tal si comemos?