Lo único que no recordaría sería cómo se quedó dormida.
Capítulo 8
Tess abrió lentamente los ojos. La luz de la mañana inundaba la habitación. Durante unos segundos se quedó cómodamente tendida en la cama. Se sentía muy bien. Por fin había podido dormir, después de tanto tiempo… Por fin podría aclarar su cabeza, decidirse respecto a lo que debía hacer con Drew… ¡Drew!
Soltó un pequeño grito y se incorporó de golpe. El recuerdo de lo acontecido la noche anterior llegó poco a poco. Se acordó de los flamencos, del camión, de la casa…
– ¡Oh no! -Tess exclamó. Estaba en una cama, pero no era su habitación. Era el dormitorio de Drew, pero él no estaba allí.
Algo había sucedido entre ellos y, lo peor de todo era que no lo recordaba.
Ocultó la cara entre las manos. ¡Aquello era el colmo!
De acuerdo, estaba agotada, ¡pero de ahí a vivir la experiencia más ansiada de toda su vida y no haberse enterado de nada!
Levantó las sábanas y cuál fue su sorpresa al comprobar que llevaba puesta toda la ropa interior y que estaba intacta. Eso quería decir que no había sucedido nada entre ellos.
No sabía qué sentir al respecto. ¿Es que era tan poco deseable que había podido resistir tan fácilmente a la tentación? Tal vez, después de todo, una mujer semiinconsciente no era la idea de una gran noche de pasión para Drew Wyatt y no podía culparlo por ello.
A lo que no estaba dispuesta era a darle otra oportunidad.
Se levantó rápidamente y vio que su ropa había sido cuidadosamente colocada sobre una silla.
Mientras se vestía ratificó su propósito de contarle toda la verdad. Después de haber podido dormir como era debido durante toda la noche, se sentía con fuerzas suficientes para enfrentarse a cualquier cosa.
Se peinó el pelo con los dedos, salió de la habitación y bajó las escaleras.
Seguramente, Drew había decidido dejarla dormir mientras él preparaba el desayuno. ¡Era tan detallista!
Pero al llegar a la cocina, no estaba allí. Sólo había dejado un escueto desayuno en la mesa, consistente en una rodaja de melón, un bollo y un zumo de naranja. En la cafetera quedaba algo de café y bajo ella había una nota.
Tess agarró la nota y se dispuso a leerla, pero una sombra captó su atención. Tess se sobrecogió. ¡Seguro que era él! Había decidido darse un baño en la piscina.
Se dirigió a la puerta de cristal que separaba la cocina del jardín. Se detuvo justo ante la salida y apretó la nota elegida. En pocos minutos, la farsa habría acabado. Respiró y salió en su búsqueda.
Pero, de pronto, se quedó paralizada ante la visión que se le presentó.
– ¡Lucy!
Su hermana se volvió hacia ella. Llevaba un paquete de detergente en la mano.
– ¡Tess!
– ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Tess.
– ¿Qué estás tú haciendo aquí?
– Tú me respondes primero -le exigió Tess.
Ella necesitaba unos minutos para poder inventarse algo. No podía decirle que había pasado la noche en casa de Drew.
– ¿Cómo me has encontrado? -preguntó Lucy y le dio a Tess la clave para su respuesta.
– Yo… te he seguido -respondió en un vivaz alarde de improvisación-. ¡Y me alegro de haberlo hecho! Me imaginaba que estabas tramando algo. ¿Qué se supone que estás haciendo, Lucy?
Lucy la miró primero desafiante. Pero, poco a poco, el gesto se le fue ablandando, hasta terminar con un río de lágrimas.
– ¡Oh, Tess! ¡No sé lo que hacer! He intentado poner fin a esto, pero no puedo. Sigo locamente enamorada de Andy y no lo puedo evitar.
Tess se quedó atónita. Las palabras de su hermana le partieron el corazón. ¡Lucy no podía amar a Drew, porque Tess lo amaba! Lo amaba con toda su alma. Y, hasta aquel preciso momento, había temido reconocerlo, pero ya no tenía más remedio.
– He pensado en ello durante días -continuó Lucy-. Y, por fin, anoche, tomé una decisión. Si echar detergente en su piscina…
– ¿Ibas a echar detergente en su piscina?
– Lo sé, Tess, lo sé. Pero déjame seguir. Si eso no me servía para liberarme del fantasma de Andy Wyatt, había decidido llamarlo y pedirle que me diera otra oportunidad. ¡Y has aparecido tú! ¡Creo que el destino quiere decirme algo!
– ¡No ha sido el destino!
Pero Lucy no estaba interesada en oír nada más. Estaba tan imbuida en sus propios pensamientos que no era capaz de ver el dolor que traslucía el gesto de Tess.
– ¡Eso es lo que voy a hacer! Voy a hablar cara a cara con él. Y si no te gusta la idea, me da lo mismo. No es tu vida, sino la mía.
– Pero no…
– ¡Ya está! -gritó Lucy y se tapó los oídos-. No estoy dispuesta a oír nada más. Voy a hacer todo lo que esté en mis manos para volver a recuperar a Andy.
Tess cerró los ojos. Tenía que recobrar el control de sus emociones. La felicidad de su hermana dependía de ello.
– ¿Tú crees que Drew todavía siente algo por ti?
Lucy alzó la cabeza.
– ¿Drew? -preguntó confusa.
– Quiero decir… Andy -Tess no se molestó en deshacer el malentendido. Cuando Lucy descubriera la verdad la iba a odiar igualmente-. ¿Crees que tienes alguna posibilidad?
Lucy se encogió de hombros.
– Sé que he estado con muchos hombres y que he cometido muchos errores. Pero lo que compartimos él y yo no lo he tenido con nadie. Sé que me ama, Tess.
– Entonces deberíamos hablar con él -dijo Tess-. Ahora mismo.
– ¡Se ha ido a trabajar! Vi salir su coche y por eso entré. Además, no estoy preparada. Tengo que ir a la peluquería y a comprarme un vestido nuevo.
Tess se levantó y se sacudió el traje.
– De acuerdo, vámonos a casa. Nos prepararemos un enorme desayuno y después te acompañaré a comprarte el vestido más irresistible que haya.
Mientras se dirigían a la salida, Rufus las siguió. Su hermana ignoró por completo al perro, pero Tess, antes de salir, se agachó a acariciarlo. Le dio la nota que llevaba en la mano y le susurró algo al oído.
– Entiérralo en algún lugar del jardín -le dijo-. Todo lo profundo que puedas.
Tess acababa de salir de la ducha, cuando Lucy entró corriendo en la habitación. Estaba exultante de alegría.
– ¡Está aquí, está aquí! Ha venido. Está a punto de llamar a la puerta. ¡Era el destino, ya te lo había dicho! Eso significa que realmente estamos hechos el uno para el otro.
– Drew… quiero decir Andy, ¿está aquí? -Tess se sentó lentamente en el borde de la cama. La emoción la sobrecogía con sentimientos contradictorios. El momento de la verdad había llegado y ya no había marcha atrás.
– Tienes que bajar a abrirle la puerta mientras yo me visto -le pidió su hermana-. Dile que bajaré enseguida. Tengo que arreglarme un poco.
Se dirigió a toda prisa a su habitación y, antes de que Tess tuviera tiempo de ir hacia el armario, sonó el timbre.
– ¡Maldición! -murmuró, mientras escondía la cara entre las manos-. Pero, total, ¿qué más da lo que me ponga? Los dos me van a odiar me vista como me vista.
Tess se apretó el nudo del cinturón del albornoz y bajó las escaleras.
El timbre sonó una vez más antes de haber podido hacer acopio del coraje que necesitaba.
Pero, al abrir la puerta, su sorpresa fue mayúscula.
– ¿Quién es usted?
El hombre se colocó las gafas nerviosamente.
– Eso depende -dijo el extraño-. Usted es Tess, ¿verdad?
Ella frunció el ceño, salió fuera y buscó de un lado a otro.
– ¿Dónde está Drew?
– Yo… soy Drew -respondió el hombre-. Bueno, Lucy me llama Andy. Mi verdadero nombre es Elliot Cosgrove. Soy el encargado del señor Wyatt, su mano derecha.
Tess continuó buscando a otra persona.
– ¿Dónde está él? ¿Es que no ha sido capaz de venir en persona? ¿Es tan cobarde que ha tenido que enviarlo a usted para que le haga el trabajo sucio?