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– Creo que usted no lo entiende -dijo-. El señor Wyatt no va a venir. Por eso estoy aquí, para explicárselo todo. Todo lo que ha ocurrido ha sido culpa mía.

– ¿Culpa suya?

– Lucy piensa que yo soy Andy Wyatt. He venido a contarle la verdad y a pedirle perdón.

Tess se detuvo en seco.

– ¿Me está diciendo que Lucy, en realidad, está enamorada de usted, que no está enamorada de Andy Wyatt?

– Bueno, eso es algo que no puedo asegurarle. En realidad, cuando me conoció, le dije que era Andy Wyatt. Llevaba su coche y me estaba hospedando en su casa. Nunca he tenido demasiada suerte con las mujeres y Lucy es tan hermosa. Ella pensó que era el señor Wyatt y no quise desmentir que lo fuera, por si acaso. Pero, cuando usted conoció al señor Wyatt, la cosa empezó a complicarse de verdad.

Tess sintió que el mundo comenzaba a girar a su alrededor. Se sujetó a la pared para no caerse. De pronto, una gran sensación de alivio se adueñó de ella.

– Eso significa que mi hermana y yo no estamos enamoradas del mismo hombre.

– ¡No! -dijo Elliot-. Del mismo nombre, pero no del mismo hombre.

Tess comenzó a reírse a carcajadas. En un ataque irrefrenable, se lanzó al cuello de Elliot.

– ¡Soy tan feliz!

– ¿Tess?

Tess se volvió y vio a su hermana.

– ¡Oh, Lucy! -se dirigió hacia ella y también la abrazó-. Este caballero ha venido verte. Tiene muchas cosas que explicarte. Voy a hacer un poco de café.

Tess los dejó en el porche y se dirigió a la cocina, a gozar a solas de su reciente liberación. ¡Era libre para amar a Drew Wyatt sin remordimientos! Podría ir a buscarlo, explicarle lo sucedido. ¡Claro que lo entendería y la perdonaría! Después de todo lo había hecho por proteger a su hermana.

Respecto a Lucy, la verdad era que no amaban al mismo hombre y eso era lo que importaba. Respecto a lo que sucediera con Elliot, sólo podía desearle suerte… aunque temía lo peor.

Tess preparó una cafetera y, para cuando su hermana llegó a la cocina, ya se había tomado cuatro.

Alzó la vista, temerosa de lo que pudiera encontrarse. Pero lo que halló fue una imagen idílica. Elliot y Lucy estaban amorosamente agarraditos de la mano.

Tess sonrió.

– ¿Estáis bien?

Lucy asintió, con una sonrisa luminosa.

– Sí -respondió su hermana-. Andy, quiero decir, Elliot y yo nos vamos a casar.

Tess se levantó del taburete y se lanzó a abrazarlos. Después de unos minutos de emoción, todos se tranquilizaron.

– ¿Qué fue exactamente lo que pasó?

Lucy miró a Elliot y luego a Tess.

– Nos conocimos en un concierto benéfico. Elliot se enamoró de mí a primera vista. Yo miré a la invitación que llevaba en la mano y lo confundí con otra persona. Pero eso es pasado perfecto y ya no importa.

Tess miró a su futuro cuñado.

– Así es que trabajas para Andrew Wyatt -dijo, sin atreverse a preguntar qué sabía de su vida amorosa.

– Sí, somos compañeros de trabajo y amigos… o eso creo. Yo cuido su casa cuando no está en la ciudad, me encargo de su perro, etc.

– ¡Su perro! ¡Cielos! ¡Pobre hombre, teñí el perro de color violeta… entre otras muchas cosas! Va a ponerse como una fiera cuando descubra quién fue. ¿Y si te despide?

Tess agarró la mano de su hermana.

– No te preocupes, yo me encargue de Rufus antes de que Drew…

– ¿Te encargaste de Rufus? -preguntaron Lucy y Elliot al unísono.

– Es una larga historia -respondió Tess-. Ya os la contaré en otro momento. Ahora, lo que necesito es hablar con Drew y aclarar esta situación.

– Pero, ¿cómo es que tú conoces a Andy Wyatt? -preguntó Lucy extrañada.

– Se me había olvidado contarte que Lucy y mi jefe están enamorados.

Lucy abrió la boca con sorpresa.

– ¿Estás enamorada de Andy Wyatt? ¿Desde cuándo?

– ¡No! -dijo Tess-. Bueno, quiero decir, tal vez sí estoy enamorada de él. Lucy, sé que en apariencia… ¡Cuando lo conocí, yo no sabía quién era, ni él sabía que yo era tu hermana! De hecho, ni siquiera te conoce. Tampoco sabe que…

– Sí, eso sí lo sabe -dijo Elliot-. Sabe todo desde hace algún tiempo. Yo le conté toda la historia.

Nada más terminar la confesión, Elliot miró a Tess y quiso que la tierra se lo tragara por bocazas.

– ¿Lo sabía? -preguntó Tess-. ¿Todo el tiempo ha sabido que Lucy estaba enamorada de ti y que yo era su hermana?

– No, no todo el tiempo -rectificó Elliot-. Pero después de lo de la muñeca hinchable, llegamos a la conclusión de que tú estabas detrás de todo.

Tess lo miró asombrada.

– ¿Qué yo…? -luego miró a su hermana-. ¡Cielo santo!

Se echó las manos a la cabeza y se dejó caer en una silla.

– ¡Ese maldito farsante! ¿Cómo he podido ser tan estúpida? Así que todas sus atenciones tenían un único objetivo. Me veía enredarme cada vez más y más en la madeja y era incapaz de quitarme los hilos que me estaban estrangulando. Me ha estado obligando conscientemente a elegir entre mi hermana y él, cuando no tenía que hacerlo.

– O sea, que Tess no sabía que Andy y Drew eran dos personas diferentes -dijo Lucy y se volvió hacia su hermana con el ceño fruncido-. ¿Y has sido capaz de enamorarte de él, aún creyendo que él era el hombre que yo amaba?

La verdad empezaba a aflorar a la superficie.

– No, no exactamente. ¡Pero da igual ya! ¡Me mintió! Tal vez no directamente, pero omitió la verdad, que es más o menos lo mismo.

Elliot se aclaró la garganta.

– Perdón que me entrometa, pero, ¿Tess Ryan no es culpable del mismo crimen?

– ¿Y qué me dice del misterioso caso del señor Elliot Cosgrove? -respondió ella.

Elliot se ruborizó.

– Además, cuando el señor Wyatt descubra que he venido aquí a confesar la verdad, lo más probable es que me despida. Me hizo prometer que no se lo contaría a nadie. Pero ya no podía más, necesitaba hablar con Lucy -miró su reloj-. Será mejor que vuelva a la oficina y le explique lo ocurrido. ¿Quieres cenar conmigo esta noche?

Lucy asintió encantada, le enlazó los brazos al cuello y lo besó con tanta pasión que logró que tanto Elliot como Tess se ruborizaran.

Cuando acabó con su expresión de afecto, Elliot tenía las gafas en la punta de la nariz y estaba de color fucsia.

– Ten… tengo que irme -se dio media vuelta y se dirigió a la puerta.

– Un momento -le rogó Tess-. Necesito que me prometas algo antes de marcharte.

– ¡Jamás haré daño a Lucy! De hecho, pienso hacerla la mujer más feliz…

– No quiero que le digas nada a Drew -lo interrumpió ella-. Esta visita nunca ha tenido lugar.

– No entiendo -dijo Elliot-. Ya está todo aclarado.

– Yo tampoco lo entiendo -añadió Lucy, mientras se ponía de jarras-. ¿Puede alguien explicarme qué demonios está sucediendo? ¡Es todo tan confuso!

Tess se puso de pie y sonrió. Tenía un plan perfecto.

– Elliot, vuelve al trabajo y, por favor, mantén la boca cerrada. Lucy y yo tenemos que hablar.

Lucy escoltó a su enamorado hasta la puerta y tardó unos minutos en regresar a la cocina.

Al llegar, se produjo un largo y tenso silencio, hasta que por fin, Tess se decidió a hablar.

– ¿Recuerdas la historia que te conté sobre enamorarme del ex novio de mi mejor amiga? -le dijo, mientras le servía una taza de café.

Lucy asintió.

– Esa amiga era yo, ¿verdad? Pensabas que Drew era mi ex novio.

– Lo siento, Lucy. Al principio, sólo traté de que no te metieras en líos. Luego tramé un plan de venganza para hacerle pagar por lo que te había hecho y acabé enamorándome de él como una tonta… Pero quiero que sepas que no podía soportar lo que me estaba sucediendo. Pensé que te estaba traicionando.

– Pero no era así -respondió Lucy.