Junto a ella, había otra mujer, con el pelo oscuro, como el de ella y la misma figura estilizada.
– No sé. A papá le gusta que los rosales queden bien hondos. Tal vez, debería cavar un poco más.
Drew las miraba en silencio. Por fin, soltó la pala.
– ¿Tú crees que parece arrepentido, Lucy? Después de todo, ha sabido la verdad durante muchos días, pero no se dignó a decir nada. Prefirió divertirse un rato.
Drew la miró incrédulo.
– ¿Y qué me dices de ti, Tess Ryan? ¿Y tus trucos y venganzas?
– Era yo la que se estaba vengando, no ella -dijo Lucy-. Tess lo único que hacía era deshacer lo que yo hacía para que no me metiera en líos. Y todo, porque tu hombre de confianza decidió hacerse pasar por ti. Así que, no se te ocurra culparla de nada. Es una gran hermana y la adoro.
Con esto, Lucy se dio media vuelta y se dirigió hacia la casa.
– Bueno, este ha sido el principio y el final de mi corta carrera en el arte de la venganza. Respecto a ti, será mejor que salgas de ese agujero, parece que va a empezar a llover.
Tess se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa. En cuanto ella estuvo a cubierto, comenzó a diluviar.
Había habido más de una ocasión en la que habría deseado no haber conocido jamás a Tess Ryan. Aquel era uno de esos momentos.
– ¡Estás preciosa! -le dijo Tess, mientras daba los últimos toques al pelo de Lucy.
Su hermana trataba a duras penas de contener las lágrimas de felicidad.
– ¡Estoy tan contenta, Tess! -Lucy se miró el sofisticado traje que lucía-. ¿Crees que está bien que vaya de blanco? Esta es mi cuarta boda. Ya soy una veterana. Debería de llevar un estampado de camuflaje.
– ¡Es la primera vez que te veo realmente como una novia! Y es la primera vez que voy de madrina -Tess miró desde la puerta la capilla adornada con flores-. Va a ser una boda maravillosa. ¡Me encantaría que papá estuviera aquí para acompañar a la novia al altar!
– Lo hará en tu boda -dijo Lucy.
– Yo no contaría con eso -dijo Tess.
Lucy la miró directamente a los ojos.
– Nunca se sabe, Tess. Las cosas podrían arreglarse -los ojos de Lucy se posaron sobre una figura conocida.
Era Drew. A Tess le dio un vuelco el corazón. Sólo habían pasado unas pocas semanas desde la última vez que lo había visto, metido en un agujero y cubierto de barro, pero tenía la sensación de que hacía una eternidad. Parecía más delgado, pero su rostro seguía siendo el mismo, sus ojos azules y peligrosos, y su voz, profunda y suave, seguía sonando a cántico celestial en sus oídos. ¿Qué les había pasado?
– ¿Qué está haciendo aquí?
Lucy sonrió.
– Es el padrino de Elliot. Sabía que si te lo decía, te habrías negado a venir a mi boda y te necesitaba a mi lado, Tess. No podría haberme casado sin ti. Por favor, no te enfades.
Tess suspiró y apartó los ojos al ver que él la miraba.
– Está bien. Supongo que podremos dejar nuestras diferencias a un lado en este día tan especial.
Lucy besó a su hermana en la mejilla.
– Gracias. Y ahora, vámonos, es hora de entrar. Me caso por última vez en mi vida.
Tess acompañó a Elliot y a su hermana hasta el altar, mientras Drew los seguía.
El ministro los esperaba en el altar, todo vestido de blanco.
Al llegar allí, Tess se colocó a la izquierda de Lucy y evitó mirar a Drew hasta que el padre empezó a hablar. Entonces, levantó la mirada del ramo de lilas que tenía en la mano y se encontró con sus ojos. Se ruborizó de arriba abajo.
¿Cómo podía afectarla tanto? Después de todo lo que había sucedido, de todo lo que había hecho, debería odiarlo. Pero, cada vez que trataba de sentir rabia o disgusto, el recuerdo de su tacto y de sus besos la asaltaban.
Pero eso era todo lo que eran: recuerdos. Si lograba superar los próximos treinta minutos, se habría librado de él para siempre.
Lo cierto era que, desde la primera vez que lo vio, comenzó a desear un futuro con él. Había tratado de ignorar esos deseos ocultos, pero siempre habían estado ahí. En aquel instante, de pie ante un altar, se dio cuenta de que aquello también había sido parte del cuadro imaginado, sólo que Drew y ella eran los novios.
Lucy y Elliot se intercambiaron los votos de amor eterno y Tess no pudo por menos que preguntarse si, algún día, ella encontraría el hombre adecuado.
Sin pensar, miró a Drew. Pero esta vez, no parpadeó. Y lo que vio en aquellos ojos azules la paralizó: había arrepentimiento, necesidad, deseo y frustración. Y, aunque nunca se lo hubiera dicho, vio amor, un profundo amor por ella.
– Yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Lucy le entregó el ramo a Tess y ésta aprovechó para bajar la mirada.
Lucy se lanzó sobre su marido quien, al principio, parecía receloso, pero que acabó por besar a la novia con la misma pasión.
Felicitaron a los novios con besos y abrazos. Pero, en el momento en que Drew se acercó a ella, Tess fingió estar entretenida con los lazos del ramo. No quería que la tocara, porque entonces estaría perdida.
Lucy agarró el ramo y salió a toda prisa de la capilla junto con Elliot. Desde la puerta, le lanzó el ramo como un verdadero pitcher de béisbol. Primero le golpeó a Tess en la cara y, finalmente, le cayó en las manos.
Para cuando volvió a mirar, los recién casados ya habían desaparecido, rumbo a Las Bermudas.
Tess y Drew se quedaron solos, en mitad de una capilla solitaria y silenciosa.
– Parece ser que vas a ser la siguiente.
– Lo dudo -respondió ella, cabizbaja.
– ¿Reniegas de los hombres? Espero que no sea por mi culpa.
– Tú sólo has ratificado mi creencia de que sólo dais problemas.
– No deberías tirar toda la caja, sólo porque te has encontrado una manzana podrida -hizo una pausa y se quedó mirando el pasillo vacío de la capilla-. Envidio a Elliot. Ha encontrado una mujer que lo ama y que quiere pasar la vida a su lado. Es un hombre afortunado. Eso es, exactamente, lo que yo he estado buscando.
La miró en silencio, pero no obtuvo respuesta.
– Tess, sé que lo que hice estuvo mal, pero yo…
Ella alzó la mano para que no continuara.
– No quiero hablar de ello.
Él le agarró la mano y posó un dulce beso sobre su palma. Ella se estremeció.
– Pero yo sí. No podemos continuar así. Tenemos que intentar reparar lo que ha sucedido.
– ¿De verdad que tú crees que podemos? Yo, sencillamente, creo que hemos formado tal lío que ya no hay forma de desenredarlo. Después de quitar los nudos, no nos quedaría nada, nada en el centro.
– No puedes pensar eso de verdad.
– Ya no sé qué pensar. Lo único que sé es que, ahora, mi vida vuelve a estar en orden otra vez. Tengo mi carrera y…
– ¿Y qué pasa por las noches, Tess, cuando estás sola en la cama? ¿En qué piensas entonces? ¿Sabes en qué pienso yo?
– No estoy segura de querer saberlo.
– Pienso en ti, en lo bueno que fue todo aún en mitad del caos que habíamos creado. Pienso en cuánto me gustaría tenerte en mis brazos. Ésta debería de haber sido nuestra boda.
– ¿Y qué piensas sobre la cantidad de mentiras que había entre nosotros?
– Siento mucho que así fuera. Yo sé que fui un estúpido, pero creo que, en el fondo, tenía una buena razón: quería saber lo que sentías realmente por mí.
– Pues ahora ya lo sabes.
Ella se puso en marcha, sin esperar más, en dirección a la salida, pero él la agarró del brazo.
– No voy a darme por vencido, Tess.
– Y yo no voy a cambiar de opinión.
Con esto, se libró de su mano y salió de la iglesia. Cuanto antes pudiera borrar el fantasma de Drew Wyatt, antes podría volver a vivir.
– ¿Tess? Tess, ¿estás en casa? ¡Ya hemos vuelto!