Tess apartó la cara. Claro que estaba pálida. ¿Qué podía esperarse, después de que se le había caído encima una lata entera de pintura blanca?
– Es que estoy cansada. No he dormido bien.
– Yo tampoco -murmuró él. Se aproximó otro poco más. Ella querría haber podido cerrar los ojos, haberse podido dejar embriagar por su aroma-. He estado pensando en ti toda la noche.
– ¡Vaya! -Tess se sintió desconcertada-. No es por eso por lo que yo no pude dormir… quiero decir, estuve pensando en ti… pero no…
Se interrumpió durante unos segundos que parecieron horas. Por fin reaccionó de nuevo.
– ¿Qué te trae por aquí? -volvió a preguntar.
– Pensé que, tal vez, podríamos comer juntos. Después del chasco de anoche…
– ¿El chasco?
– Me refiero a lo de las ruedas… íbamos a tomar café juntos. Se me ha ocurrido que podríamos empezar de nuevo y que un buen modo sería comer juntos.
Tess miró a la suculenta bandeja que había sobre la mesa, luego miró a Drew de nuevo.
– La verdad es que no tengo mucha hambre. Quizás en otra ocasión…
Drew la miró en silencio, mientras trataba de entender aquella reacción.
– ¿Estás bien? Te fuiste tan rápido anoche… Ni siquiera tuvimos la oportunidad de charlar un rato.
Tess se volvió hacia la cafetera y se sirvió una taza de café.
– No, la verdad es que no estoy bien. Te agradezco la invitación de anoche, pero creo que no deberíamos vernos.
De pronto, sintió su cálida mano sobre el brazo.
– ¿Por qué? Me pareció que…
– Pues no -dijo Tess, tratando de evitar sus ojos-. No eres mi tipo.
«Eres el tipo de Lucy», añadió en silencio. «Uno de esos individuos que no tiene escrúpulos con las mujeres, que es capaz de dejar tirada a una pobre e indefensa criatura, sin ningún tipo de explicación.
– Sencillamente, tengo la convicción de que salir contigo sería un error.
Drew se pasó los dedos por el pelo y agitó la cabeza.
– No lo entiendo. Nos sentimos atraídos el uno por el otro. Estoy seguro de eso. No estás casada. ¿Cuál es el problema?
– ¿Cómo sabes que no estoy comprometida con nadie?
– ¿Lo estás?
– No es de eso de lo que se trata ahora.
– ¿Y de qué, entonces?
– Pues… -Tess se aclaró la garganta-. De que estoy muy ocupada ahora. Tengo un montón de llamadas importantes que hacer y no estoy interesada en tener una relación ahora mismo. Así es que, ¿por qué no te acompaño a la puerta y olvidamos que nos hemos conocido?
Tess se dirigió hacia la puerta, pero él la detuvo.
La agarró por los hombros y ella sintió un escalofrío. ¿Cómo podía resistirse a semejante sensación?
Claro que no podía negar la atracción que sentía por él. Era una atracción como nunca antes había sentido.
¡Pero aquello era un error, un tremendo error! ¿No podría haber ocurrido con alguien menos adecuado?
Era el ex novio de Lucy y ella era su cabal y conservadora hermana Tess. No podía tener un romance con él, por mucho que aquel hombre alterara todas sus constantes vitales.
– No pienso darme por vencido -dijo él y la obligó a girar hacia él.
Tess sabía que si lo miraba estaba perdida. Pero su boca estaba tan cerca que podía sentir el calor de su aliento sobre la mejilla.
– Y yo no pienso cambiar de opinión.
Drew deslizó las manos por su brazo en una sensual caricia.
– Tal vez ha llegado el momento de que te arriesgues un poco. ¿Qué puedes perder?
Dicho esto, se dio media vuelta y salió.
– ¿Qué tengo que perder? -murmuró Tess-. Sólo mi corazón… y a mi hermana…
Capitulo 3
– ¡Soy un buen tipo! ¿O no? ¿Por qué no querrá salir conmigo?
Drew estaba recostado sobre el respaldo de su espléndido sillón de ejecutivo, los pies sobre la mesa y las manos bajo la nuca.
Elliot Cosgrove, su encargado, se sentó enfrente de él, abrió su maletín y sacó de él un montón de papeles.
Elliot Cosgrove era, sin duda, el hombre de confianza de la compañía. Llevaba casi diez años trabajando en Wyatt & Associates. Tenía un gran talento para administrar dinero y llevar un somero control de casi todo y Drew siempre confiaba en su buen juicio. Pero, hasta entonces, nunca le había pedido consejo en el tema de las mujeres.
Además, no eran lo que se dice amigos íntimos. Mientras que Drew lo llamaba por su nombre de pila, Elliot Cosgrove todavía mantenía un distanciado señor que marcaba el estatus.
– Necesitaría que firmara el contrato con Gresham Park, señor -dijo Elliot-. Tenemos una reunión preliminar con el comité cívico de la Junta Municipal en diez minutos. Ya le he mandado a Kim que haga las fotocopias del proyecto y los bocetos de la sala de conferencias. Los miembros del comité estarán a punto de llegar.
Drew se chascó los huesos de los dedos y continuó.
– La mayoría de las mujeres me encuentran atractivo -continuó-. No quiero decir que sea irresistible, pero a veces hay más de una detrás de mí.
Elliot alzó la mirada.
– No tengo mucha experiencia al respecto. Yo no suelo tener ni siquiera una con la que relacionarme.
– Tal vez he ido demasiado deprisa.-especuló Drew-. Pero es que nunca he conocido a ninguna mujer tan guapa, tan interesante y tan directa como ella. No se dedica a jugar.
– ¿Jugar, señor? ¿Se refiere a tenis, squash, etc.? -Elliot bajó la cabeza y sacó otro taco de papeles-. Según parece, Lubich ha presentado otro proyecto para la construcción del centro cívico.
– Ya conoces a las mujeres -dijo Drew-. Lo lían todo, hasta que no sabes dónde está la cabeza y dónde los pies. Es como tratar de construir una casa sólo con plumas. Y cuando el viento sopla con fuerza, ¿qué te dejan?
Elliot lo miró perplejo.
– No lo sé. ¿Plumas, señor?
– ¡Nada, no te dejan nada? -Drew dio un puñetazo sobre la mesa-. ¿Ha habido alguna mujer en tu vida?
– Sí, señor, la hubo. Una. Solamente una. Pero no funcionó. Tuvimos que romper -Elliot se ruborizó y siguió con la vista fija en los papeles-. Lubich podría causarnos problemas.
– ¿Por qué?
– Ya sabe. Hay hombres que no se detienen ante nada para llegar a donde quieren.
– No me refiero a eso, sino a por qué rompisteis.
– No era el hombre que ella creía que era -murmuró Elliot-. Sobre este contrato, creo que debería…
– Pero Tess ni siquiera me conoce. Sólo pasamos una hora juntos. Por eso no puedo entender que me rechace de ese modo. Generalmente causo una buena primera impresión. Suelen considerarme simpático. Quizás sean mis dientes -se los tocó preocupadamente.
– Es usted realmente simpático, señor y sus dientes son perfectos, se lo aseguro -el comentario de Elliot fue demasiado entusiasta, lo que hizo a Drew decidirse por un cambio de tema. El hombre no parecía sentirse cómodo con el tema-. Deberíamos hablar del viaje a Tokio.
Pero Drew seguía completamente perdido respecto a Tess.
Y el problema no era, en absoluto, que se sintiera mal por haber sido rechazado. El problema era que le gustaba de verdad. Estaba ansioso por oírla reír de nuevo, por ver sus grandes y expresivos ojos verdes iluminarse de emoción, por conversar con ella.
Podría enviarle flores… pero no, eso no funcionaría. Las joyas podrían haber convencido a otras mujeres, pero no a Tess. Estaba completamente perdido.
Lo único que sabía era que sólo algo muy especial podría traerla hasta él.
Para poder seguir atacando, tenía que poder verla.
Drew agarró el teléfono y marcó el número de su secretaria.
– Kim, necesito que me indagues sobre cierta información. Agarra toda la lista de fiestas que tienes sobre la mesa y comprueba cuáles han sido organizadas por Tess Ryan. A todas ésas les envías una carta de confirmación de asistencia.