Mientras se frotaba la nuca, Jay miró por la ventana hacia el campus. Justo entonces oyó las campanas de la capilla señalando la hora a través de una ventana ligeramente abierta.
Medianoche.
La hora bruja.
– Por encima de todo lo demás, no me gusta la idea de que estés viviendo en el apartamento de Tara Atwater. Son demasiadas coincidencias para mí.
Llevó el cuenco hasta el escritorio y apartó el tarro de los clips para dejar espacio.
– Encontré el apartamento por Internet. Llamé por teléfono y lo alquilé incluso antes de saber que Tara Atwater había vivido aquí, o que iba a verme tan involucrada en ello. -Cogió unas pocas palomitas y se las metió en la boca antes de sostener el cuenco en dirección a Jay, invitándole en silencio a que se uniera. Jay cogió un puñado-. En ese momento, ni siquiera conocía el nombre de Tara Atwater, o que ella era una de las alumnas desaparecidas.
Quiero decir que apenas había oído hablar de ellas. Por supuesto, mi padre había sacado a relucir el hecho de que algunos de los estudiantes podrían haber desaparecido, y se habló un poco del tema en las noticias, no mucho, o no mucho por lo que yo había oído. En ese momento, pensaba que todo era una conjetura. Nadie sabía con certeza si habían sido secuestradas. Quiero decir que nadie lo sabe todavía. El hecho de que haya terminado en uno de los apartamentos probablemente sea porque la mayoría de la gente ya ha alquilado la vivienda para el año escolar. Yo me matriculé para las clases de enero, así que estuve buscando apartamento en diciembre, cuando no quedan muchos disponibles.
– Parece como si estuvieras intentando convencerte a ti misma.
Kristi esbozó una tenue sonrisa.
– Vale… es un poco siniestro, claro. Pero si lo aplicando la lógica, realmente no es más que una coincidencia.
– Ya. Y entonces, resulta que casualmente terminas viviendo aquí, en el apartamento de Tara Atwater, y luego resulta que casualmente te asignas la tarea de convertirte en «Nancy Drew [4] en el caso de las estudiantes desaparecidas».
– De todas formas me interesaba y luego Lucretia me pidió ayuda.
– ¿Lucretia? Lucretia… -Frunció el ceño, tratando de ubicar ese nombre-. ¿No tenías una compañera de cuarto a la que odiabas que se llamaba…?
– Sí. La misma. -Kristi le explicó su encuentro con Lucretia, su preocupación por las chicas desaparecidas y lo de su miedo a decir algo porque acababa de ser contratada por miembros de la administración que defendían la postura de que no ocurría nada-. Le dije a Lucretia que lo investigaría -concluyó.
– Aun así, no me gusta que estés aquí viviendo sola. -Jay tenía la sensación de que todo iba demasiado rápido, de una forma que no era capaz de definir.
– No es más que un apartamento. Lo siento, pero el perro no puede quedarse. Ni tú tampoco. Fin de la historia. -Volvió de nuevo a sus esquemas, después señaló al póster dedicado a Tara Atwater-. Volviendo a los colores. Tara está en rosa, Monique en verde y Rylee en azul. Puedes ver que he hecho listas de lugares, personas y cosas que podrían tener en común, luego las he conectado. Las conexiones muestran dos, tres o cuatro colores.
Jay contempló toda la información. Los datos resaltados, donde convergían las líneas de colores, aparte de algunos amigos y lugares sueltos, eran los horarios de clase de las chicas desaparecidas. Cada una de ellas había sido estudiante superior de Lengua y todas habían recibido clases de un puñado de profesores aquí, en la universidad.
– No es que esas chicas tuvieran muchas amigas y sus vidas familiares eran inexistentes. Intenté llegar hasta sus padres, pero no conseguí sacarles nada útil. Tenían la actitud de «si no hay noticias es buena señal». Todas las chicas estaban metidas en alguna clase de problema. Drogas, alcohol o problemas con sus novios, y sus familias acabaron por ignorarlas.
– ¿Qué hay de sus amigas íntimas? Ya sabes, lo de «aps» en todos los mensajes de móvil.
– Si alguna de ellas tenía alguna «Amiga para siempre», todavía tengo que encontrarla. Ni siquiera Lucretia se esforzó en acercarse a ninguna de ellas. -Kristi frunció el ceño, confundida; unas pequeñas líneas se formaron entre sus cejas-. He intentado llamar a Lucretia un par de veces desde entonces, pero ella no me ha respondido.
– ¿Por qué?
– Esa es la pregunta del millón de dólares -respondió Kristi, cogiendo un bolígrafo y girándolo entre sus dedos mientras pensaba-. Es casi como si se hubiese sentido obligada a hacer algo, de forma que me habló de ello y aquello fue el final de todo.
– Te pasó la pelota. Se deshizo de sus sentimientos de culpa al pensar que algo no marchaba bien, y te lo pasó a ti.
– O incluso se arrepiente de habérmelo contado.
Kristi había colocado de vuelta el cuenco sobre el escritorio y ahora Jay se estiró hacia él con aire ausente.
– De modo que estas chicas eran básicamente solitarias. O, al menos, se sentían solas en el mundo.
– He hablado con personas de sus clases y con algunos compañeros de trabajo, y lo que dijeron una y otra vez fue que realmente no las conocían, que eran bastante cerradas o que se lo guardaban todo para sí y todo ese tipo de cosas.
Jay examinó de nuevo los esquemas, centrándose en las zonas donde se encontraban las líneas y se entrecruzaban. Señaló los horarios de clase.
– ¿Todas estudiaban Redacción con Preston, Shakespeare con Emerson, Periodismo con Senegal, y la Influencia del vampirismo con Grotto? -Jay sintió un escalofrío recorriendo su interior-. Por Dios, Kristi; esas son tus asignaturas.
– Ya lo sé.
– ¿Ya lo sabes?
Se encogió de hombros.
– No es que sea tan extraño. O exclusivo. El plan de estudios del colegio se realiza por ordenador, ¿verdad? Asignación por bloque. Depende de tu especialidad. De modo que estas no son las únicas estudiantes que tenían ese plan de estudios, ni de lejos. Y existen algunas variables. Por ejemplo, Tara estudiaba Ciencias forenses con tu predecesora, la doctora Monroe, y tanto Monique como Rylee recibieron una clase de Literatura de la doctora Croft, la jefa del departamento de Lengua, justo antes de desaparecer. Oh, y aquí… -Señaló hacia el horario de Dionne y dio unos golpecitos sobre la anotación-. Dionne estudió Religión con el padre Tony, e Introducción a la justicia criminal con la profesora Hollister junto con las otras clases.
– Un programa intenso.
– Tenía prisa por graduarse pronto, creo. En el trimestre que desapareció, tenía una acumulación de seis clases, dieciocho créditos. Además, trabajaba a tiempo parcial en una pizzería. Aquí también hay algo raro. Todas las chicas, sin excepción, participaban en las obras moralistas del padre Mathias, de nuevo asociado con el departamento de Lengua.
– ¿Obras moralistas?
– Ya lo sé. Es algo fuera de lugar, ¿verdad? Como sacado de otra época. En realidad todavía no las he investigado, pero oí decir a una pareja de chicas de mi clase de vampirismo que la primera del trimestre sería el domingo por la noche, así que pensé en echar un vistazo. ¿No crees que tendrías que venir?
– ¿Quieres que vaya?
¿Estaba haciendo que sonara como una cita? Probablemente, porque Kristi rectificó con rapidez.
– No, iré sola. Será lo mejor. La gente podría fijarse en ti.
– Tal vez debería ir.
– No. Lo digo en serio, Jay. Es asunto mío.
– Esto no me gusta -murmuró. Si ella estaba en lo cierto, había un psicópata suelto que secuestraba mujeres del campus; si estaba equivocada, algo estaba llevando a las chicas a marcharse. Cuatro estudiantes desaparecidas en menos de dos años en un campus de ese tamaño era más que inusual, más que sospechoso-. No puedo creer que la Universidad no se vuelque con este asunto.