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Mai nunca había mencionado que estuviera relacionada con el departamento de Teatro, pero tampoco Kristi se había interesado mucho por sus clases o sus actividades extraescolares. Kristi sabía muy poco sobre esa chica, aparte de que era una entrometida estudiante de Periodismo, que había entablado amistad con Tara Atwater y que le daba miedo hacer la colada en el sótano.

Ahora también Mai estaba relacionada con el departamento de Teatro y, por lo tanto, con el padre Mathias y su obsesión por las obras moralistas… las obras a las que habían asistido todas las chicas desaparecidas.

Las luces parpadearon y, entonces, en el transcurso de unos minutos, se apagaron al mismo tiempo. Tras el subsiguiente silencio, apareció la luz de un foco y el padre Mathias dio inicio a la introducción.

Kristi nunca había visto antes la obra, pero la había leído, o al menos parte de ella, en el instituto. La esencia era que Everyman, que simbolizaba a todos los hombres y mujeres sobre la tierra, también se había visto atrapado por los placeres terrenales y había perdido su alma. Cuando fue reclamado por la Muerte, Everyman no tenía nada. Se encuentra con otros personajes, incluyendo a Buenas Obras, Conocimiento, Confesión, y algunos más en su búsqueda para llevar a alguien con él al Más Allá.

Lo que le interesaba a Kristi no era tanto la obra en sí misma, sino los actores que representaban los papeles. Reconoció a la amiga de Lucretia, Trudie, que aparecía como Gertrude en el programa e interpretaba a la Muerte. Zena, por supuesto, paseaba, muy expresiva, por todo el escenario, y algunos de los demás personajes le resultaban familiares, como si les hubiese visto en clase, pero no podía estar segura de sus nombres. Uno de los personajes, Ángel, era interpretado, aunque de forma poco convincente, por la chica que había vendido las entradas. El público también estaba lleno de estudiantes que compartían las clases de Lengua de Kristi y, durante un fugaz instante, creyó ver a Georgia Clovis escondida en el hueco de una salida lateral.

¿Qué estaría haciendo allí?

Los ojos de Kristi se centraron en otros asistentes. Algunos de sus profesores también habían aparecido, creando una habitual lista de eminencias del departamento de Lengua. La doctora Natalie Croft, jefa del departamento, se encontraba sentada junto a un hombre que Kristi no reconoció y junto al doctor Presión, quien aún parecía estar a punto de coger la gran ola. Él, por otro lado, estaba sentado junto a la profesora Senegal, la docente de Periodismo de Kristi.

¿Es que aquella gente no tenía vidas?

¿O acaso se trataba de una aparición obligatoria?

En la oscuridad, Kristi tiró de la cadena alrededor de su cuello, levantándola para que el vial permaneciese por encima del jersey. Aún estaba parcialmente oculto por la chaqueta, pero, cuando las luces se encendieran, tenía pensado hablar con unas cuantas personas y comprobar si alguien se daba cuenta o le comentaba alguna cosa. La obra continuó, con tan solo unos mínimos fallos de texto, y el tipo que había delante de ella, el que apestaba a hierba y almizcle, empezó a roncar. Su cabeza se inclinó hacia delante y la mujer que había a su lado le golpeó en el costado.

Se despertó con un último ronquido, sonando igual que una sierra eléctrica, y la mujer le chistó con intensidad.

Kristi se sentó al borde de su butaca. Esperó nerviosamente y, cuando al fin la función terminó y el reparto apareció para un saludo colectivo, estuvo preparada. Cuando los aplausos se apagaron y se encendieron las luces, Kristi pasó junto al hombre que roncaba y alcanzó a O mientras salía de la fila.

– Tú eres O, ¿verdad? -comenzó Kristi como si acabara de verla en ese preciso instante-. Creo que estamos juntas en una clase.

O, desvió lacónicamente su mirada hacia ella.

– ¿En cuál?

– Puede que en la de Shakespeare o… en la de vampiros del doctor Grotto.

– Sí. Bueno, puede ser.

– Estoy buscando una compañera de estudio.

– Pues yo no.

– ¿Conoces a alguien que la busque?

O se giró para encararse con Kristi cuando llegaron a la puerta que daba a la antesala.

– ¿Es que te parezco una jodida tutora? -espetó. Después, su mirada cayó sobre el vial en el cuello de Kristi-. ¿Qué coño estás haciendo? -inquirió y se puso pálida-. Esconde eso.

– ¿Por qué?

– ¿Por qué? -repitió O. Sus ojos se entrecerraron-. Tú formas parte de… -En ese momento, el padre Mathias comenzó a dirigirse hacia ellas, y O llamó silenciosamente la atención de Kristi abriendo excesivamente los ojos.

– ¿Habéis disfrutado de la función? -preguntó el sacerdote.

– Enormemente -respondió O, aunque obviamente estaba actuando.

– ¡Bien, bien!

– ¡Felicidades, padre Mathias! -Natalie Croft se abrió camino entre la multitud. Le ofrecía al sacerdote una amplia sonrisa-. Un gran trabajo -afirmó, aunque Kristi no estaba de acuerdo. Ningún miembro del reparto de la representación de aquella noche pronunciaría un discurso de agradecimiento para los Oscars próximamente, o al menos durante la vida de la doctora Croft.

– Everyman es mi favorita de entre todas las obras moralistas, aunque estoy deseando explorar también otras, como los misterios y milagros. Espero verla de nuevo por aquí, Natalie. Oh, y para aquellos de vosotros que deseéis verla de nuevo, vamos a hacer otro pase mañana por la noche. Muchas gracias.

El padre Mathias salió por la parte de atrás del teatro mientras las luces se encendían y todo el mundo empezaba a recoger sus pertenencias. O salió como un rayo por la puerta y Kristi trató de seguirla, pero se vio atrapada por la multitud y se entretuvo recuperando su teléfono móvil, el cual estaba, como le prometieron, listo y esperándola. Le entregó su resguardo a otro vigilante, una chica que había interpretado a Conocimiento en la obra, y esta le devolvió el móvil sin mirarla a la cara. Después, Kristi se abrió camino hasta la puerta y salió hacia la noche, esperando encontrar algún rastro de O. Pero la chica se había marchado. Al igual que las demás a quienes había reconocido entre el público.

Genial, pensó mientras se colgaba el bolso en el hombro. Todas las chicas que habían sido secuestradas asistieron a las obras de teatro del padre Mathias, de forma que había esperado encontrar alguna relación, pero ahora se encontraba perdida. Permaneció en la oscuridad, abofeteada por el frío viento, contemplando como el resto del público abandonaba el teatro; algunos se dirigían hacia el aparcamiento, y otros hacia el corazón del campus. Todos los profesores que habían aparecido se marcharon directamente del recinto como alma que lleva el diablo.

Los pocos rezagados que se detenían a charlar o a fumar, o simplemente a pasar el rato, le eran completamente desconocidos. ¿Y qué había sido de la gente de la función? ¿Acaso no sospechaba que todos podrían estar relacionados de alguna forma?

Afróntalo, pensó, hundida en el desánimo, deberías dejar el papel de detective para tu padre.

Durante el camino de vuelta hacia su coche, pasó junto a la casa Wagner. Oscura, angulosa y amenazadora, parecía incluso más prohibida por la noche, con solo la más tenue de las luces surgiendo de las ventanas. Kristi comprobó la verja una vez más y, por supuesto, estaba cerrada. Entonces advirtió un parpadeo en la más diminuta fracción de luz, llegando desde una ventana del sótano.

¿Lo estaría imaginando?

Cuando volvió a mirar, el temblor de luz había desaparecido. ¿Había sido un reflejo? ¿Un producto de su imaginación?

¡Flas!

Vio una nueva luz azulada a través del mugriento cristal. También desapareció con rapidez.

¿Como almacén?, y una mierda, pensó. ¿Quién pasearía entre cajas viejas por la noche? ¿Y por qué había estado el padre Mathias allí el otro día? En realidad no había llegado a explicarse, salvo para decir que había visto indicios de ratas, pero tal vez fuese una excusa para mantenerla alejada. Bueno, pues no funcionaba ni de broma. Kristi había sido apaleada y encadenada, se las había visto con perros feroces y enloquecidos psicópatas, había perdido a su madre y a su padre biológico y casi había muerto. Unas cuantas ratas no eran nada.