Выбрать главу

– Irá con ellos mañana -dijo-. Esta noche y el día de mañana permanecerá aquí.

Wrath sacudió la cabeza.

– No está…

– ¿Crees que está lista para viajar en este estado? -dijo Z bruscamente-. Dejadla en paz. Haced que Tohr llame a la familia y les diga que se la entregaremos mañana al caer la noche. Ahora necesita un baño y algo de reposo.

Wrath apretó los labios. Hubo un largo silencio.

– Entonces la pondremos en otra habitación, Z. No se quedará contigo.

Zsadist se levantó y se acercó al Rey, hundiendo el dedo en los abdominales del macho.

– Sólo haz el intento de moverla.

– Por el amor de Cristo, Z, -ladró Phury-. Retráctate…

Wrath se inclinó hacia delante hasta que las narices casi se tocaron.

– Ten cuidado, Z. Sabes condenadamente bien que amenazándome conseguirás algo más, aparte de que te parta la mandíbula.

Sí, habían pasado por esto en el verano. Legalmente Z podía ser ejecutado bajo las viejas reglas de conducta si forzaba esto mucho más allá. La vida del Rey era valorada por encima de la de todos los demás.

No es que a Z le importara una mierda en ese momento.

– ¿Piensas que me preocupa una sentencia de muerte? Por favor -entrecerró los ojos-. Pero te diré esto. Tanto si decides hacer valer tu realeza sobre mi culo o no, te tomará al menos un día condenarme con La Virgen Escriba. Así que aun así Bella dormirá aquí esta noche.

Volvió hacia donde estaba ella y la levantó lo más cuidadosamente que pudo mientras se aseguraba de que la toalla permaneciera en su lugar. Sin mirar a Wrath ni a su gemelo, se deslizó dentro del baño y cerró la puerta de una patada tras él.

La tina ya estaba llena por la mitad, así que la sostuvo mientras se inclinaba y comprobaba la temperatura. Perfecta. La puso dentro del agua y luego extendió sus brazos hacia los costados para que se apoyara en los bordes.

La toalla se empapó enseguida y se fundió con su cuerpo. El pudo apreciar claramente las suaves curvas de los senos, la pequeña caja torácica, la plana extensión del estómago. Al subir el agua, el dobladillo de la toalla flotó suelto y acarició la parte de arriba de los muslos.

El corazón de Z golpeó fuertemente en el pecho y se sintió como un libertino, observándola cuando estaba herida y fuera de sí. Con la esperanza de escudarla de sus ojos y queriendo darle la privacidad que se merecía, fue hacia el armario a buscar gel para hacerle un baño de espuma. No había nada más que sales de baño, y estaba seguro como el infierno de que él no usaba esas cosas.

Estaba a punto de darse vuelta cuando fue golpeado por el hecho de que el espejo sobre la pileta era muy grande. No quería que ella se diera cuenta del aspecto que tenía, cuanto menos supiera acerca de lo que le habían hecho, mejor. Cubrió el espejo con dos toallas grandes, asegurando la tela de felpa detrás del marco.

Cuando regresó a ella, se había hundido en el agua, pero al menos la parte de arriba de la toalla todavía se sostenía de sus hombros y básicamente se mantenía en su lugar. La agarró por debajo de uno de sus brazos y la alzó, luego agarró la esponja. En el instante en que comenzaba a lavar el costado de su cuello, empezó a agitarse, salpicándolo con agua. Suaves sonidos de pánico salían de su boca, y no pararon ni siquiera cuando dejó la esponja de lado.

Háblale, idiota.

– Bella… Bella, está bien. Estás bien.

Se quedó quieta y frunció el ceño. Luego sus ojos se abrieron apenas y empezó a parpadear varias veces. Cuando trató de refregarse los párpados, le apartó las manos de la cara.

– No. Es un medicamento. Déjalo ahí.

Ella se congeló. Se aclaró la garganta hasta que pudo hablar.

– ¿Dónde… Donde estoy?

La voz, aunque vacilante y ronca, le sonó hermosa.

– Estás con… Conmigo. Estás con la Hermandad. Estás a salvo.

Mientras su vidriosa, desenfocada mirada se paseaba por la habitación, él se inclinó hacia un interruptor en la pared y atenuó las luces. Aunque estaba delirando y no había duda de que casi ciega por el ungüento, no quería que lo viera. La última cosa de la que necesitaba preocuparse era qué pasaría si las cicatrices no se curaban completamente.

Cuando bajó los brazos al agua y trabó los pies en la base de la bañera, cerró el grifo y se echó hacia atrás sentándose sobre los talones. No era bueno tocando gente, así que no era una gran sorpresa que ella no pudiera soportar sus manos sobre el cuerpo. Pero maldición, no tenía idea de que hacer para aliviarla. Se veía tan desgraciada… mucho más allá del llanto y cercana a una paralizadora agonía.

– Estás a salvo… -murmuró, aunque dudaba de que le creyera. El no lo habría hecho si hubiera sido ella.

– ¿Está Zsadist aquí?

Frunció el ceño, no sabiendo que deducir sobre eso.

– Sí, estoy justo aquí.

– ¿Estás?

– Justo aquí. Justo a tu lado -se estiró torpemente y le apretó la mano. Ella le devolvió el apretón.

Y luego pareció que empezaba a delirar. Murmuraba, haciendo pequeños sonidos que podrían haber sido palabras, y se agitaba. Z agarró otra toalla, la enrolló, y la puso debajo de la cabeza para que no se golpeara contra el duro borde del jacuzzi.

Se estrujó el cerebro pensando que podía hacer para ayudarla, y como fue lo único que se le ocurrió, tarareó un poquito. Cuando pareció que eso la calmaba un poco, empezó a cantar suavemente, eligiendo un himno en el Idioma Antiguo dedicado a La Virgen Escriba, uno que hablaba de cielos azules, blancas lechuzas y verdes prados.

Gradualmente Bella se quedó laxa e inspiró profundamente. Cerrando los ojos, se reclinó contra la almohada de toalla que le había fabricado.

Como cantar era el único consuelo que podía brindarle, cantó.

Phury miró hacia el jergón donde había estado acostada Bella, pensando que el roto camisón que ella traía lo enfermaba. Luego sus ojos se dirigieron al esqueleto que yacía en el suelo hacia la derecha. El esqueleto de una mujer.

– No puedo permitir esto -dijo Wrath cuando se acalló el sonido de agua que corría en el baño.

– Z no va a lastimarla, -musitó Phury-. Mira la forma en que la trata. Cristo, actúa como un macho emparejado.

– ¿Qué ocurrirá si cambia de humor? ¿Quieres que el nombre de Bella figure en la lista de mujeres que ha matado?

– Golpeará hasta el techo si la apartamos de él.

– Es un asunto de mierda…

Los dos se quedaron congelados. Luego lentamente ambos miraron hacia la puerta del baño. El sonido que provenía del otro lado era suave, rítmico. Como si alguien estuviera…

– ¿Qué demonios? -murmuró Wrath.

Phury no podía creerlo tampoco.

– Le está cantando.

Aunque apagada la pureza y belleza de la voz de Zsadist era sorprendente. Su voz de tenor siempre había sido así. En las raras ocasiones que cantaba, los sonidos que salían de su boca eran abrumadores, capaces de hacer que el tiempo se detuviera y luego se deslizara hasta el infinito.

– Dios… Demonios -Wrath empujó sus lentes hacia arriba, hasta la frente y se frotó los ojos-. Vigílalo, Phury. Vigílalo bien.

– ¿No lo hago siempre? Mira, tengo que ir a ver a Havers esta noche, pero sólo el tiempo suficiente para que repare mi prótesis. Haré que Rhage lo mantenga vigilado hasta que regrese.

– Haz eso. No vamos a perder a esa hembra mientras la estemos cuidando, ¿Está claro? Jesucristo… Ese mellizo tuyo haría que cualquiera se lanzara a un precipicio, ¿Sabías eso? -Wrath salió majestuosamente de la habitación.

Phury miró nuevamente hacia el jergón y se imaginó a Bella yaciendo allí cerca de Zsadist. Esto estaba mal. Z no sabía una maldita cosa acerca de brindar afecto. Y esa pobre mujer había pasado las últimas seis semanas en la fría tierra.