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John miró hacia atrás para asegurarse de que Tohr todavía estaba allí.

– Está bien, hijo -dijo el Rey-. No voy a lastimarte.

John dio la vuelta al escritorio, su corazón latiendo como el de un ratón. Cuando ladeó su cabeza para mirar hacia arriba, el brazo del Rey se extendió hacia delante. La parte interior del mismo, desde la muñeca hasta el codo, estaba cubierta de tatuajes. Y el diseño era como el que John había visto en sus sueños, el que había colocado en el brazalete que usaba…

– Soy Wrath -dijo el hombre. Luego hizo una pausa-. ¿Quieres estrechar mi mano, hijo?

Oh, seguro. John estiró la mano, medio esperando que sus huesos fueran aplastados. En vez de eso, cuando entraron en contacto, sólo sintió una firme oleada de calor.

– Ese nombre que está en tu brazalete -dijo Wrath-. Es Tehrror. ¿Quieres que te llamemos así o John?

John entró en pánico y miró a Tohr, porque no sabía lo que quería y no sabía como comunicarle eso al Rey.

– Tranquilo, hijo -Wrath se río suavemente-. Puedes decidirlo después.

La cara del Rey se giró bruscamente hacia un lado, como si fijara su atención en algo fuera, en el pasillo. Igual de abruptamente una sonrisa se extendió por sus duros labios formando una expresión de total reverencia.

– Leelan -suspiró Wrath.

– Lamento llegar tarde -la voz de mujer era suave y hermosa-. Mary y yo estamos muy preocupadas por Bella. Intentamos encontrar la manera de ayudarla.

– Encontrareis la forma. Ven a conocer a John.

John se dio la vuelta hacia la puerta y vio a una mujer…

Repentinamente una luz blanca tomó el lugar de su visión, haciendo borroso todo lo que veía. Fue como si hubiera sido golpeado por un rayo ultra brillante. Parpadeó, varias veces… Y luego proviniendo de la nada infinita, vio a la mujer nuevamente. Era de cabello oscuro, con ojos que le recordaban a alguien que amaba…No, no le recordaban…Los ojos de ella eran los de su… ¿Qué? ¿Su qué?

John se tambaleo. El sonido de las voces le llegaba distante.

En su interior, en su pecho, en lo más profundo de su corazón palpitante, sintió que se quebraba, como si lo estuvieran partiendo en dos. La estaba perdiendo… estaba perdiendo a la mujer de cabello oscuro… estaba…

Sintió que se le abría la boca, esforzándose como si estuviera tratando de hablar, pero luego fue presa de temblores, que sacudieron su pequeño cuerpo, haciendo que se tambaleara sobre sus pies, y se derrumbara en el suelo.

Zsadist sabía que era hora de sacar a Bella de la bañera, porque había estado allí casi una hora y la piel se le estaba arrugando. Pero entonces miró a través del agua hacia la toalla que había estado manteniendo sobre el cuerpo de ella.

Mierda… sacarla con esa cosa iba a ser un problema.

Con una mueca la alcanzo y se la quito.

Mirando hacia otro lado rápidamente, tiró la mojada carga al suelo y agarrando una seca, la puso justo al lado de la bañera. Apretando los dientes, se inclinó hacia delante y metió los brazos en el agua, buscando su cuerpo. Sus ojos terminaron justo al nivel de los pechos.

Oh, Dios… Eran perfectos. De un blanco cremoso con puntas rosadas. Y el agua le acariciaba los pezones, importunándolos con ondeantes besos que los hacían brillar.

Apretó los parpados cerrados, sacó los brazos de agua y se sentó sobre los talones. Cuando estuvo listo para intentarlo de nuevo, se concentro en la pared que tenía en frente y se inclinó hacia delante… sólo para sentir un repentino dolor en las caderas. Miró hacia abajo, confundido.

Había un hinchado bulto en sus pantalones. Eso estaba tan duro, que había surgido una tienda de campaña en la delantera de sus pantalones de deporte. Evidentemente se había apretado la cosa contra la bañera cuando se inclino, y esa era la causa de la punzada que había sentido.

Maldiciendo, empujó la cosa con la palma de la mano, odiando la sensación de la pesada carga, la forma en que la dura longitud se enredaba en sus pantalones, el hecho de tener que lidiar con eso. Sin embargo no importaba cuanto lo intentara, no podía colocarla correctamente, al menos no sin meter la mano dentro de los pantalones para agarrarla, lo que, maldita fuera, no estaba dispuesto a hacer. Al final se dio por vencido y dejo la erección atrapada, retorcida y doliendo.

Que le sirviera de lección a la cabrona.

Zsadist inspiró hondo, sumergió los brazos profundamente en el agua, y los envolvió debajo del cuerpo de Bella. La saco, nuevamente impresionado por lo liviana que era; luego la coloco contra la pared de mármol usando el costado de su cadera y una mano sobre la clavícula. Levantó la toalla que había dejado en el borde del jacuzzi, pero antes de envolverla alrededor de ella, desplazo la mirada hacia las letras grabadas en la piel del estómago.

Algo extraño se sacudió en su pecho, una gran opresión… No, era una sensación descendente, como si se estuviera cayendo, aunque estaba perfectamente equilibrado. Estaba pasmado. Hacia mucho que nada se abría paso a través de la ira y la insensibilidad. Tenía la sensación de estar… ¿triste?

Lo que sea. Ella tenía piel de gallina, por todo el cuerpo. Así que este no era el momento de tratar de entenderse a si mismo.

La envolvió y la puso en la cama. Haciendo el cobertor a un lado, la acostó, quitándole la empapada toalla. Mientras la cubría con las sábanas y las mantas, captó otro vistazo de su estómago.

La rara sensación de estar cayendo regresó, como si su corazón se hubiera ido de viaje en una góndola hacia el estómago. O tal vez hacia sus muslos.

La arropó y luego se dirigió hacia el termostato. De cara al dial, mirando los números y palabras que no podía entender, no tenía idea de hacia donde girarlo. Movió el pequeño indicador desde donde se hallaba, bien a la izquierda, hacia un lugar entre el medio y el extremo derecho, pero no estaba muy seguro de que es lo que había hecho.

Miró hacia el escritorio. Las dos jeringas y el frasco con morfina estaban allí donde Havers los había dejado. Z fue hacia allí, recogió una jeringa, la droga y las instrucciones de dosificación, luego hizo una pausa antes de salir de la habitación. Bella estaba tan quieta en la cama, tan pequeña contra las almohadas.

La imaginó dentro de ese tubo enterrado en la tierra. Asustada. Sintiendo dolor. Frío. Luego imaginó al lesser haciéndole lo que le había hecho, reteniéndola a la fuerza mientras luchaba y gritaba.

Esta vez Z sabía lo que sentía.

Ansias de venganza. Fría, helada venganza. Tanta, que la mierda se iba a extender hasta el infinito.

CAPÍTULO 10

John se despertó en el suelo con Tohr a su lado y Wrath mirándolo desde arriba.

¿Dónde estaba la mujer de cabello oscuro? Trató de sentarse precipitadamente, pero unas fuertes manos lo mantuvieron en su lugar.

– Sólo quédate echado un poco más, compañero -dijo Tohr.

John estiró el cuello mirando alrededor y allí estaba ella, cerca de la puerta, pareciendo ansiosa. En el momento en que la vio, cada neurona de su cerebro se disparó, y volvió la luz blanca. Empezó a temblar, el cuerpo golpeando contra el suelo.

– Mierda, ahí va de nuevo -murmuró Tohr, inclinándose hacia adelante para tratar de controlar el ataque.

Cuando John sintió que estaba siendo absorbido hacia abajo, extendió una mano en dirección a la mujer de cabellos oscuros, tratando de alcanzarla, estirándose.

– ¿Qué necesitas, hijo? -La voz de Tohr, por encima de él, estaba decayendo como una estación de radio con estática-. Te lo conseguiremos…

La mujer…