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John negó con la cabeza y descubrió un sillón contra una ventana. Fue hacia allí y se sentó.

– Bueno, no tienes nada de que preocuparte. Nos aseguraremos de que te traten bien. Así que ¿supongo que te tomaran una muestra de sangre?

John asintió. Tohr le había dicho que iban a sacarle sangre y a hacerle un examen físico. Probablemente ambas cosas fueran buena idea, dada la parálisis, la caída y el temblor que había sufrido en el despacho de Wrath.

Sacó su bloc y escribió, ¿Por qué vas tú al médico?

Phury se acercó y miró lo que estaba escribiendo. Con un ágil giro de su gran cuerpo, apoyó una enorme bota de vaquero en el borde del sillón. John se alejó un poco mientras el hombre se remangaba los pantalones de cuero.

Oh, Dios mío… la parte inferior de su pierna estaba hecha de varillas y tornillos.

John extendió la mano para tocar el reluciente metal, y miró hacia arriba. No se había dado cuenta de que se tocaba la garganta hasta que Phury sonrió.

– Si, lo sé todo acerca de lo que significa perder una parte de ti.

John miró de vuelta al miembro artificial y cabeceo.

– ¿Qué como pasó? -cuando John asintió, Phury dudo y luego dijo-. Me la arranqué de un disparo.

La puerta se abrió de golpe y la dura voz de un macho inundó la habitación.

– Necesito saber…

John volvió la mirada mientras las palabras morían. Luego se encogió nuevamente en el sillón.

El hombre que estaba en la entrada tenía una cicatriz, la cara desfigurada por un corte que la atravesaba por la mitad. Pero no fue eso lo que hizo que John quisiera encogerse fuera de la vista. Los negros ojos en ese rostro arruinado eran como sombras de una casa abandonada, llena de cosas que probablemente te lastimarían.

Y para remate, el hombre tenía sangre fresca sobre la pernera de los pantalones y sobre la bota izquierda.

Esa mirada cruel se estrechó y dio de lleno en la cara de John como una ráfaga de aire helado.

– ¿Qué estás mirando?

Phury bajo la pierna.

– Z…

– Te hice una pregunta, niño.

John garabateó en el bloc. Escribió rápido y le entregó apresuradamente la hoja al otro hombre, pero de alguna forma esto sólo empeoro la situación.

El deforme labio superior se levantó, revelando imponentes colmillos.

– A la mierda, chaval.

– Para ya, Z -interrumpió Phury-. Es mudo. No puede hablar -Phury ladeó el bloc hacia él-. Se esta disculpando.

John resistió el impulso de esconderse detrás del sillón cuando quedó expuesto a la vista. Pero entonces la agresividad que irradiaba el hombre se suavizo.

– ¿No puedes hablar para nada?

John sacudió la cabeza.

– Bueno, yo no sé leer. Así que estamos BJ [10] tú y yo.

John movió rápidamente su Bic. Mientras le tendía el bloc a Phury, el macho de la mirada negra frunció el ceño.

– ¿Qué ha escrito el chaval?

– Dice que está bien. Que es bueno escuchando. Que tú puedes llevar toda la conversación.

Esos ojos sin alma se apartaron.

– No tengo nada que decir. Ahora ¿Cómo mierda regulo el termostato?

– Ah, veintiún grados -Phury fue hacia el otro lado de la habitación-. El indicador debe señalar aquí. ¿Lo ves?

– No lo giré lo suficiente.

– Y debes asegurarte que el interruptor de abajo esté en el extremo derecho. De otra forma, no importa donde este señalando el indicador, no calentara.

– Si… vale. ¿Y puedes leerme lo que pone aquí?

Phury miró al trozo de papel.

– Es la información para la dosis de la inyección.

– No jodas. ¿Y que hago?

– ¿Esta intranquila?

– Ahora, no, pero quiero que llenes esto por mi y me digas que debo hacer. Necesito tener una dosis preparada por si Havers no puede venir deprisa.

Phury tomó el frasco y desenvolvió la aguja.

– Vale.

– Hazlo bien -cuando Phury terminó con la jeringa, la volvió a tapar y luego se pusieron a hablar en el Idioma Antiguo. Luego el tío horripilante preguntó-. ¿Cuánto tiempo estarás ausente?

– Tal vez una hora.

– Entonces, primero hazme un favor. Deshazte de ese sedan en el que la traje.

– Ya lo hice.

El hombre de la cicatriz asintió y dejo la habitación cerrando la puerta.

Phury se puso las manos sobre las caderas y miró el suelo.

Luego fue hacia una caja de caoba que había sobre el escritorio y sacó lo que parecía un porro. Sosteniendo el cigarrillo liado a mano entre el pulgar y el índice, lo encendió aspirando profundamente, manteniendo el humo en sus pulmones por un momento para luego exhalar lentamente, cerrando los ojos. Cuando exhaló, el humo olía como una combinación de granos de café tostado y chocolate caliente. Delicioso.

Cuando los músculos de John se relajaron, se preguntó de qué estaría hecha esa cosa. Estaba seguro de que no era marihuana. Pero no era un cigarrillo común.

¿Quien es él? -escribió John, y le mostró el bloc.

– Zsadist. Mi gemelo -Phury se echo a reír brevemente cuando a John se le aflojó la mandíbula-. Si, lo sé, no nos parecemos mucho. Al menos, ya no. Escucha, es un poco sensible, así que probablemente quieras darle un poco de espacio.

No jodas, -pensó John.

Phury se colocó una funda sobaquera y puso una pistola en uno de los lados y una daga negra en el otro. Fue hacia un armario y volvió luciendo un chaquetón de cuero negro.

Puso el porro o lo que fuera en un cenicero de plata cercano a la cama.

– Bueno, vamos.

CAPÍTULO 11

Zsadist entró silenciosamente en su cuarto. Después de fijar el termostato y puso la medicina sobre la mesa, se acercó a la cama y se apoyó contra la pared, quedándose en las sombras. Quedo suspendido en el tiempo mientras se inclinó sobre Bella y valoró la leve subida y bajada de las mantas que marcaban su respiración. Podía sentir los minutos goteando en horas, y aun así no pudo moverse, aun cuando sus piernas se entumecieron.

A la luz de la vela vio su piel curarse directamente frente a sus ojos. Era milagroso, las magulladuras desvaneciéndose de la cara, la hinchazón alrededor de los ojos y los cortes desapareciendo. Gracias al profundo sueño en el que se hallaba, su cuerpo estaba eliminando los daños, y cuando su belleza fue revelada de nuevo, estuvo condenadamente agradecido. En las altas esferas en que ella se movía, evitarían a una hembra con imperfecciones de cualquier clase. Los aristócratas eran así.

Se imaginó la cara sin fallas y hermosa de su gemelo y supo que Phury debería ser el que cuidara de ella. Phury era perfecto material de salvador, y era obvio que ella le gustaba. Además a ella le gustaría despertarse a lado de un macho así. A cualquier hembra le gustaría.

Entonces ¿por qué demonios no la cogía y la ponía en la cama de Phury? Ahora mismo.

Pero no podía moverse. Y mientras la miraba ahora que estaba sobre almohadas que él nunca había usado, entre sábanas que nunca había alzado para él, recordó el pasado…

Habían pasado meses desde que el esclavo había despertado por primera vez en cautividad. En este tiempo no había nada que no le hubiera sido hecho, en él, o sobre él, y había un ritmo predecible en el abuso.

La Mistress estaba fascinada por sus partes privadas y sentía la necesidad de mostrarlas a otros machos que ella favorecía. Traía a esos forasteros a la celda, sacaba el bálsamo, y lo mostraba como un caballo premiado. Él sabía que lo hacia para mantener a los demás inseguros, ya que podía ver el placer en sus ojos cuando los machos sacudían sus cabezas con asombro.

Cuando las inevitables violaciones comenzaron, el esclavo hizo todo lo posible por salirse de su piel y huesos. Era mucho más soportable cuando podía elevarse en el aire, y subía más alto y más alto hasta que rebotaba a lo largo del techo, una nube de él mismo. Si tenia suerte, podía transformarse completamente y sólo flotar, viéndoles desde arriba, jugando a ser el testigo de la humillación, dolor y degradación de alguien más. Pero no siempre funcionaba. A veces no podía liberarse, y era forzado a soportarlo.

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[10] BJ, Bien Jodidos. En inglés original SOL (Shit Out of Luck)