Las mujeres acababan de dejar la habitación cuando la primera ola de energía pulsó a través de la casa. La oleada invisible fue directamente a la cosa entre las piernas de Zsadist, endureciéndola instantáneamente. Se tensó y vio como los Hermanos y Butch se habían quedado helados también, como si cada uno de ellos se preguntara si realmente lo había sentido.
Un momento más tarde una segunda ola golpeó. La cosa en los pantalones de Z se tensó incluso más rápido, rápida como la maldición que le salió de la boca.
– Sagrada mierda -dijo alguien con un gruñido.
– Esto no puede estar pasando -otro gruñido.
La puerta del mayordomo se balanceó y Beth entró, con una bandeja de fruta cortada en las manos.
– Mary trae más café…
Wrath se levantó tan rápido que su silla se inclinó y cayó al suelo. Acechó a Beth… le quitó la bandeja de las manos y la dejó descuidadamente sobre la mesa. Mientras fresas cortadas y trozos de melón saltaban de la planta y caían en la caoba, Beth lo fusiló con la mirada.
– Wrath, ¿qué es…
Él la apretó contra su cuerpo, besándola tan dura y profundamente, inclinándola hacia atrás como si fuera a reptar por ella en frente de la Hermandad. Sin separar las bocas la cogió por la cintura y la levanto por el trasero. Beth se rió suavemente y le rodeó las caderas con las piernas. La cara del Rey estaba enterrada en el cuello de su leelan mientras salía a zancadas de la habitación.
Otra ola retumbó por la casa, estremeciendo los cuerpos masculinos de la habitación. Zsadist se agarró al borde de la mesa, y no fue el único. Los nudillos de Vishous se pusieron blancos de lo duro que estaba sujetándose a la cosa.
Bella… debía de ser Bella. Tenía que ser. Bella había entrado en su necesidad.
Havers se lo había advertido, pensó Z. Cuando el doctor le hizo el examen interno, dijo que parecía estar próxima a su época fértil.
Sagrado infierno. Una mujer en su necesidad. En una casa con seis hombres.
Sólo era cuestión de tiempo antes de que uno de los Hermanos diera rienda suelta a sus instintos sexuales. Y el peligro para todos era muy real.
Cuando Mary atravesó la puerta del mayordomo, Rhage fue tras ella como un tanque, arrancándole la cafetera de las manos y soltándola en el aparador de tal forma que patinó y salpicó. La levantó contra la pared y la cubrió con su cuerpo, bajando la cabeza, su ronroneo erótico fue tan fuerte que hizo tintinear el cristal de la lámpara de araña. El sobresaltado boqueo de Mary fue seguido de un suspiro muy femenino.
Rhage la cogió en brazos y salió de la habitación como un rayo.
Butch bajó la mirada hacia su regazo y después la levantó hacia el resto de ellos.
– Escuchad, no es por ser desagradable, pero está alguien más… ah…
– Si -dijo V con los labios apretados.
– ¿Quieres decirme qué demonios está pasando aquí?
– Bella está teniendo su necesidad -dijo V, tirando su servilleta-. Cristo. ¿Cuánto falta para el anochecer?
Phury miró su reloj.
– Casi 2 horas.
– Para entonces estaremos en un aprieto. Dime que tienes algo de humo rojo.
– Si, un montón.
– Butch, hazte un favor y lárgate de la finca rápidamente. El Pit no estará lo suficientemente lejos de ella. No creía que los humanos pudieran responder, pero ya que tú lo haces, mejor que te vayas antes de que te absorba.
Otro golpe los asaltó, y Z se desplomó contra la silla, sus caderas ondularon involuntariamente. Escuchó los gemidos de los otros y se dio cuenta que estaban hundidos en la mierda. No importaba lo civilizados que pretendieran ser, los hombres no podían evitar responder a una mujer en su periodo fértil, y sus urgencias sexuales se incrementarían a medida que la necesidad progresara y se hiciera más fuerte.
Si no fuera por la luz del sol, ellos se podrían haber salvado marchándose. Pero estaban atrapados en el recinto, y para el momento en que estuviera lo suficientemente oscuro para poder salir, podría ser demasiado tarde. Después de una exposición prolongada, los hombres instintivamente se resistían a alejarse de la mujer. No importaba lo que sus cerebros les dijeran, sus cuerpos lucharían contra la llamada al alejamiento, y si ellos se apartaban de ella, sufrirían las punzadas de la retirada que serían peor que sus anhelos. Wrath y Rhage tenían salida a su respuesta, pero el resto de los Hermanos estaban en problemas. Su única esperanza era drogarse.
Y Bella… Oh, Dios… A ella iba a dolerle más que a todos ellos juntos.
V se levantó de la mesa, apoyándose en el respaldo de la silla.
– Vamos, Phury. Necesitamos empezar a fumar. Ahora. Z, ¿vas a ir con ella, no?
Zsadist cerró los ojos.
– ¿Z? Z, vas a servirla… ¿no?
John levantó la vista de la mesa de la cocina cuando el teléfono sonó. Sal y Regin, los doggen de la familia, estaban fuera comprando comida. Respondió a la llamada.
– John, ¿eres tú? -Era Tohr en la línea de abajo.
John silbó y tomo otro bocado de arroz blanco con salsa de jengibre.
– Escucha, por hoy se han cancelado las clases. Estoy llamando a todas las familias ahora.
John bajó el tenedor y silbó una nota más alta.
– Hay una… complicación en el recinto. Pero deberíamos volver mañana o la siguiente noche. Veremos cómo van las cosas. A la luz de esto, hemos cambiado tu cita con Havers. Butch va a ir a buscarte ahora mismo, ¿okay?
John silbó dos veces, en soplos cortos y pequeños.
– Bueno… él es humano, pero es guay. Confío en él. -El timbre de la puerta sonó-. Ese es él probablemente… Sí, es Butch. Puedo verle en el video monitor. Escucha, John… sobre el tema del terapeuta. Si eso te asusta, no tienes que volver, ¿okay? Yo no voy a dejar que nada lo haga.
John silbó en el teléfono y pensó. Gracias.
Tohr se rió suavemente.
– Si, a mí tampoco me va mucho esa mierda emotiva… ¡Ouch! Wellsie, ¿qué demonios pasa?
Hubo una rápida conversación en el Lenguaje Antiguo.
– De cualquier forma -dijo Tohr al teléfono-. Mándame un mensaje de texto cuando acabes, ¿okay?
John silbó dos veces, colgó, y puso el plato y el tenedor en el fregadero.
Terapia… entrenamiento… Ninguna de las dos era algo por lo que esperar, pero todas estas cosas eran lo mismo, iba a tomar cualquier ventaja sobre Lash cualquier día. Demonios, por lo menos la cita con el médico no duraría más de 60 minutos. Lash había tenido que tratar con él durante horas.
En la salida cogió su chaqueta y el bloc de notas. Cuando abrió la puerta el gran humano estaba de pie delante de él mirando hacia abajo y sonriéndole.
– Hola, tio. Soy Butch. Butch O'Neal. Tu taxi.
Guau. Este Butch O'Neal era… bueno, el tipo estaba vestido como un modelo de GQ, para empezar. Debajo de un abrigo negro de cachemir llevaba un original traje de rayas, una corbata roja impresionante, una camisa blanca brillante. El pelo negro le caía sobre la frente en un estilo casual, como peinado con los dedos de manera totalmente fascinante.
Y los zapatos… guau. Gucci, realmente Gucci… piel negra, con una cenefa roja y verde, y un brillante adorno dorado.
Lo curioso era que no era guapo, no del tipo Don Perfecto, al menos. El tipo tenía una nariz que había sido claramente rota dos o tres veces, y los ojos color avellana eran demasiado sagaces y agotados para ser considerados atractivos. Pero era como un arma cargada: tenía una inteligencia aguda y le rodeaba un poder peligroso que respetabas. Porque la combinación era de un rotundo asesino, literalmente.
– ¿John? ¿Estamos bien?