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Dios, era tan afeminado. Con miedo de su propia…picha. ¿Polla? ¿Pene? ¿Cómo diablos debería llamarlo? ¿Cómo lo llamaban los hombres normales? Bien, George no era una opción. Pero de alguna manera referirse a ello como…ello, no le parecía correcto nunca más. Ahora que se habían dado la mano, por así decirlo.

Dejó la cosa y deslizó la mano por la cinturilla de los boxers. Estaba mareado y nervioso, pero calculó que tendría que acabar la rutina de Lewis y Clark. No sabía cuando tendría el corazón de hacer esto otra vez.

Barajó a… Dick, sí, comenzaría a llamarlo Dick… alrededor era como si estuviera dentro, pero fuera del camino y luego se tocó las pelotas por debajo. Sintió acercarse un shock encima de la erección del eje y la punta tembló.

Aquello se sentía agradable.

Frunció el ceño cuando exploró por primera vez lo que la Virgin le había dado. Era gracioso que todo esto a lo que había estado atado, colgando de él, durante mucho tiempo y que nunca había hecho de joven, sin duda los hombres post-transición se pasaban los días enteros haciéndolo.

Cuando se acarició las pelotas otra vez, se tensaron más y Dick se puso aún más duro. Las sensaciones hervían en la parte inferior de su cuerpo y las imágenes de Bella aparecieron en su mente, imágenes de ellos teniendo sexo, de él estirando las piernas por encima e introduciéndose profundamente en ella. Recordó con dolorosa claridad como la sentía debajo de él, el canal que ella le hizo, como estaba de apretada…

Todo esto comenzó como una bola de nieve, las imágenes en su mente, las corrientes de energía extendiéndose donde se encontraba su mano. Su boca se separó. El cuerpo le hizo una especie de oleada, sus caderas echándose hacia delante. Con un impulso, rodó sobre la espalda y empujó hacia abajo los boxers.

Y luego comprendió lo que estaba haciendo. ¿Se la estaba sacudiendo? ¿Al lado de Bella? Dios, era un bastardo repugnante.

Disgustado consigo mismo, liberó su mano y comenzó a dar tirones de los boxers de regreso…

– No pares -dijo Bella suavemente.

Una explosión de frío se le disparó por la espina a Z. Roto. Los ojos se dirigieron a los suyos cuando la sangre se le subió a la cara. Pero ella sólo le sonrió y le acarició el brazo.

– Eres tan hermoso. De camino puedes arquearte en este momento. Termínalo, Zsadist. Sé que es lo que quieres hacer y no tienes por qué avergonzarte. Estas muy guapo cuando te tocas.

Le besó el bícep, sus ojos dirigiéndose hacia sus boxers.

– Termínalo -le susurró- déjame verte terminar.

Pareciendo un idiota deseoso, pero curiosamente incapaz de parar, se sentó y se desnudó.

Bella hizo un ruido de aprobación cuando se tumbó otra vez. Tomando la fuerza de ella, deslizó despacio la mano hacia abajo por su estómago, sintiendo tensarse sus músculos y la lisa piel sin pelo que los cubría. La verdad es que no esperaba ser capaz de continuar…

Mierda santa. La cosa estaba muy dura, podía sentir el latido del corazón tamborileando por ello.

Miró fijamente los profundos ojos azules de Bella mientras movía la palma de la mano arriba y abajo. Escalofríos de placer comenzaron a dispararse y correr a través de su cuerpo. Dios… tenerla mirando le funcionaba, incluso cuando no tendría que hacerlo. Cuando él había sido observado antes…

No, el pasado no era bienvenido. Si se entretenía en lo que le había pasado hacía un siglo, iba a perderse este momento con Bella.

Con un empujón y un golpe cerró sus recuerdos distanciándose de lo que le habían hecho delante de una audiencia. Los ojos de Bella… lo miraban. Estaba en ellos. Se ahogaba en ellos.

Su mirada fija era tan encantadora, brillante por encima de su color, abrazándolo como si estuviera entre sus brazos. Miró sus labios. Su estómago… La creciente necesidad en su sangre dio un geométrico salto, explotando de manera que cada pulgada que sentía era una erótica tensión.

Los ojos de Bella fueron a la deriva hacia abajo. Mientras lo miraba trabar en ello, se tomó el labio inferior entre sus dientes. Sus colmillos eran dos pequeñas dagas blancas y él las quería sobre su piel otra vez. Quería chupar de ella.

– Bella… -gimió él. Joder, realmente estaba en esto.

Levantó una de sus piernas, los gemidos salían de su garganta mientras movía la mano más rápidamente y luego concentraba el movimiento en la punta. Un segundo más tarde se perdió. Gritó mientras su cabeza golpeaba la almohada y su espalda se curvaba hacia el techo. Calientes motores golpeaban su pecho y su vientre y las rítmicas liberaciones continuaron un rato mientras lo terminaba. Se paró cuando la cabeza estuvo demasiado sensible para tocarla.

Estaba mareado como el infierno y respiraba con dificultad cuando se inclinó a su lado y la besó. Cuando se retiró, sus ojos le mostraron cuan claramente lo leía. Ella sabía que lo había ayudado esta primera vez. Incluso de alguna manera ella no lo miraba con compasión. No parecía que le preocupara que él fuera un pobre asno que hasta ahora no había sido capaz de merecer tocarse.

Él abrió la boca.

– Yo…

Un golpe cortó la declaración, no tenía hecho el trabajo.

– No abras la puerta -ladró él, limpiándose con los boxers. Besó a Bella y le colocó una sábana por encima antes de atravesar la habitación.

Reforzó su hombro contra la puerta, como si quien quiera que estuviera al otro lado pudiera entrar en la habitación. Fue un estúpido impulso, pero de ningún modo nadie iba a ver a Bella en su brillante postnecesidad. Esto era sólo para él.

– Qué -dijo él.

La voz de Phury sonó amortiguada.

– El Explorer al que le metiste tu teléfono se movió anoche. Fue al supermercado donde Wellsie compró las manzanas del festival del solsticio. Hemos cancelado las órdenes, pero tenemos que hacer un reconocimiento. Reunión de la Hermandad en el estudio de Wrath en diez minutos.

Z cerró los ojos y apoyó la frente en la madera. La vida real había regresado.

– ¿Zsadist? ¿Me has oído?

Miró a Bella, pensando en que su tiempo juntos había terminado. Y viendo como juntaba las sábanas hacia su barbilla como si tuviera frío, ella también lo supo…

Dios… dolía, pensó él. En realidad se sentía… herido.

– Estaré allí -dijo él.

Dejando caer los ojos sobre Bella, se giró y se dirigió a la ducha.

CAPÍTULO 36

Cuando la noche cayó, O enfurecido se acercó a la cabina y recogió las municiones que necesitaría. Había vuelto hacía media hora y el día que había pasado había sido una mierda. Primero se había dirigido a Omega y había recibido una jodida riña. Literalmente. El amo había estado jorobando sobre los dos lessers que habían sido detenidos, como si hubiera sido fallo de O, que esos incompetentes obtuviesen un manotazo y fuesen disecados.

Después de que O compartiera la primera ola, el bastardo del amo había sacado a los asesinos humanos, replegando la sujeción sobre ellos como si fueran perros con correas. De una forma interesante, no le fue fácil. Llamar a los miembros de la Sociedad para que volvieran a casa no era la clase de cosa que se consiguiera con un golpe de muñeca fácilmente, y la debilidad era algo a recordar.

No es que la debilidad hubiese durado. Hombre, O no tenía dudas de que aquellos dos lessers habían lamentado el día que negociaron sus almas. Omega había comenzado con ellos inmediatamente y la escena había parecido una película de Clive Baker. Y la cosa era que, los asesinos eran no muertos, entonces el castigo podría seguir sin cesar hasta que Omega se aburriera.

Lo había mirado muy concentrado cuando O había salido.

La vuelta al mundo temporalmente había sido una total llamada al asesinato. Durante la ausencia de O, una insurrección de Betas había arraigado. Una escuadrilla de ellos, cuatro en total, estaban aburridos y habían decidido atacar a otros lessers, en una especie de juego de caza-y-mata que causó varias víctimas en la Sociedad. Los correos de voz de U cada vez eran más frenéticos, dejados sobre el curso de seis horas, eran la clase de modernización que hacían que un hombre quisiera gritar.