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Arriba en la pared, en un dorado marco adornado había un retrato de su esposa… y estaba cubierta por seda negra. Debajo de la pintura, sobre un saliente de mármol, había un cáliz de oro boca abajo y un mantel de paño blanco con tres filas de diez pequeñas piedras. Veintinueve eran rubíes. El último, en la esquina izquierda inferior, era negro.

El ritual era diferente del cristiano con el que él había vivido como un humano, pero esto era en memoria a su esposa.

Los intestinos de O se convirtieron en serpientes, bullendo y silbando dentro de su vientre. Le dieron ganas de vomitar.

Su mujer estaba muerta.

– No me mires así -murmuró Phury mientras cojeaba alrededor de su cuarto. El costado le dolía como un demonio. Intentaba prepararse para salir y una exaltada mamá gallina Butch no ayudaba.

El policía sacudió la cabeza

– Necesitas ver a un doctor, grandullón.

El hecho de que el policía tuviera razón, le causaba aún más enojo a Phury

– No, no lo necesito.

– Vamos amigo si fueras a pasarte el día en el sofá quizás, pero no luchando. Vamos amigo, si Tohr hubiera sabido que ibas a salir con esto, habría puesto tu cabeza en una estaca.

Cierto

– Estaré bien, sólo tengo que calentar.

– Sí, entrenar le va a hacer mucho bien a ese agujero que tienes en el hígado. De hecho, tal vez pueda conseguirte algunos ben-gay [14] y sencillamente te daríamos masajes para sacarte la mierda.

Phury lo fulmino con la mirada a través del cuarto, Butch enarco una ceja.

– Déjame en paz poli.

– ¡No me digas!, oye sobre eso… puedes gritarme mientras te llevo con Havers.

– No necesito escolta.

– Pero si te llevo, sabré a donde fuiste. -Butch sacó las llaves de la Escalade del bolsillo y las balanceó en el aire-. Además, soy un buen taxista. Sólo pregúntale a John.

– No quiero ir.

– Bueno en palabras de Vishous, un deseo en una mano, mierda en la otra. Mira que tú tienes el máximo.

Rehvenge aparcó el Bentley enfrente del hogar de Havers y Marissa y camino cuidadosamente hasta la magnífica puerta. Levantó la pesada aldaba con cabeza de león y la dejo caer con una sonora reverberación. Inmediatamente fue recibido por un doggen y conducido a una sala.

Marissa se levantó de un sofá de seda, y él la saludo con una breve inclinación mientras decía al mayordomo que él conservaría el abrigo. Cuando se quedaron solos Marissa se precipitó a tomar sus manos, su largo vestido amarillo pálido se arrastraba tras ella como niebla. Él tomo ambas palmas y las beso.

– Rehv… Estoy tan contenta que nos hayas llamado, queremos ayudar.

– Aprecio que hallan acogido a Bella.

– Es bienvenida a quedarse siempre que lo necesite, sin embargo me gustaría que pudieras decirnos que ocurre.

– Sencillamente son tiempos peligros.

– Cierto. -Ella frunció el ceño y miro atrás de su hombro-. ¿No esta ella contigo?

– Nos reuniremos aquí, no debería tardar. -Consultó su reloj-. Sí, llegue temprano.

Ayudo a Marissa a sentarse en el sofá, por la manera en que se ellos lo hicieron los pliegues de su abrigo de cibelina cayeron a través de sus pies. Ella extendió la mano y acarició la piel, riendo un poco. Se quedaron en silencio un rato.

Estaba ansioso por ver a Bella, En realidad estaba… nervioso.

– ¿Cómo te encuentras? -pregunto tratando de enfocarse en algo.

– Ah, hablas de después de… -Marissa se ruborizó-. Bien, muy bien… Muchas gracias.

A él realmente le gustaban sus maneras, tan suaves y gentiles, Tan tímida y controlada, aunque ella fuera una de las raras bellezas de su especie, y todos lo sabían. Amigo, todos se preguntaban como Wrath pudo contenerse con ella.

– ¿Vendrás a mí otra vez? -Dijo Rehv en voz baja-. ¿Me dejarás alimentarte otra vez?

– Sí -contestó, bajando los ojos-. Si me dejas.

– No puedo esperar -gruño él, por la manera en que ella lo miro forzó una sonrisa aunque en realidad no quería hacerlo. Quería hacer otras cosas con la boca ninguna de las cuales sería del agrado de ella. Gracias a Dios por la dopamina-. No te preocupes Thally sólo para alimentarte.

Ella pareció evaluarlo y afirmó con la cabeza

– Y si necesitas… necesitas alimentarte…

Rehv bajó su barbilla y la miro fijamente con los parpados entornados, imágenes eróticas destellaron en su mente. Ella se retiró, claramente alarmada por su expresión, no se sorprendió. De ninguno modo ella podría manejar la clase de mierda enferma que era él.

Rehv levantó la cabeza

– Es una oferta generosa, thally. Pero lo mantendremos unilateralmente.

Hubo alivio en su cara cuando su celular comenzó a sonar y lo saco para comprobar la identidad de quien llamaba. Su corazón comenzó a latir, era el encargado de la seguridad de su casa.

– Discúlpame un momento.

Después de que escuchara el mensaje de que alguien había saltado el muro, activado un buen número de detectores de movimiento y desconectado la electricidad, Rehv le dijo a su gente que apagara todas las alarmar interiores, quería que el responsable permaneciera dentro.

Tan pronto como viera a Bella, regresaría a casa.

– ¿Pasa algo malo? -preguntó Marissa en cuanto cerró el teléfono.

– No, en lo absoluto. -Por el contrario.

Cuando la aldaba de la puerta de la calle sonó Rehv se puso rígido.

Un doggen pasó por delante de la puerta de la sala para atender.

– ¿Quieres que os deje solos? -dijo Marissa.

La gran puerta de la mansión se abrió y cerró. Hubo un suave intercambio de voces, una de ellas la del doggen la otra de Bella.

Rehv se apoyo en su bastón y se levanto despacio cuando Bella apareció en la entrada. Llevaba vaqueros azules y una parka negra, y su largo pelo brillaba sobre los hombros. Se veía… viva… sana. Pero había edad en su cara, nuevas líneas de preocupación y tensión ponían un paréntesis en su boca.

Esperó a que corriera a sus brazos, pero solamente lo miró fijamente… aislada, inalcanzable. O tal vez solamente estaba tan entumecida después de todo por lo que había pasado que ya no tenía ninguna reacción que mostrar al mundo.

Los ojos de Revh se humedecieron cuando coloco su bastón en el piso y fue a ella aun cuando no pudiera sentir la fina alfombra bajo sus zapatos, capto la sorpresa en su cara cuando la atrajo a él.

Dulce virgen, Como deseaba poder sentir la manera en que la abrazaba. Se maldijo por no saber si ella le devolvía el abrazo. No quería forzarla así que se obligo a dejarla ir.

Cuando dejo caer sus brazos ella se pegó a él, no se movió pero permaneció cerca, entonces la abrazo de nuevo.

– Oh… Dios, Rehvenge… – Se estremeció.

– Te amo, hermana mía -dijo suavemente sin vergüenza en el momento que era menos del hombre que debía ser.

CAPÍTULO 42

O salió directamente por la puerta de la mansión de ladrillo dejándola abierta de par en par tras él, mientras bajaba por el sendero, la nieve formaba remolinos en el viento frió.

La visión de aquel retrato era un eco en su cerebro que no lo dejaría, no palidecería. Él había matado a su mujer. Golpeándola tan fuerte que había muerto. Dios… debería haberla llevado a un doctor. O tal vez si aquel Hermano lleno de cicatrices no la hubiera robado, tal vez habría vivido… Quizás había muerto porque la habían trasladado.

Entonces, ¿O la había matado? ¿O habría vivido si le hubieran permitido quedarse con él? Que tal si. -Oh joder… Buscar la verdad era algo estúpido. Ella estaba muerta y él no tenía nada que enterrar porque aquel Hermano bastardo la había alejado de él. Punto.

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[14] Ben-gay, pomada térmica de aplicación tópica para dolores musculares.