Una tras otra en ambas direcciones del pasillo, las luces fluorescentes del techo explotaron, destellando brillantes y dejando serpentinas de chispas corriendo desde las instalaciones. La energía vibró por el suelo de hormigón, y por las grietas de las paredes.
Por la puerta rota John vio un torbellino en la oficina, los Hermanos retrocedían ante él, con las manos delante de sus caras. Los muebles salieron volando alrededor de un agujero negro en el centro del cuarto, uno que tenia vagamente la forma de la cabeza y cuerpo de Tohr.
Hubo otro aullido sobrenatural y luego el vacío manchado de tinta desapareció, el mobiliario se estrellaba, el temblor en el suelo cesó. Los papeles revolotearon suavemente sobre el caos como la nieve sobre un accidente de tráfico.
Tohrment se habia ido.
John se soltó de las manos de Phury y entró corriendo en la oficina. Los Hermanos lo miraron, él gritaba con la boca abierta sin alticular sonidos:
– ¡Padre… padre… padre!
CAPÍTULO 44
Algunos días eran eternos, penso Phury más tarde. Y cuando el sol bajó, no había ningún final para ellos.
Cuando las contraventanas se levantaron por la tarde, él tomó asiento en un sofá largo y delgado y miró a través del estudio de Wrath a Zsadist. Los otros Hermanos estaban tan mudos como él.
Z acababa de dejar caer otra bomba en lo que era ya una zona de guerra. Primero fue Tohr, Wellsie, y una hembra joven. Ahora esto.
– Jesús, Z… -Wrath frotó sus ojos y sacudió la cabeza.- ¿No pensaste mencionarlo antes?
– Hemos tenido otra mierda con que tratar. Además, me encontraré con el asesino sólo, pase lo que pase. No es realmente una discusión.
– Z, amigo… no puedo dejarte hacer esto.
Phury se preparó para la reacción de su gemelo. Como hicieron los demás en el cuarto. Estaban todos agotados, pero sabiendolo Z, tendría bastante buen juicio para dejarse golpear.
El hermano sólo encogió los hombros.
– El lesser me quiere, y debo tener cuidado con él. Por Bella. Por Tohr. ¿Además, está la rehén femenina? No puedo ir, además el respaldo no es una opción.
– Hermano, estas caminando hacia tu tumba.
– Entonces haré un infierno y mucho daño antes de que ellos me atrapen.
Wrath cruzó sus brazos sobre su pecho.
– No, Z, no puedo dejarte ir.
– Matarán a la hembra.
– Hay otro modo de manejarlo. Sólo tenemos que entender cuál es.
Hubo un pausa como un latido del corazon. Entonces Z dijo:
– Quiero a cada uno de ustedes fuera del cuarto, entonces podré hablar con Wrath. Excepto tú, Phury. Tú te quedas.
Butch, Vishous, y Rhage se miraron unos al otros, luego enfocaron al Rey. Cuando él asintio con la cabeza, se marcharon.
Z cerro la puerta detrás de ellos y se quedo con la espalda apoyada en ella.
– No puedes detenerme. Soy el ahvenging de mi shellan. Soy el ahvenging de la shellan de mi hermano. No tienes ninguna derecho a detenerme. Es mi derecho como guerrero.
Wrath blasfemó.
– Nunca la apareaste.
– No necesito una ceremonia para saber que es mi shellan.
– Z…
– ¿Y Tohr? ¿Dices que él no es mi hermano? Tú estabas allí la noche que me trajeron a la Hermandad de la Daga Negra. Sabes que Tohrment es carne de mi carne. Poseo el derecho de ahvenge también.
Wrath se apoyo hacia atrás en su silla, su peso la hizo crujir en protesta.
– Cristo, Zsadist, no digo que no puedas ir. Sólo quiero que no vayas solo.
Phury miraba de acá para allá entre los dos. Nunca había visto a Zsadist en tal calma. Su hermano estaba enfocando en lo que deseaba, sus ojos perspicaces y con un proposito mortal. Si no fuera tan espeluznante, habría sido notable.
– No arreglé las reglas de este guión -dijo Z.
– Morirás si vas por él.
– Bien… en cierto modo estoy listo.
Phury sintió que su piel se tensaba por todas partes.
– ¿Perdóna? -silbó Wrath.
Z se alejó de la puerta y caminó por el elegante cuarto francés. Se paró delante del fuego, y las llamas rebotaron en su cara arruinada.
– Estoy listo para terminar con esto.
– ¿Qué demonios dices?
– Quiero ir por él, quiero capturar a este lesser para mí y cuando lo haga. Habrá verdaderas llamaradas de gloria. Estallaremos en llamas con mi energia.
La boca de Wrath se aflojo.
– ¿Me pides permiso para suicidarte?
La cabeza de Z fue de acá para allá.
– No, porque salvo que me encadenen, no vas a impedirme que vaya al cine esta noche. Lo que quiero es que te asegures de que no le hagan daño a nadie mas. Quiero que mandes a los demás, sobre todo a él -Z miraba intencionadamente a Phury-, lejos.
Wrath se quitó los lentes de sol y frotó sus ojos otra vez. Cuando alzó la vista, sus iris verdes pálidos brillaron como focos en su cara.
– Ya hubo demasiadas muertes en la Hermandad. No hagas esto.
– Tengo que ir. Voy a ir. Tan sólo ordena a los demás que se alejen.
Se hizo un largo silencio, tenso. Entonces Wrath dio la única respuesta que tenía.
– Así será.
Con las ruedas puestas en movimiento para la muerte de Z, Phury se inclinó y puso sus codos sobre las rodillas. Él pensó en el gusto de la sangre de Bella, y la especia muy especial que su lengua había descubierto.
– Lo siento.
Cuando sintió que Wrath y Z reparaban en él, se dio cuenta que había hablado en voz alta. Se puso de pie.
– Lo siento, ¿Me excusais?
Zsadist frunció el ceño.
– Espera. Necesito algo de ti.
Phury contempló la cara de su gemelo, remontando la cicatriz que lo cruzaba, absorbiendo los matices en un modo que nunca habia thecho.
– Dime.
– Prométeme que no dejarás la Hermandad después de que me haya ido.
Z señaló a Wrath.
– Y házlo sobre su anillo.
– ¿Por qué?
– Sólo házlo.
Phury frunció el ceño.
– ¿Por qué?
– No quiero que estes sólo.
Phury miró fijamente por mucho tiempo a Z, pensando en las vidas de ambos. Amigo, ellos realmente habían sido maldecidos, aunque el por qué de ello era totalmente desconocido. Tal vez sólo era mala suerte, aunque le gustaba pensar que había una razón.
Lógica… la lógica era mejor que el destino caprichoso que lo atomentaba con fuerza.
– Bebí de ella -dijo él repentinamente-. De Bella. Bebí la noche pasada cuando fui con Havers. ¿Todavía tienes ganas de que alguien me vigile?
Zsadist cerró los ojos. Como un esbozo frío, una onda de desesperación salió de él y pasó por el cuarto.
– Me alegro que lo hayas hecho. ¿Ahora vas a darme tu palabra?
– Venga Z…
– Todo lo que quiero es tu promesa. Nada más.
– Seguro. Nada más.
Cristo, bien.
Phury derrotado fue hacia Wrath, doblando la rodilla, se inclinó sobre el anillo del rey. En la Vieja Lengua, dijo:
– Mientras que respire, permaneceré dentro de la Hermandad. Humildemente ofrezco este voto, que puede ser aceptable para tus oídos, Mi Señor.
– Es aceptable -Wrath contestó-. Ofrece tus labios al anillo y sella las palabras sobre tu honor.
Phury besó el diamante negro del Rey y se elevó otra vez.
– Ahora, si el drama terminó, me voy de aqui.
Cuando llegó a la puerta, se paró y miró hacia atrás a la cara de Wrath.
– ¿Te he dicho alguna vez cuan honrrado estoy de servirte?
Wrath retrocedió un poco.
– Ah, no, pero…
– Realmente ha sido un honor. -Cuando los ojos del Rey se estrecharon, Phury sonrió un poco-. No se por qué de repente me sobrevino. Probablemente la vista de postrarme a tus pies justo ahora.