Bella comenzó a temblar. Recordaba muy bien ese aroma, lo recordaba de la primera vez que había ido al complejo de entrenamiento de la Hermandad, lo recordaba de un tiempo después de eso, cuando había ido a su mansión.
Zsadist. Zsadist estaba en ese auto con ella.
El corazón le latió con fuerza. Luchó para abrir los ojos, pero ambos parpados se negaron a obedecerla o tal vez ya estuvieran abiertos y era sólo que estaba muy oscuro para que pudiera ver algo.
¿Fui rescatada? -preguntó-. ¿Viniste por mi, Zsadist?
Pero ningún sonido salió de su boca, aunque movió los labios. Formó las palabras otra vez, forzando aire a través de su caja de resonancia. Emitió un áspero gemido, nada más.
¿Por que no funcionaban sus ojos?
Empezó a revolcarse hacia uno y otro lado y luego oyó el sonido más dulce que alguna vez hubiera llegado a sus oídos.
– Te tengo, Bella -la voz de Zsadist. Baja. Llena de fuerza-. Estás a salvo. Fuera de allí. Y nunca volverás.
Había venido a buscarla. Había venido a buscarla…
Empezó a sollozar. Pareció que el auto disminuía la velocidad, pero entonces la dobló acelerando.
Su alivio fue tan grande, que se deslizó hacia la oscuridad.
Zsadist abrió de una patada la puerta de su habitación, haciendo saltar el mecanismo de la cerradura limpiamente. El sonido fue fuerte, y Bella se removió en sus brazos, gimiendo. Se congeló cuando empezó a girar la cabeza de un lado a otro en la curvatura de su brazo.
Eso era bueno, pensó. Eso era muy bueno.
– Vamos, Bella, vuelve a mí. Despiértate -pero ella no recobró la conciencia.
Fue hacia el jergón y la acostó donde él dormía. Cuando miró hacia arriba, Wrath y Phury estaban en la entrada, los dos enormes machos bloqueando la mayor parte de la luz que provenía del corredor.
– Necesita ir a donde Havers -dijo Wrath-. Necesita tratamiento.
– Havers puede hacer lo que tenga que hacer aquí. No saldrá de esta habitación.
Z ignoró el largo silencio que siguió, totalmente hipnotizado observando como respiraba Bella. El pecho subía y bajaba a un ritmo regular, pero parecía demasiado superficial.
La mirada de Phury era una que el conocía bien.
– Zsadist…
– Olvídalo. La verá aquí. Y nadie va a tocarla sin mi permiso o sin que yo esté presente. -Cuando miró hacia arriba a sus hermanos, Wrath y Phury parecían totalmente confundidos- Por el amor de Cristo, ¿quieren que lo diga en el Idioma Antiguo por si acaso ambos olvidaron como hablar español? No va a ninguna parte.
Con una maldición, Wrath abrió su móvil y habló rápida y firmemente.
Cuando lo cerró, dijo:
– Fritz ya está en la ciudad, y va a recoger al doctor. Llegarán aquí en veinte minutos.
Z asintió y miró los párpados de Bella. Deseó poder ser el que se hiciera cargo de lo que le hubieran hecho ellos. Deseaba que ella se sintiera aliviada ahora. Oh, Dios… como debió haber sufrido.
Se dio cuenta de que Phury se había acercado, y no le gustó que su hermano se arrodillara.
Los instintos de Z eran hacer una barricada delante del cuerpo de Bella con el suyo propio, evitando que su mellizo, Wrath, el doctor, o cualquier macho pudiera verla. No entendía ese impulso, no sabía el origen, pero era tan fuerte que casi se lanza al cuello de Phury.
Y entonces su mellizo estiró la mano como para tocarle el tobillo. Los labios de Z se retiraron para desnudar los colmillos, saliéndole un gruñido de la garganta.
La cabeza de Phury se alzó rápidamente.
– ¿Por qué estás actuando así?
Ella es mía, pensó Z.
Pero en el instante que le llegó esa convicción, se apartó. ¿Que demonios estaba haciendo?
– Está herida -murmuró-. Sólo no te metas con ella, ¿okay?
Havers llegó quince minutos después. El alto y delgado médico llevaba un maletín de cuero en la mano y se veía preparado para realizar su trabajo. Pero cuando se adelantó, Z se abalanzó hacia él, interceptando al macho y poniéndolo contra la pared. Los pálidos ojos de Havers se le salieron de las órbitas detrás de sus lentes de carey, y dejó caer su maletín al piso.
Wrath maldijo.
– Jesús…
Z ignoró las manos que trataban de apartarlo y clavó la mirada en el médico.
– La tratarás mejor de lo que harías con alguien de tu propia sangre. Si ella sufre una sola sacudida innecesaria, me cobraré en tu pellejo multiplicado por cien veces lo que haya sufrido.
El delgado cuerpo de Havers temblaba, la boca se movía sin emitir sonido.
Phury le dio un fuerte tirón sin lograr apartarlo.
– Z, tómatelo con calma…
– Quédate fuera de esto -dijo bruscamente-. ¿Estamos de acuerdo doctor?
– Si… si, señor -cuando Z lo soltó, Havers tosió y se arregló la corbata. Luego frunció el ceño-. ¿Señor…? Está sangrando. Su pierna…
– No te preocupes por mí. Preocúpate por ella. Ahora.
El macho asintió, manoseando el maletín, se acercó al jergón. Cuando se agachó sobre las rodillas al lado de Bella, Z deseo que las luces se encendieran en la habitación.
La áspera inhalación de Havers fue lo más próximo a una maldición que un macho educado como él pudiera proferir. Murmuró en voz baja en el Idioma Antiguo:
– Hacerle esto a una hembra… Por la misericordia de Fade.
– Sácale los puntos -demandó Z, asomándose por sobre el médico.
– Primero tengo que examinarla. Debo comprobar si tiene heridas más graves.
Havers abrió el maletín y saco un estetoscopio, un aparato para medir la presión y un lápiz linterna. Le controló el pulso y la respiración, miró dentro de los oídos y la nariz y le tomó la presión. Cuando le abrió la boca ella se encogió un poco, pero luego cuando le levantó la cabeza empezó a luchar en serio.
Justo cuando Zsadist se abalanzaba hacia el médico, el pesado brazo de Phury se cerró sobre el pecho de Z y lo tiró hacia atrás.
– No la está lastimando y lo sabes.
Z luchó contra el agarre, odiando la sensación del cuerpo de Phury contra el suyo. Pero su mellizo no aflojó, sabía que era lo mejor. Estaba actuando impulsivamente, y derribar al doctor hubiera sido una jugada estúpida. Demonios, probablemente no debería estar armado en ese momento.
Obviamente Phury había seguido una línea de pensamiento similar en ese instante. Le sacó las dagas que Z llevaba en el pecho y se las entregó a Wrath. También le quitó las pistolas.
Havers miró hacia arriba y pareció aliviado de que las armas se hubieran ido.
– Yo… Ah, voy a darle una medicación suave para el dolor. La respiración y el pulso son lo suficientemente fuertes así que podrá soportarlo bien, y hará que el resto del examen y lo que sigue sea más fácil de tolerar para ella. ¿Okay?
No fue hasta que Z asintió que el médico le administró un inyectable. Cuando la tensión en el cuerpo de Bella disminuyó, el doctor sacó un par de tijeras y se dirigió hacia la parte de abajo del ensangrentado camisón que la cubría.
Mientras levantaba el dobladillo, Z sintió una rabia roja.
– ¡Detente!
El Doctor se protegió la cabeza con los brazos esperando que lo golpeara, pero todo lo que Z hizo fue enfrentar la mirada de Phury y luego la de Wrath.
– Ninguno de ustedes dos va a verla desnuda. Cierren los ojos o dense la vuelta.
Ambos lo miraron por un momento. Luego Wrath le dio la espada y Phury bajó los párpados, aunque mantuvo su agarre firme sobre el pecho de Z.
Zsadist miró duramente al Doctor.
– Si vas a quitarle la ropa, cúbrela con algo.
– ¿Que debería usar?
– Una toalla del baño.
– Yo la traeré -dijo Wrath. Después de entregársela, volvió a su lugar mirando hacia la puerta.
Havers extendió la toalla sobre el cuerpo de Bella y luego cortó el camisón por un lado. Miró hacia arriba antes de levantar nada.