Y O ya tenía suficientes problemas… problemas que estaban haciendo sonar su móvil otra vez siendo esta la llamada número ochocientos. La cosa había empezado a sonar hacía veinte minutos, y desde entonces las llamadas no habían parado de llegar. Sacó el Nokia de la chaqueta de cuero. El identificador de llamadas mostraba el número como desconocido. Probablemente U, o aún peor, el señor X.
Había corrido la voz de que el Centro había sido incinerado.
Cuando el móvil dejó de sonar, O marco el número de U. Tan pronto contesto, O dijo -¿Me estabas buscando?
– Cristo, ¿Qué paso ahí afuera? ¡El señor X dijo que el lugar estaba destruido!
– No sé lo que paso.
– Pero estabas allí, ¿verdad? Dijiste que ibas a ir.
– ¿Le dijiste eso al señor X?
– Si. Y escucha, será mejor que te cuides. El Fore-lesser esta furioso y buscándote.
O se apoyo contra la fría carrocería del Taurus. Infierno sagrado. No tenía tiempo para esto. Su esposa estaba de algún lugar, apartada de él, viva o muerta, y sin importar en que estado se encontrara, necesitaba tenerla de regreso. Luego tenía que ir detrás de ese Hermano con la cicatriz que la había secuestrado y poner a ese feo bastardo bajo tierra. Duramente.
– ¿O? ¿Estás ahí?
Maldita sea… Tal vez debería haberlo dispuesto para que pareciera como si hubiera muerto en la explosión. Podría haber dejado el camión en el lugar para desaparecer caminando a través del bosque. Si, pero ¿y después, que? No tenía dinero, ni transporte, ni refuerzos contra la Hermandad mientras iba detrás del de la cicatriz. Sería un ASHI [9]lesser, lo que significaba que si alguien se daba cuenta de su acto de desaparición, toda la Sociedad lo cazaría como a un perro.
– ¿O?
– Honestamente no sé lo que pasó. Cuando llegué allí era polvo.
– El señor X piensa que incendiaste el lugar.
– Claro que lo piensa. Asumir eso es conveniente para él, aunque si lo piensas no tengo motivos. Te llamaré después.
Cerró el móvil y lo guardó en la chaqueta. Luego volvió a sacarlo y lo apagó.
Mientras se frotaba la cara, no podía sentir nada, y no era a causa del frío.
Amigo, estaba de mierda hasta las cejas. El señor X necesitaba culpar a alguien de esa pila de cenizas, y O iba a ser esa persona. Si no lo mataban en el acto, el castigo ideado para él sería muy severo. Dios sabía que la última vez que le habían dado una reprimenda el Omega casi lo había matado. Maldito fuera… ¿Cuáles eran sus opciones?
Cuando la solución le llego, se estremeció. Pero el táctico en él se regocijó.
El primer paso era tener acceso a los pergaminos de la Sociedad antes de que el señor X lo encontrara. Eso significaba que necesitaba una conexión a Internet. Lo que quería decir que iba a volver donde U.
John dejó el estudio de Wrath y caminó por el pasillo hacia la izquierda, manteniéndose cerca de Tohr. Había puertas más o menos cada nueve metros, dispuestas en la pared contraria al balcón, como si se tratara de un hotel. ¿Cuánta gente vivía allí?
Tohr se detuvo y llamó en una de las puertas. Como no obtuvo respuesta volvió a golpear y dijo:
– Phury, tío ¿tienes un segundo?
– ¿Me estabas buscando? -llegó una profunda voz desde atrás de ellos.
Un hombre con un montón de precioso cabello venía caminando por el pasillo. Aquello de su cabeza era de todos los diferentes colores, cayéndole sobre la espalda en ondas. Le sonrió a John, luego miró a Tohr.
– Hey, hermano -dijo Tohr. Luego ambos cambiaron para hablar en el Idioma Antiguo mientras el hombre abría la puerta.
John miró dentro del dormitorio. Había una enorme y antigua cama con dosel con almohadas alineadas contra el cabecero tallado. Montones de elegantes cosas decorativas. El lugar olía a Starbucks.
El hombre del cabello volvió a hablar en español y lo miró con una sonrisa.
– John, soy Phury. Creo que ambos iremos a ver al médico esta noche.
Tohr puso la mano sobre el hombro de John.
– Entonces, te veo después, ¿vale? Tienes el número de mi móvil. Sólo envíame un mensaje de texto si necesitas algo.
John asintió y miro como Tohr salía de la habitación a zancadas. Ver alejarse esos amplios hombros lo hizo sentir muy solo.
Al menos hasta que Phury dijo quedamente,
– No te preocupes. Nunca está muy lejos, y te cuidaré muy bien.
John miró hacia arriba a esos cálidos ojos amarillos. Wow… Las cosas eran del color de los jilgueros. Cuando se dio cuenta de que se estaba relajando, reconoció el nombre. Phury… este era el hombre que sería uno de sus profesores.
Bien, -pensó John.
– Entra. Acabo de llegar de hacer un pequeño recado.
Al cruzar la puerta, el humeante olor a café se hizo más fuerte.
– ¿Alguna vez has ido a ver a Havers?
John negó con la cabeza y descubrió un sillón contra una ventana. Fue hacia allí y se sentó.
– Bueno, no tienes nada de que preocuparte. Nos aseguraremos de que te traten bien. Así que ¿supongo que te tomaran una muestra de sangre?
John asintió. Tohr le había dicho que iban a sacarle sangre y a hacerle un examen físico. Probablemente ambas cosas fueran buena idea, dada la parálisis, la caída y el temblor que había sufrido en el despacho de Wrath.
Sacó su bloc y escribió, ¿Por qué vas tú al médico?
Phury se acercó y miró lo que estaba escribiendo. Con un ágil giro de su gran cuerpo, apoyó una enorme bota de vaquero en el borde del sillón. John se alejó un poco mientras el hombre se remangaba los pantalones de cuero.
Oh, Dios mío… la parte inferior de su pierna estaba hecha de varillas y tornillos.
John extendió la mano para tocar el reluciente metal, y miró hacia arriba. No se había dado cuenta de que se tocaba la garganta hasta que Phury sonrió.
– Si, lo sé todo acerca de lo que significa perder una parte de ti.
John miró de vuelta al miembro artificial y cabeceo.
– ¿Qué como pasó? -cuando John asintió, Phury dudo y luego dijo-. Me la arranqué de un disparo.
La puerta se abrió de golpe y la dura voz de un macho inundó la habitación.
– Necesito saber…
John volvió la mirada mientras las palabras morían. Luego se encogió nuevamente en el sillón.
El hombre que estaba en la entrada tenía una cicatriz, la cara desfigurada por un corte que la atravesaba por la mitad. Pero no fue eso lo que hizo que John quisiera encogerse fuera de la vista. Los negros ojos en ese rostro arruinado eran como sombras de una casa abandonada, llena de cosas que probablemente te lastimarían.
Y para remate, el hombre tenía sangre fresca sobre la pernera de los pantalones y sobre la bota izquierda.
Esa mirada cruel se estrechó y dio de lleno en la cara de John como una ráfaga de aire helado.
– ¿Qué estás mirando?
Phury bajo la pierna.
– Z…
– Te hice una pregunta, niño.
John garabateó en el bloc. Escribió rápido y le entregó apresuradamente la hoja al otro hombre, pero de alguna forma esto sólo empeoro la situación.
El deforme labio superior se levantó, revelando imponentes colmillos.
– A la mierda, chaval.
– Para ya, Z -interrumpió Phury-. Es mudo. No puede hablar -Phury ladeó el bloc hacia él-. Se esta disculpando.
John resistió el impulso de esconderse detrás del sillón cuando quedó expuesto a la vista. Pero entonces la agresividad que irradiaba el hombre se suavizo.
– ¿No puedes hablar para nada?
John sacudió la cabeza.
– Bueno, yo no sé leer. Así que estamos BJ [10] tú y yo.