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Phury negó con la cabeza.

– Nop.

– Huh. Curioso, te he visto merodeando con un tipo que parecía llevar una máscara de Halloween. En realidad, te he visto con un par de grandes machos que concuerdan con los tipos de los que oído. No crees…

– Hazme el favor de darme mis hojas. Esperaré fuera. -Phury se marchó de vuelta. Estaba de mal humor para empezar: frustrado por no haber encontrado una pelea, sangrando por dentro por haberse cerrado con Bella. Ahora no tenía tiempo para otro conflicto. Estaba puñeteramente al borde de sus nervios.

– ¿Eres célibe porque te gustan los machos?

Phury lo miró enfurecido por encima del hombro.

– ¿Qué pasa contigo esta noche? Siempre eres raro pero ahora mismo también estás siendo un verdadero gilipollas.

– Sabes, quizás sólo necesites tener sexo. No trafico con varones, pero estoy seguro que podríamos encontrarte a uno complaciente.

Por segunda vez en veinticuatro horas, Phury estalló. Avanzó a través de la oficina, cogió al Reverendo por las solapas de su Gucci, y lo clavó en la pared.

Phury presionó el pecho del tipo.

– ¿Por qué estás buscando pelea?

– ¿Me besarás antes del sexo? -murmuró el Reverendo, todavía jugando-. Creo que es lo mínimo que puedes hacer, considerando que sólo nos conocemos profesionalmente. ¿O no estás en los preliminares?

– Jódete.

– Eso es una contestación original. Habría esperado algo un poco más interesante por tu parte.

– Vale. ¿Cómo esta?

Phury le proporcionó una, irrefutable en la boca del macho, el beso, una presión entre caras, nada remotamente sexual. Y lo hizo sólo para borrar la expresión en la cara del bastardo. Funcionó. El Reverendo se puso tieso y gruñó, y Phury supo que había descubierto las intenciones del tipo. Pero sólo para asegurarse que había aprendido la lección, cortó el labio inferior del macho con un colmillo.

En el instante en que la sangre golpeó en su lengua, Phury retrocedió, con la boca abierta. A través de la sacudida respiró,

– Bien, quién lo iba a decir, comedor de pecados.

Al sonido de la palabra El Reverendo cortó toda la sandez, poniéndose bien y completamente serio. En el silencio parecía estar considerando sus negativas plausibles.

Phury negó con la cabeza.

– Ni lo intentes. Lo puedo saborear.

Los ojos amatistas se estrecharon.

– El término políticamente correcto es symphath

Las manos de Phury apretaron al macho en un acto reflejo. Mierda sagrada. Un symphath. Aquí en Caldwell y viviendo entre las especies. Tratando de hacerse pasar por cualquier otro civil.

Amigo, eso era información crucial. La última cosa que Wrath necesitaba era otra guerra civil de razas.

– Sólo te voy a señalar algo -dijo el Reverendo suavemente-. Si me delatas perderás a tu proveedor. Piensa en eso. ¿Dónde conseguirás lo que necesitas si estoy fuera de escena?

Phury miró al interior de esos ojos púrpuras, todavía cavilando sobre las implicaciones. Iba a contárselo a los Hermanos tan pronto como llegara a casa, e iba a vigilar al Reverendo de cerca. En cuanto lo de entregar al tipo… La discriminación que los symphaths habían afrontando a lo largo de la historia siempre le había parecido injusta… siempre y cuando no empezaran a sacar fuera la porquería y lo metieran en apuros. Y el Reverendo había hecho funcionar el club durante los últimos cinco años sin problemas relacionados con el comportamiento symphath

– Vamos a hacer un pequeño trato -dijo Phury, mirando enfurecidamente dentro de la violeta y fija mirada-. Me callo y tú te mantienes en el anonimato. Tampoco trates de joderme otra vez. No voy a seguirte el rollo para que me chupes las emociones, lo cual era lo que estabas haciendo ahora, ¿no? Me querías furioso porque estabas hambriento de sentimientos.

La boca del Reverendo se abrió justo cuando la puerta de la oficina se entreabrió. Una vampiro hembra entró sin invitación, parándose bruscamente cuando vio la indudable escena: dos machos juntos, el labio de El Reverendo sangrando, y sangre en la boca de Phury.

– ¡Por todos los infiernos, fuera de aquí! -ladró El Reverendo.

La hembra se fue tan rápido que tropezó golpeándose el codo con el marco de la puerta.

– ¿Entonces, tenemos un trato? -picó Phury cuando ella salió.

– Si tú admites que eres un Hermano.

– No lo soy.

Los ojos de El Reverendo relampaguearon.

– Sólo para que lo sepas, no te creo.

Phury tuvo de pronto la noción de que no fue accidental que el tema de la Hermandad hubiera surgido esta noche. Se inclinó hacia el macho. Duro.

– ¿Preguntándote qué pasaría si tu identidad saliera a la luz?

– Nosotros… -El Reverendo tomó un profundo aliento-, tenemos un trato.

Butch alzó la vista cuando la mujer que envió a controlar a Phury regresó. Normalmente las compras se hacían con rapidez, pero habían pasado unos buenos veinte minutos.

– ¿Mi chico todavía esta allí? -preguntó Butch, reparando distraídamente que ella se frotaba el codo como si le doliera.

– Oh, está allí. -Cuando le lanzó una estrecha sonrisa, de repente se dio cuenta que era una vampiro. Esa cosa como una pequeña sonrisa era una mueca que todos ellos hacían cuando estaban entre humanos.

Y ella era en cierto modo atractiva, supuso, con el largo cabello rubio y el cuero negro en sus senos y caderas. Cuando se deslizó a su lado en el asiento, atrapó su perfume y pensó ociosamente en el sexo por primera vez en… bien, desde que se encontró con Marissa en el verano.

Tomó un largo trago, acabándose el escocés en su vaso. Entonces recorrió con los ojos los senos de la hembra. Sip, el sexo estaba en su mente, pero más como un reflejo físico que cualquier otra cosa. El interés no era como el que había tenido por Marissa. Entonces la necesidad había sido… acuciante. Reverente. Importante.

La hembra a su lado le lanzó una mirada como si supiera la dirección de sus pensamientos. -Tu amigo podría estar allí un rato.

– ¿Sí?

– Ellos sólo estaban empezando a ir al grano.

– ¿La compra?

– El sexo.

La cabeza de Butch se alzó rápidamente y se miraron fijamente.

– ¿Perdona?

– Oh, ¡Uy!… -Frunció el ceño-. ¿Estáis juntos o algo así?

– No, no estamos juntos -dijo bruscamente-. ¿De qué demonios estás hablando?

– Sí, realmente no pensé que vosotros erais así. Tú vistes bien, pero no desprendes esa clase de vibración.

– Y mi amigo no está con hombres, tampoco.

– ¿Estás seguro sobre eso?

Pensó sobre su celibato y empezó a preguntarse.

Me da igual. Necesitaba otra bebida; no necesitaba inmiscuirse en los negocios de Phury. Alzando el brazo, hizo gestos a la camarera, que se acercó apresuradamente.

– Otro escocés doble -dijo. Para ser educado, se volvió hacia la hembra a su lado-. ¿Quieres algo?

La mano de ella aterrizó en su muslo.

– De hecho, sí. Pero ella no puede dármelo.

Cuando la camarera se marchó, Butch se reclinó en el reservado, estirando ambos brazos hacia fuera, abriéndose. La hembra lo tomó como una invitación, inclinándose hacia él, moviendo esa mano hacia el sur. Su cuerpo se agitó, el primer signo de vida en meses, y tuvo algún un pensamiento fugaz de que quizás podría sacarse a Marissa de la cabeza con algo de sexo.

Mientras la hembra le acariciaba a través de los pantalones, la observó con interés clínico. Sabía hacía dónde conducía esto. Lo acabaría haciendo en uno de los lavabos privados de allí. Quizás le llevaría diez minutos, si llegaba. La llevaría a correrse, hecho el trabajo, se alejaría de ella.

Dios, había echado esos polvos rutinarios cientos de veces durante su vida. Y eran realmente sólo masturbaciones disfrazadas de sexo. Ningún rollo.

Pensó en Marissa… y sintió escozor en los conductos lacrimales.