– No iremos allí otra vez -dijo-. Esta mierda no ha pasado.
– Te gustó. -Su voz fue suave pero fuerte-. Pude sentir tu sangre corriendo velozmente bajo mis manos.
– Sin discusión.
– Tu cuerpo se endurece por mí.
– ¿Quieres que te haga daño? -Mientras apretaba fuertemente una almohada, él la presionó más fuerte-. Porque, a ver si nos entendemos, el sexo y yo sólo seguimos un camino, y no es algo de lo que quieras formar parte.
– Me gustó la manera en que me besaste. Quiero acostarme contigo. Hacer el amor contigo.
– ¿Hacer el amor? ¿Hacer el amor? -Extendió los brazos-. Bella… todo lo que puedo ofrecerte es un polvo. No te gustaría, y francamente no me gustaría hacértelo. Mereces más.
– Sentí tus labios sobre los míos. Fueron suaves…
– Oh, por favor…
– ¡Cállate y déjame terminar!
Z se quedó boquiabierto seguro que le había dado una patada en el trasero. Nadie le había hablado en ese tono. La anomalía sola habría obtenido su atención, pero el hecho que fuera ella lo dejó pasmado.
Bella echó su cabello por encima del hombro.
– Si no deseas estar conmigo, de acuerdo. Sólo tienes que decirlo. Pero no te escondas detrás del querer protegerme. ¿Crees que no sé como de rudo sería el sexo contigo?
– ¿Es por eso que lo deseas? -Preguntó con voz mortal-. ¿Piensas que sólo mereces que te hagan daño ahora, después del lesser?
Ella frunció el ceño.
– De ningún modo. Pero si es la única manera de tenerte, entonces así es como te tendré.
Se frotó la cabeza con la mano esperando que la fricción pudiera hacerle funcionar el cerebro.
– Creo que te equivocas. -Bajó la mirada al suelo-. No tienes ni idea de lo que estás diciendo.
– Arrogante bastardo -dijo ella bruscamente.
Z alzó la cabeza de golpe. Bien, patada número dos…
– ¿Perdona?
– Haznos el favor de no tratar de pensar por mí, ¿vale? Porque te estás equivocando en cada maldito momento. -Con eso se marchó hacia el baño y cerró con un portazo.
Zsadist parpadeó un par de veces. ¿Qué demonios había pasado?
Recorrió con la mirada la habitación como si los muebles o quizás las cortinas pudieran echarle una mano. Luego su aguda audición captó un leve sonido. Ella estaba… llorando.
Con una maldición se dirigió al baño. No llamó, sólo giró la manija y entró. Estaba de pie junto a la ducha, con los brazos cruzados, las lágrimas reunidas en sus ojos color zafiro.
Oh… Dios. ¿Qué se suponía que tenía que hacer un macho en esta situación?
– Lo siento -masculló-. Si yo… uh, herí tus sentimientos.
Ella lo miró furiosa.
– No estoy dolida. Estoy muy enojada y sexualmente frustrada.
La cabeza chasqueó bruscamente en su columna. Bien… entonces. Vaaaalee
Amigo, necesitaría un collarín después de esta conversación.
– Te lo digo otra vez, Zsadist. Si no quieres acostarte conmigo, está bien, pero no trates de decirme que no sé lo quiero.
Z plantó sus palmas en los huesos de las caderas y descendió la mirada hacia el azulejo de mármol. No digas nada, gilipollas. Sólo mantén la boca…
– No es eso -soltó de golpe. Mientras las palabras flotaban en el aire, se maldijo a sí mismo. Hablar era malo. Hablar era realmente una ridícula idea…
– ¿No es qué? ¿Quieres decir que me deseas?
Pensó que eso todavía trataba de arañar el camino de salida de sus pantalones. Ella tenía ojos. Podía ver esa maldita cosa.
– Sabes que sí.
– Entonces si estoy dispuesta a tenerte… duro… -hizo una pausa, y tuvo la sensación de que ella se sonrojaba-. ¿Entonces podemos estar juntos?
Su respiración se redujo hasta que le ardieron los pulmones y el corazón latía fuertemente. Se sintió como si estuviera mirando por encima del borde de un precipicio. ¿Dios mío, realmente no podía contárselo? ¿No?
El estómago se le volteó cuando las palabras salieron.
– Ella siempre estaba encima. El Ama. Cuando ella… venía a mí, siempre estaba encima. Tú, uh, rodaste sobre mi pecho y…, eso no me va.
Se restregó la cara, mientras trataba de esconderle que trataba de mitigar un súbito dolor de cabeza.
Oyó como jadeó. Percatándose que era ella.
– Zsadist, lo siento. No lo sabía…
– Si… joder… quizás podrías olvidar lo que te he dicho. -Dios, necesitaba salir de allí antes que su boca empezara a balbucear otra vez. -Mira, voy a…
– ¿Qué te hizo?-La voz de Bella era fina como un pelo.
Le echó una dura mirada. Oh, ni en sueños, pensó.
Se acercó hacia él.
– Zsadist, ¿ella… te tomó contra tu voluntad?
Se dio la vuelta.
– Voy al gimnasio. Te veré más tarde.
– Espera…
– Más tarde, Bella. Yo no puedo… hacer esto.
Mientras se marchaba agarró sus Nikes y su MP3.
Una buena y larga carrera era justo lo que necesitaba ahora. Una larga… carrera. Aunque no lo condujera a ningún sitio. Al menos podría tener la sudorosa ilusión que se escapaba de sí mismo.
CAPÍTULO 21
Phury miró con disgusto a través de la mesa de billar de la mansión, mientras Butch calculaba su tiro. Había algo diferente con el humano, pero como el poli hundió tres bolas con un sólo movimiento, seguro como el infierno que este no era su juego.
– Jesús, Butch. Cuatro triunfos seguidos. Recuérdame, ¿por qué me molesto en jugar contigo?
– Porque la esperanza es eterna. – Butch bebió de un sólo trago lo último de su escocés. -¿Quieres otra partida?
– ¿Por qué no? No me puede ir peor.
– Agóbiate, mientras voy por más bebida.
Cuando Phury recogió las bolas de las troneras, se dio cuenta de cuál era el problema. Cada vez que se daba la vuelta, Butch lo miraba fijamente.
¿Tienes algo en la cabeza, poli?
El hombre vertió un par de dedos de Lagavulin, después tomó un largo trago.
– no particularmente.
– mentiroso. Me has estado mirando extraño desde que volvimos del Zero-Sum. ¿Por qué no lo admites y lo sueltas?
Los ojos pardos de Butch encontraron su mirada firmemente.
– ¿Eres gay, Amigo?
A Phury se le cayó la bola ocho y débilmente la oyó golpear en el piso de mármol.
– ¿Qué? ¿Por qué tú…?
– Oí que estabas muy cerca del Reverendo. -Mientras Phury maldecía, Butch cogió la bola negra y la envió rodando de vuelta sobre el fieltro verde-. Mira, no tengo problema si lo eres. De verdad, me importa una mierda hacia que lado vayas. Pero me gustaría saberlo.
Oh, esto es genial, pensó Phury. No solamente iba detrás de la hembra que deseaba su hermano; ahora supuestamente estaba saliendo con un jodido symphath.
Aquella hembra que lo había interrumpido a él y al Reverendo, claramente tenía una boca grande y… Cristo. Butch ya se lo debía haber dicho a Vishous. Los dos eran como una vieja pareja, sin secretos entre ellos. Y V se lo diría a Rhage. Y una vez que Rhage lo supiera, era como poner las noticias en la línea de Reuters.
– ¿Phury?
– no, no soy gay.
– no te sientas como si tuvieras que ocultarlo o algo.
– No lo hago. Simplemente no lo soy.
– ¿Eres bi, entonces?
– Butch, déjalo. Si alguno de los hermanos anda con cosas raras, es tu compañero de cuarto. -Ante la mirada sorprendida del poli, murmuró-, Oh vamos, a estas alturas ya tendrías que saber sobre V. Vives con él.
– obviamente no… Oh, hola, Bella.
Phury se dio la vuelta. Bella estaba parada en el umbral del cuarto, vestida con un traje negro de satén. Él no podía dejar de mirarla. Su encantadora cara volvía a tener un brillo saludable, las contusiones se habían ido, su belleza era reveladora. Ella era… asombrosa.