Выбрать главу

Phury siguió los sonidos con la boca del arma.

– Te cubro la espalda.

En el momento que la mano de Butch se apoyó en el pomo de la puerta del sótano, el tiempo se comprimió en fractales de segundos, hombres cayendo.

La puerta francesa detrás de ellos se abrió en pedazos, astillándose el marco de madera, rompiéndose los cristales.

Zsadist se la llevó por delante con la espalda, al ser empujado con enorme fuerza a través de la puerta. Al aterrizar en el suelo de la cocina, su cráneo cayó hacia atrás y golpeó el azulejo tan fuerte que sonó como si se hubiese disparado una pistola. Entonces, con un grito horrible, el lesser que lo había lanzado a través de la puerta saltó sobre su pecho y los dos se deslizaron por el cuarto, dirigiéndose derechos hacia las escaleras del sótano.

Zsadist estaba quieto como una roca debajo del asesino. ¿Aturdido? ¿Muerto?

Bella gritó cuando Butch la apartó de un tirón. El único lugar a donde podía ir era contra la estufa, y él la empujó en esa dirección, tapándola con su cuerpo. Sólo que ahora estaban atrapados en la cocina.

Phury y Butch apuntaron las armas al enredo de brazos y de piernas del suelo, pero al asesino no le importó. El no-muerto levantó el puño y golpeó a Zsadist en la cabeza.

– ¡No! -rugió Bella.

Excepto que, extrañamente, el golpe pareció despertar a Zsadist. O quizás había sido su voz. Sus ojos negros se abrieron de golpe y una expresión malvada se asomó en su cara. Con un empuje rápido afianzó las manos debajo de las axilas del lesser y retorció con tanta fuerza, que el torso del asesino se contorsionó en un arco vicioso.

En un destello Zsadist estaba encima del lesser, a horcajadas. Agarró el brazo derecho del asesino y lo estiró en un ángulo como para romperle huesos. Puso el pulgar debajo de la barbilla del no-muerto tan lejos que sólo se podía ver medio dedo y descubrió unos colmillos largos que relucían blancos y mortales. Mordió al lesser en el cuello, justo en la columna del esófago.

El asesino aulló de dolor, retorciéndose violentamente entre sus piernas. Y eso fue sólo el principio. Zsadist destrozó a su presa. Cuando la cosa ya no se movió más, se detuvo jadeando y pasó los dedos por el cabello oscuro del lesser, apartando una sección de par en par, claramente buscando las raíces blancas.

Pero ella le podría haber dicho que no era David. Asumiendo que pudiese encontrar su voz.

Zsadist maldijo y recuperó el aliento, pero permaneció agachado sobre su presa, buscando muestras de vida. Como si quisiese continuar.

Y después frunció el ceño y levantó la vista, claramente dándose cuenta que la batalla había acabado y había habido testigos.

Oh… Jesús. Su cara estaba marcada con la sangre negra del lesser, y más manchas cubrían su pecho y manos.

Sus ojos negros giraron hasta encontrar los de Bella. Estaban relucientes. Brillantes. Justo como la sangre que había derramado para defenderla. Y rápidamente miró a otro lado, como si deseara ocultar la satisfacción que había conseguido de la matanza.

– Los otros dos están acabados, dijo él, todavía respirando fuertemente. Cogió la parte de abajo de su camisa y se limpió la cara.

Phury se dirigió hacia el pasillo.

– ¿Dónde están? ¿En el césped delantero?

– Prueba la puerta delantera del Omega. Los apuñalé a ambos. -Zsadist miró a Butch.-Llévala a casa. Ahora. Está demasiado conmocionada para desmaterializarse. Y Phury, tú vas con ellos. Quiero una llamada en el momento en que ella ponga un pie en el vestíbulo, ¿entendido?

– ¿Y tú qué? -dijo Butch, incluso mientras la movía alrededor del lesser muerto.

Zsadist se levantó y sacó una daga.

– Yo desvanezco a éste y espero a que vengan otros. Cuando estos jodidos no se presenten, vendrán más.

– Estaremos de vuelta.

– No me importa lo que hagáis siempre que la llevéis a casa. Así que corta la charla y empezad a conducir.

Bella alargó la mano hacia él, aunque no estaba segura del por qué. Estaba horrorizada por lo que él había hecho y por el aspecto que tenía ahora, todo herido y golpeado, su propia sangre deslizándose por las ropas junto con la del asesino.

Zsadist movió una mano por el aire, despidiéndola.

– Salid de una condenada vez de aquí.

John saltó del autobús, tan condenadamente aliviado de estar en casa que casi se tropezó. Dios, si los dos primeros días de entrenamiento eran un indicativo, los próximos dos años iban a ser un infierno.

Al llegar a la puerta delantera, silbó.

La voz de Wellsie provino de su estudio.

– ¡Hola! ¿Cómo te fue hoy?

Mientras se quitaba el abrigo, hizo dos silbidos rápidos, lo que era una especie de bien, correcto, todo muy bien.

– Bien. Hey, Havers vendrá en una hora.

John se dirigió al estudio de Wellsie y se detuvo en el umbral. Sentada enfrente del escritorio, Wellsie estaba rodeada por una colección de viejos libros, muchos de los cuales estaban abiertos. La vista de todas esas páginas encuadernadas y extendidas, le recordó a perros impacientes tumbados de espaldas, esperando que les rascasen el vientre.

Ella sonrió.

– Pareces cansado.

– Voy a dormir un rato antes de que venga Havers -señaló.

– ¿Estás seguro de que estás bien?

– Absolutamente. -Él sonrió para darle a la mentira un poco de jugo. Odiaba mentirle, pero no quería entrar en sus fallas. En otras dieciséis horas iba a tener que exhibirlas otra vez. Necesitaba un respiro, y sin ninguna duda ellos también estaban agotados, por haber tenido tanto tiempo de demostración.

– Te despertaré cuando el doctor llegue aquí.

– Gracias.

Cuando se dio la vuelta, ella dijo:

– Espero que sepas que no importa lo que diga la prueba, lo resolveremos.

Él la miró. Así que ella también estaba preocupada por los resultados.

En un rápido movimiento se acercó y la abrazó, después se dirigió a su habitación. Ni siquiera puso la ropa sucia en el conducto de la lavandería, sólo dejó caer las bolsas y se echó en la cama. Dios, los efectos acumulativos de ocho horas de burlas eran suficientes para hacerle querer dormir una semana.

Excepto que todo lo que podía pensar era sobre la visita de Havers. ¿Dios, y si todo era un error? ¿Y no se iba a convertir en algo fantástico y poderoso? ¿Y si sus visiones por la noche no eran más que una exagerada fijación por Drácula?

¿Y si era sobre todo humano?

Eso más o menos tendría sentido. Aunque el entrenamiento estaba sólo empezando, estaba claro que no era como los otros machos pre-transición de la clase. Era una mierda en cualquier cosa física y era más débil que los otros chicos. Quizás la práctica le ayudaría, pero lo dudaba.

John cerró los ojos y esperó tener un buen sueño. Un sueño que lo colocase en un cuerpo grande, un sueño en el que sería fuerte y…

La voz de Tohr lo despertó.

– Havers está aquí.

John bostezó y se estiró e intentó ocultarse de la compasión en la cara de Tohr. Ésa era la otra pesadilla sobre el entrenamiento: tenía que fastidiarla todo el tiempo delante de Tohr.

– ¿Cómo te va hijo… digo, John?

John sacudió la cabeza y señaló,

– Estoy bien, pero preferiría ser hijo para ti.

Tohr sonrió.

– Bien. Así es como lo quiero yo también. Ahora venga, a arrancar esta tirita sobre las pruebas, ¿vale?

John siguió a Tohr al cuarto de estar. Havers estaba sentado en el sofá, pareciendo un profesor con sus cristales de carey, chaqueta con dibujos en espigas y pajarita roja.

– Hola, John -dijo.

John levantó una mano y se sentó en la silla más cercana a Wellsie.

– Tengo los resultados de tu análisis de sangre. -Havers sacó un pedazo de papel del interior de su abrigo deportivo-. Me llevó un poco más, porque había una anomalía que no esperaba.