Se derrumbó contra el asiento. El estrés por el secuestro de Bella y el rescate, se había apoderado de él. Era por eso que el ataque lo había golpeado tan fuerte y rápidamente. Y tal vez necesitara ajustar la dosis nuevamente. Iría a Havers a consultar acerca de eso.
Pasó un rato antes de que fuera capaz de llevar el auto hacia la entrada. Mientras salía del desmantelado centro comercial y se deslizaba dentro del tránsito, se dijo a sí mismo que sólo era otro sedán en una larga fila de autos. Anónimo. Igual que cualquier otro.
De alguna forma la mentira lo alivió… y aumento su soledad.
En un semáforo, consultó el mensaje que le habían dejado.
La alarma de seguridad de Bella había sido apagada por una hora más o menos y recién había vuelto a encenderse. Alguien había estado en su casa otra vez.
Zsadist encontró el Ford Explorer negro, aparcado en el bosque como a trescientas yardas del acceso a la entrada del camino de una milla de largo de la casa de Bella. La única razón por la que había encontrado la cosa era porque había estado explorando el área, demasiado inquieto para irse a casa, demasiado peligroso para estar en compañía de alguien más.
Un juego de huellas en la nieve iba en dirección a la granja.
Se hizo una visera con las manos y miró el interior del auto a través de la ventanilla. La alarma de seguridad estaba activada.
Debía de ser el vehículo de uno de esos Lessers. Podía oler el dulce aroma de ellos por todo el auto. Pero con un sólo par de huellas, ¿tal vez el conductor había dejado a sus compañeros, y luego lo había escondido? ¿O tal vez el SUV había sido movido desde otro lado?
Como fuera. La Sociedad volvería en busca de su propiedad. ¿Y no sería genial saber a donde demonios se dirigían con él? ¿Pero como podría rastrear la maldita cosa?
Se puso las manos en las caderas… y su mirada se detuvo casualmente en la cartuchera que llevaba en el cinturón.
Mientras levantaba el móvil, pensó con cariño en Vishous, ese maestro de las artes, sabio tecnológico hijo de puta.
Necesidad, la madre del ingenio
Se desmaterializó debajo del SUV para dejar el mínimo posible de huellas en la nieve. Mientras su peso era absorbido por su espalda, se encogió. Este hombre, iba a pagar por el pequeño viaje a través de la puerta Francesa. Y por el golpe en la cabeza. Pero había sobrevivido a cosas peores.
Sacó una linterna y miró alrededor del armazón inferior, tratando de escoger el lugar adecuado. Necesitaba algo lo suficientemente grande y no podía estar cerca del tubo de escape, porque incluso con el frío que hacía, esa clase de calor podía ser un problema. Por supuesto, habría preferido meterse dentro del Explorer y poner el móvil debajo de un asiento pero el sistema de alarma del SUV era una complicación. Si lo cortaba podía no ser capaz de restablecerlo, por lo que los Lessers sabrían que alguien había estado en el auto.
Como si la ventanilla golpeada no fuera una pista.
Maldición… Debería haber hurgado en los bolsillos de esos Lessers antes de apuñalarlos hasta hacerlos caer en el olvido. Uno de esos bastardos debía tener la llave. Sólo que había estado tan enojado, que se había movido demasiado rápido.
Z maldijo, pensando en la forma en que Bella lo había mirado después de que hubiera masticado al asesino en frente de ella. Sus ojos se veían enormes en su pálida cara, su boca floja por la conmoción por lo que él había hecho.
El problema era que el trabajo que hacía la Hermandad protegiendo a la raza era sucio. Era enredado y desagradable y a veces confuso. Siempre sangriento. Y encima de todo eso, había visto la lujuria asesina en él. De alguna forma, estaba dispuesto a apostar que eso era lo que la había perturbado más.
Concéntrate, maldito idiota. Vamos, quítatela de la cabeza.
Z husmeó alrededor un poco más, moviéndose debajo del Explorer. Finalmente encontró lo que estaba buscando: un pequeño hueco debajo del tren delantero. Se sacó la cazadora, envolvió el móvil, y empujó el atado dentro del agujero. Comprobó el testigo improvisado para asegurarse que estaba allí dentro bien y ajustado, luego se desmaterializó saliendo de debajo del SUV.
Sabía que el arreglo no iba a durar mucho allí abajo, pero era mucho mejor que nada. Y ahora Vishous sería capaz de rastrear el Explorer desde la casa, porque ese pequeño Nokia bala de plata tenía un chip GPS en él.
Z se irradió hacia el borde del prado para poder ver la parte de atrás de la granja. Había hecho un buen trabajo de remiendo en la arruinada puerta de la cocina. Afortunadamente el marco todavía estaba intacto, así que había sido capaz de cerrarla y de restablecer los sensores de la alarma. Luego encontró una lona plástica en el garaje y cubrió el monstruoso agujero.
Arreglado, pero no del todo.
Era gracioso… No pensaba que pudiera tener éxito si tratara de rehabilitar la opinión que tenía Bella acerca de él. Pero… maldita fuera… no quería que pensara que era un salvaje.
En la distancia, dos faros doblaron en la Ruta 22 y brillaron por la larga senda privada. Cuando llegó a la casa de Bella el auto aminoró la marcha, luego tomó por su camino de entrada.
¿Ese era un Bentley? Pensó Z. Seguro se parecía a uno.
Amigo, ¿un auto tan caro como ese? Debía ser un miembro de la familia de Bella. Sin duda habían sido avisados que la alarma de seguridad había sido desconectada por un rato y luego vuelta a activar hacía unos diez minutos.
Mierda. Ese no era un muy buen momento para que alguien hiciera un recorrido de inspección. Con la suerte de Z, los Lessers podían escoger justo ese momento para regresar a buscar el SUV… y decidir conducir… cerca de la granja por placer y diversión.
Maldiciendo por debajo del aliento, esperó a que se abriera una de las puertas del Bentley… pero nadie salió del auto y el motor continuo encendido. Eso era bueno. Mientras la alarma estuviera activada, quizás no pensarían en entrar. Porque la cocina era un desastre.
Z olió el aire frío, pero no pudo capturar ningún aroma. Aunque, el instinto le dijo, que había un macho dentro del sedán. ¿El hermano? Era lo más probable. Debía ser él, quien revisara el lugar.
Así es, amigo. Mira por las ventanas del frente. ¿Ves? No pasa nada malo. No hay nadie en la casa. Ahora haznos a los dos un favor y vete a la mierda de aquí.
El sedán se quedó allí parado por lo que parecieron como cinco horas. Luego retrocedió, dio vuelta en U en la calle y se fue.
Z aspiró hondo. Cristo… Sus nervios estaban muy tirantes esa noche.
El tiempo pasaba. Mientras estaba allí de pie entre los pinos, se quedo mirando la casa de Bella. Y se preguntó si ahora le tendría miedo.
El viento arreció, el frío agitándose sobre él, calándole hasta los huesos. Con desesperación, abrazó el dolor que sentía.
CAPÍTULO 24
John miró sobre el escritorio que había en el estudio. Sarelle tenía la cabeza inclinada hacia abajo mientras hojeaba uno de los antiguos libros, su rubio cabello corto colgaba sobre su cara por lo que lo único que podía distinguir era su barbilla. Ambos habían pasado horas haciendo una lista de encantamientos para realizar en el festival del solsticio. Mientras tanto, Wellsie estaba en la cocina, ordenando provisiones para la ceremonia.
Mientras Sarelle daba vuelta a otra página, se dio cuenta de que realmente tenía lindas manos.