– Okay -dijo ella-. Creo que éste es el último.
Levantó su mirada hasta su ojos y fue como si lo golpeara un relámpago: un choque de calor y luego una transportadora desorientación. Aún más, hasta podía creer que brillaba en la oscuridad, también.
Ella sonrió y cerró el libro. Luego hubo un largo silencio.
– Entonces… um, supongo que mi amigo Lash está en tu clase de entrenamiento.
¿Lash era su amigo? Ah, sensacional.
– Sí… Y dice que tienes la marca de la Hermandad en el pecho. -Como John no le respondió, dijo-. ¿La tienes?
John se encogió y garabateó en el borde de la lista que había hecho.
– ¿Puedo verla?
Cerró los ojos fuertemente. ¿Como podía querer que ella se fijara en su huesudo pecho? ¿O en la marca de nacimiento que había probado ser una patada en el culo?
– No creo que te la hicieras tú mismo, como piensan ellos -dijo rápidamente-. Y, quiero decir, no es como si quiera inspeccionarte o algo así. Ni siquiera sé como se supone que se vea una. Sólo tengo curiosidad.
Acercó la silla y él pudo aspirar una bocanada del perfume que usaba… o tal vez no era perfume. Tal vez era sólo… ella.
– ¿De qué lado está?
Como si la mano le perteneciera a ella, él se palmeó el pectoral izquierdo.
– Desabróchate un poco la camisa. – Se inclinó hacia un lado, con la cabeza en ángulo para poder mirarle el pecho-. ¿John? ¿Por favor puedo verla?
Miró hacia la entrada. Wellsie todavía estaba hablando por teléfono en la cocina, así que probablemente no fuera a entrometerse ni nada. Pero el estudio todavía parecía demasiado público.
Oh… Dios. ¿Realmente haría esto?
– ¿John? Sólo quiero… ver.
Okay, lo iba a hacer.
Se paró y señaló la puerta con la cabeza. Sin mediar palabra Sarelle lo siguió, justo detrás de él, todo el camino, del vestíbulo hacia su dormitorio.
Después de que entraran, cerró la puerta casi por completo y tomó el primer botón de la camisa. Se obligó a mantener firmes las manos, prometiéndose solemnemente cortárselas si lo avergonzaban. La amenaza pareció funcionar, porque se desabrochó la camisa hasta el estómago sin demasiado trabajo. Apartó el lado izquierdo y miró hacia otro lado.
Cuando sintió un ligero toque en la piel, pegó un salto.
– Lo siento, mis manos están frías. -Sarelle se sopló la punta de los dedos, luego volvió a su pecho.
Buen Dios. Algo estaba pasando con su cuerpo, alguna clase de salvaje cambio dentro de la piel. La respiración se la aceleró, se asfixiaba. Abrió la boca para poder llevar más aire a su interior.
– Es tan increíblemente genial.
Se sintió desilusionado cuando ella dejo caer la mano. Pero luego ella le sonrió.
– ¿Entonces te parece que tal vez quieras salir alguna vez? Ya sabes, podríamos ir a jugar al Quazar *. Eso sería genial. O tal vez al cine.
John asintió como el tonto que era.
– Bien.
Sus ojos se encontraron. Era tan hermosa que lo hacía sentirse mareado.
– ¿Quieres besarme? -le susurró.
Los ojos de John se abrieron de golpe. Como si un globo hubiera explotado detrás de su cabeza.
– Porque me gustaría que lo hicieras. -Se lamió un poco los labios-. Realmente me gustaría.
Whoa… La oportunidad de su vida, justo allí, justo ahora, pensó.
No te desmayes. Desmayarse sería un completo suicidio
John rápidamente rememoro cada película que había visto en su vida… y no obtuvo ninguna ayuda. Como un fanático del terror, fue invadido por visiones de Godzilla pisoteando Tokio y de Tiburón masticando el culo de la Orca. Granayuda.
Pensó en la teoría. La cabeza ladeada. Inclinarse hacia adelante. Hacer contacto.
Sarelle miró alrededor, ruborizándose.
– Si no quieres, está bien. Sólo pensé…
– ¿John? -La voz de Wellsie llegó desde el vestíbulo. Y se acercaba mientras seguía hablando-. ¿Sarelle? ¿Dónde están chicos?
Parpadeó. Antes de acobardarse, tomó la mano de Sarelle, tiró de ella, y le plantó uno bueno justo en la boca, los labios apretados contra los de ella. Sin lengua, pero no había tiempo, y de cualquier forma probablemente tuviera que llamar al 911 después de algo como eso. Como estaban las cosas, ya estaba prácticamente hiperventilando.
Luego la apartó. Y comenzó a preocuparse acerca de cómo lo había hecho.
Arriesgó una mirada. Oh… su sonrisa era radiante.
Pensó que el pecho le explotaría de felicidad.
Justo estaba soltándole la mano cuando Wellsie asomó la cabeza en la habitación. -Tengo que ir a… ah… Lo siento. No sabía que ustedes dos…
John trató de adoptar una sonrisa “nada especial está ocurriendo” y notó que los ojos de Wellsie estaban fijos en su pecho. Miró hacia abajo. Tenía la camisa completamente abierta.
Manotear para abrocharse la maldita cosa sólo empeoró la situación, pero no pudo detenerse a sí mismo.
– Mejor me voy, -dijo Sarelle tranquilamente-. Mi Mahmen quiere que vuelva a casa temprano. John, estaré en la computadora más tarde, ¿okay? Planearemos qué película ir a ver o lo que sea. Buenas noches, Wellsie.
Mientras Sarelle salía de la habitación y se dirigía a la sala, no pudo evitar apartar la mirada de Wellsie. Miró como Sarelle recogía el abrigo del armario del vestíbulo, se lo ponía, y sacaba las llaves del bolsillo. Momentos después el apagado ruido de la puerta principal cerrándose sonó en el vestíbulo.
Hubo un largo silencio. Luego Wellsie se echó a reír y apartó hacia atrás su rojo cabello.
– Yo, ah, yo no tengo idea de cómo lidiar con esto -le dijo-. Salvo decir que ella me agrada mucho y que tiene buen gusto en machos.
John se frotó la cara, consciente de que estaba del color de un tomate.
– Voy a ir a pasear -habló por señas.
– Bueno, acaba de llamar Tohr. Iba a pasarse por la casa a recogerte. Pensó que tal vez quisieras ir con él al centro de entrenamiento, ya que tiene trabajo administrativo que hacer. De cualquier forma, es tu elección quedarte o no. Y yo me voy a una reunión del Consejo Princeps.
Asintió cuando Wellsie había empezado a darse la vuelta.
– Ah, ¿John? -Hizo una pausa y miro sobre su hombro-. Tu camisa… um, esta mal abotonada.
Miró hacia abajo. Y empezó a reírse. Aunque no podía emitir sonido necesitaba dejar salir su alegría, y Wellsie sonrió, obviamente feliz por él. Mientras se abrochaba los botones correctamente, pensó que nunca había querido tanto a esa mujer.
Después de regresar a la mansión Bella pasó las siguientes horas sentada en la cama de Zsadist con su diario en la falda. Al principio no hizo nada con el diario demasiado atrapada con lo que había pasado en su casa.
Jesús… No podía decir que estaba sorprendida por que Zsadist resultara ser exactamente la amenaza que pensó que era. Y la había salvado, ¿verdad? Si ese Lesser que había matado hubiera puesto las manos sobre ella, hubiera terminado otra vez en un agujero en la tierra.
El problema era, que no podía decidir si lo que había hecho era evidencia de su fuerza o de su brutalidad.
Mientras decidía que probablemente fueran ambas, se preocupó sobre si estaría bien. Había sido herido y aun así aún estaba allí afuera, probablemente tratando de encontrar más asesinos. Dios… ¿Y si él…?
Y si. Y si… Si seguía así iba a volverse loca.
Desesperada por encontrar otra cosa en la que concentrarse, recorrió las páginas de lo que había escrito en su diario el año pasado, el nombre de Zsadist jugaba un rol preponderante en las entradas que estaban justo antes de ser secuestrada. Había estado tan obsesionada con él, y no podía decir que eso hubiera cambiado. De hecho sus sentimientos por él eran tan fuertes, incluso después de lo que había hecho esa noche, que se preguntaba si no…