Выбрать главу

Lo amaba. OhSeñor.

De repente no soportaba estar sola, no con esa revelación proyectándose en su cabeza. Se cepilló los dientes y el cabello y fue al primer piso, esperando encontrarse con alguien. Pero a mitad de camino bajando las escaleras, escuchó voces que provenían del comedor e hizo un alto. Estaba teniendo lugar la última comida de la noche, pero la idea de reunirse con todos los Hermanos, Mary y Beth le parecía abrumadora. Además, ¿No estaría Zsadist allí? ¿Y cómo podría enfrentarlo sin quedar en evidencia? No había forma que ese macho aceptara bien que ella lo amara. De ninguna manera.

Ah, demonios. Tarde o temprano tendría que verlo. Y esconderse no era lo suyo.

Pero cuando llegó al final de la escalera y se detuvo sobre el piso de mosaicos del vestíbulo, se dio cuenta que se había olvidado ponerse los zapatos. ¿Cómo podía entrar en el comedor del Rey y la Reina descalza?

Miró hacia atrás hacia el segundo piso y se sintió absolutamente exhausta. Demasiado cansada para subir y volver a bajar, demasiado avergonzada para seguir adelante, se quedó escuchando los sonidos de la comida: las voces de hombres y mujeres charlando y riendo. Una botella de vino fue descorchada emitiendo un pop. Alguien le agradeció a Fritz por haber llevado más cordero.

Miró sus pies descalzos, pensando lo tonta que era. Una tonta trastornada. Estaba perdida por lo que le había hecho el Lesser. Y temblorosa por lo que había visto hacer a Zsadist esa noche. Y tan sola después de darse cuenta de lo que sentía por el macho.

Estaba a punto de tirar la toalla y volver a subir cuando algo le rozó la pierna. Saltó y miró hacia abajo, encontrando los ojos verde jade de un gato negro. El felino parpadeó, ronroneo, y frotó la cabeza contra la piel de su tobillo.

Inclinándose, acarició su piel con manos inseguras. El animal era incomparablemente elegante, se deslizaba con escasos y airosos movimientos. Y sin ninguna razón, se le empañaron los ojos. Cuanto más emocional se ponía, tanto más se acercaba al gato, hasta que estuvo sentada en el último peldaño de la escalera y el animal se había encaramado en su falda.

– Su nombre es Boo.

Bella jadeó y miró hacia arriba. Phury estaba de pie enfrente de ella, un macho altísimo que ya no llevaba ropa de combate, sino que estaba vestido con casimir y lana. Tenía una servilleta en la mano, como si acabara de levantarse de la mesa, y olía realmente bien, como si se hubiera duchado y afeitado recientemente. Mirándolo, se dio cuenta de que la conversación y lo sonidos del comedor habían desaparecido, dejando un silencio que le decía que todo el mundo sabía que ella había bajado y se había detenido en los alrededores.

Phury se arrodilló y le presionó la servilleta de lino contra la mano. De esa forma se dio cuenta de que había lágrimas corriendo por sus mejillas.

– ¿No te unirás a nosotros? -le dijo suavemente.

Se secó la cara todavía aferrándose al gato.

– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda llevarlo conmigo?

– Absolutamente. Boo siempre es bienvenido en nuestra mesa. Al igual que tú.

– No llevo zapatos.

– No nos importa. -Extendió la mano-. Vamos, Bella. Ven a reunirte con nosotros.

Zsadist entró al vestíbulo, con frío y tan rígido que se arrastraba hacia delante. Quería permanecer en la granja hasta que despuntara el amanecer, pero su cuerpo no lo pasaba bien con el aire helado.

Aunque no iba a comer, se dirigió al comedor, sólo para detenerse en las sombras. Bella estaba en la mesa, sentada al lado de Phury. Había un plato de comida enfrente de ella, pero le estaba prestando más atención al gato que tenía en la falda. Estaba mimando a Boo, y no dejó de acariciarlo ni siquiera cuando alzó la vista para prestar atención a algo que Phury había dicho. Sonrió, y cuando bajo la cabeza nuevamente, los ojos de Phury permanecieron en su perfil como si estuviera bebiendo de ella.

Z caminó rápidamente hacia la escalera, no dispuesto a caer en esa escena. Estaba casi a salvo cuando Tohr salió de la puerta oculta en el primer descanso. El hermano parecía ceñudo, pero bueno, nunca estaba de fiesta.

– Hey, Z, espera.

Zsadist maldijo, y no bajó su respiración. No tenía ningún interés en quedarse a escuchar una mierda acerca de política y procedimiento, y de eso era de lo único que hablaba Tohr últimamente. El hombre estaba enloqueciendo a la Hermandad, organizando turnos, tratando de convertir a cuatro tiros al aire como eran V, Phury, Rhage y Z en soldados. No le extrañaba que siempre se viera como si le doliera la cabeza.

– Zsadist. Dije, espera.

– Ahora no…

– Si, ahora. El hermano de Bella le mandó una petición a Wrath. Solicitando que le sea asignado un estado de Sehclusion con él como su Whard.

Oh, mierda. Si eso ocurría, sería lo mismo que si Bella se hubiera ido. Demonios, era como si fuera una pieza de equipaje. Ni siquiera la Hermandad podía escudarla de su Whard.

– ¿Z? ¿Escuchaste lo que te dije?

Asiente con la cabeza, idiota, se dijo a si mismo.

Apenas se las arregló para hundir la barbilla.

– ¿Pero por qué me estás contando eso?

Tohr apretó la boca.

– ¿Quieres aparentar que ella no significa nada para ti? Bien. Sólo pensé que querrías saberlo.

Tohr se dirigió hacia el comedor.

Z agarró la barandilla y se frotó el pecho, sintiendo como si alguien hubiera reemplazado el oxígeno de sus pulmones por alquitrán. Miró hacia arriba y se preguntó si Bella pasaría por su habitación antes de irse. Tendría que hacerlo, porque su diario estaba allí. Podía dejar la ropa, pero no su diario. A no ser, por supuesto, que ya lo hubiera sacado.

Dios… ¿Cómo le diría adiós?

Amigo, se debían una conversación. No podía imaginarse que le diría, especialmente después de que lo hubiera visto practicar su odiosa magia con ese asesino.

Z entró en la biblioteca, levantó uno de los teléfonos, y disco el número del móvil de Vishous guiándose por el diseño de las teclas. Escuchó como sonaba en el auricular y también a través del vestíbulo. Cuando V contestó, le contó sobre el Explorer, el teléfono móvil y las payasadas que había hecho en el tren delantero.

– Me pongo a ello -dijo V-. Pero ¿Dónde estás? Hay un extraño eco en el teléfono.

– Llámame si ese auto se mueve. Estaré en el gimnasio. -Colgó y se dirigió al túnel subterráneo.

Supuso que podría conseguir alguna ropa del vestuario y llevarse a un estado de absoluto agotamiento. Cuando sus muslos gritaran, sus pantorrillas se hubieran convertido en piedra y su garganta estuviera seca a causa de los resuellos, el dolor le aclararía la mente, lo limpiaría… Ansiaba el dolor más de lo que ansiaba la comida.

Cuando llegó al vestuario, fue al cubículo que le habían asignado y sacó sus zapatillas con colchón de aire y un par de pantaloncillos para correr. De cualquier forma prefería andar sin camisa, especialmente si estaba sólo.

Se había quitado las armas y estaba a punto de desvestirse cuando sintió que algo se movía por el vestuario. Rastreando el sonido en silencio, se interpuso en el camino de… un extraño a medias.

Hubo un sonido de metal cuando el pequeño cuerpo se estrelló contra uno de los bancos del vestíbulo.

Mierda. Era el muchacho. ¿Cual era su nombre? John algo.

Y el muchacho John se veía como si fuera a desmayarse mientras miraba hacia arriba con los ojos vidriosos, saliéndose de las órbitas.

Z miró hacia abajo desde toda su estatura. En ese momento su humor era absolutamente maligno, negro y frío como el espacio, y aun así de alguna forma, no le apetecía rasgarle un nuevo agujero en el culo al muchacho que no había hecho nada malo.