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Bella ató la toalla un poco más arriba.

– Vale… gracias. Gracias por el esfuerzo.

Inclinó la cabeza mirando hacia la puerta, pensando en regresar al plan A: poner tierra de por medio. Era eso o que Phury lo atacara.

Salvo que en vez de salir, puso las manos en jarras.

– Lamento una cosa.

– ¿Qué? Oh… ¿Por qué?

– Siento que tuvieras que ver lo que le hice a ese asesino. -Levantó la mano, entonces la dejó caer, resistiéndose al impulso frotarse la cabeza rapada-. Cuando dije que no me disculparía por ello, quise decir que no lamento haber matado a esos bastardos. Pero yo no…, no me gusta que tengas esas imágenes en tu cabeza. Te las borraría si pudiera. Te lo borraría todo…, soportaría todo eso en tu lugar. Realmente siento jodidamente que esto te haya sucedido, Bella. Vale, lamento todo esto, incluyéndome… a mí.

Se dio cuenta de que este era su adiós. Y estaba perdiendo fuerzas, por eso apresuró sus últimas palabras.

– Eres una hembra de valía. -Agachó la cabeza-. Y se que encontrarás…

Un compañero, acabó para sí mismo. Vale, una hembra como ella podría con toda seguridad encontrar un compañero. De hecho, había uno en esta casa que no sólo la deseaba, si no que era apropiado para ella. De hecho, Phury estaba a la vuelta de la esquina.

Z alzó la vista, intentando dirigir a sus pies fuera de la habitación… y golpear de regreso contra la puerta.

Bella estaba justamente frente a él. Cuando atrapó su perfume, su corazón saltó como una liebre, haciendo que algo bueno revoloteara en él aturdiéndolo.

– ¿Es verdad que limpiaste mi casa? -le dijo.

Oh, dios… La única respuesta que tenía para eso era demasiado reveladora.

– ¿Lo hiciste?

– Sip, lo hice.

– Ahora voy a abrazarte.

Z se tensó, pero antes de que pudiera apartarse de su camino, unos brazos le envolvieron la cintura y una cabeza topó con su pecho desnudo.

Permaneció en su abrazo sin moverse, sin respirar, sin devolvérselo… Todo lo que podía hacer era sentir su cuerpo. Ella era una hembra alta, pero le sobrepasaba unas buenas seis pulgadas. Y aunque estaba delgado para ser un guerrero, llevaba al menos setenta libras más en sus huesos que ella. Todavía le sobrecogía.

Dios, olía tan bien.

Hizo un ruidito, como un suspiro, y se hundió en su cuerpo todavía más. Sus pechos presionaban contra su torso, y cuando miró hacia abajo, la curva de su nuca era malditamente tentadora. Entonces allí apareció el problema. Esa cosa dejada de la mano de Dios estaba endureciéndose, hinchándose, alargándose. Rápidamente.

Colocó las manos sobre sus hombros, revoloteando simplemente sobre su piel.

– Sip, ah, Bella… me tengo que ir.

– ¿Por qué? -Más cerca. Ella se acercó. Moviendo las caderas contra él, apretando los dientes cuando las partes inferiores de sus cuerpos contactaron completamente.

Mierda, ella tuvo que sentir aquella cosa entre sus piernas. ¿Cómo podía obviarlo? La erección empujaba en su barriga, y no creía que los malditos pantalones escondieran al bastardo.

– ¿Por qué tienes que irte? -susurró con el aliento rozando sus pectorales.

– Porque…

Cuando dejo la palabra en el aire, ella murmuró,

– Sabes, me gustan.

– ¿Te gustan qué?

Tocó uno de los anillos de los pezones.

– Estos.

Tosió un poco.

– Yo, ah… los hice yo mismo.

– Te quedan bien. -Dio un paso a tras y dejó caer la toalla.

Z se tambaleó. Era tan condenadamente bella, esos senos, ese estómago plano, esas caderas… Y esa pequeña y grácil raja entre sus piernas que vio con dispersa claridad. Las pocas humanas con las que había estado tenían pelo allí, pero ella era de su clase, así es que estaba completamente depilada, desgarradoramente suave.

– Realmente tengo que irme -dijo roncamente.

– No te vayas.

– Tengo que hacerlo. Si me quedo…

– Acuéstate conmigo -dijo, relajándose contra él otra vez. Se sacó la goma del pelo, y las ondas oscuras se derramaron sobre los dos.

Cerró los ojos y echó la cabeza atrás, en un intento de no quedar enterrado por su perfume. Con voz resuelta le respondió,

– ¿Sólo quieres ser follada, Bella? Porque eso es todo lo que obtendrás de mí.

– Tienes mucho más…

– No, no lo tengo.

– Has sido amable conmigo. Has cuidado de mí. Me has lavado y sostenido…

– No me quieres en tu interior.

– Ya lo estás, Zsadist. Tu sangre está dentro de mí.

Hubo un largo silencio.

– ¿Conoces mi reputación?

Ella frunció el ceño.

– Eso no tiene importancia…

– ¿Qué dice la gente de mí, Bella? Vamos, quiero oírlo de ti. Así sabré que lo entiendes. Su desesperación fue palpable cuando la empujó, pero tuvo que sacarla del aturdimiento en el que estaba metida-. Se que has tenido que oír algo sobre mí. Las murmuraciones alcanzan incluso tu nivel social. ¿Que dicen?

– Algo… algo sobre que matas a hembras por deporte. Pero no lo creo…

– ¿Sabes cómo conseguí esa reputación?

Bella se cubrió los pechos y retrocedió, negando con la cabeza. Él se inclinó y le dio la toalla, entonces señaló la calavera de la esquina.

– Maté a esa hembra. Ahora dime, ¿puedes tomar a un macho capaz de hacer algo así? ¿Qué puede lastimar así a una hembra? ¿Quieres a esa clase de bastardo encima de ti, bombeando en tu cuerpo?

– Era ella -susurró Bella-. Regresaste y mataste al ama, ¿no?

Z se estremeció.

– Por un momento pensé que eso me curaría.

– No lo hizo.

No, mierda. La pasó rozando y paseó, la presión aumentaba en él hasta que abrió la boca para soltar:

– Un par de años después de marcharme, oí que ella… mierda, oí que tenía a otro macho en esa celda… Viajé sin parar durante dos días, escabulléndome cerca del amanecer. -Z cabeceó. No quería hablar, realmente no quería, pero su boca se mantenía en movimiento-. Jesús… era tan joven, tan joven, como yo cuando me tuvo. No tenía ninguna intención de matarla, pero venía andando a derecho cuando yo huía con el esclavo. Luego la miré… sabía que si no la golpeaba, llamaría a los guardias. También supe que finalmente conseguiría otro varón y lo encadenaría allí y lo… Ah, joder. ¿Por qué demonios te estoy contando esto?

– Te amo.

Z apretó sus ojos ya cerrados.

– No es una tragedia, Bella.

Dejó la habitación a la carrera, pero no fue más allá de quince pasos en el pasillo.

Ella lo amaba. ¿Lo amaba?

Tonterías. Pensaba que lo amaba. Y tan pronto como regresara al mundo real, se daría cuenta. Jesús, había salido de una situación horrible y estaba viviendo en una burbuja aquí en el recinto. Nada de eso pertenecía a su vida, y pasaba mucho tiempo con él.

Y todavía… Dios, quería estar con ella. Quería acostarse a su lado y besarla. Quería hacer incluso más que eso. Quería… hacérselo todo, besarla, tocarla, chuparla y lamerla. ¿Pero a dónde exactamente pensaba él que llevaba todo esto? Incluso si se le pasaba la idea de penetrarla para el sexo, no podía arriesgarse a correrse dentro de ella.

No es que él le hubiera hecho eso con ninguna hembra. Infiernos, nunca había eyaculado bajo ninguna circunstancia. Cuando era un esclavo de sangre, no había estado sexualmente excitado. Y después cuando estuvo con esas pocas putas que había comprado y follado, nunca tuvo un orgasmo. Esos anónimos interludios eran solamente experimentos para comprobar que el sexo seguía siendo tan malo como siempre.

Por lo que respecta a masturbarse, no podía tocarse esa maldita cosa para mear, mucho menos cuando necesitaba atención. Y nunca había querido aliviarse a sí mismo, nunca había despertado sexualmente, incluso cuando eso estaba duro.

Dios, lo habían machacado tanto con la mierda del sexo. Como si hubiera un corte en su cerebro.

La verdad es que tenía un montón de ellos, ¿no?

Pensó en todos los agujeros que tenía, los espacios en blanco, los vacíos dónde los demás sentían cosas. Cuando se redujo a eso, él era sólo una pantalla, más vació que sólido, las emociones golpeándolo, sólo alcanzando y abrazando la cólera.