Los ojos como diamantes de Vishous eran agudos mientras miraba hacia arriba, y aunque luchaba por tener aliento, su voz fue tan fuerte como siempre.
– Relájate, Zsadist… jodido loco… -Respiró profundamente-. No voy a ir a ningún sitio… Sólo necesitaba tener tu atención. Ahora suelta… tú agarre.
Z aflojó la presa, pero no soltó al hermano.
Vishous inhaló fuertemente. Un par de veces.
– ¿Sientes tu corriente en éstos momentos, Z? ¿Sientes ésta urgencia territorial? Estás unido a ella.
Z quiso negarlo, pero era difícil hacerlo, considerando la rutina de defensa que acababa de tirar. Y el hecho de que todavía tenía las manos alrededor del cuello del hombre.
La voz de V bajó hasta que se convirtió en un susurro.
– Tu camino hacia el infierno te espera. Ella está bajando por ese vestíbulo. No seas tonto. Vete con ella. Yo os cuidaré a los dos.
Z balanceó la pierna y se dejó caer, permitiéndose rodar por el suelo. Para evitar pensar en caminos y sexo, quiso saber tontamente qué habría pasado con el cigarro que estaba fumando. Mirando hacia la ventana, notó que había tenido la decencia de apoyarlo en el alfeizar antes de lanzarse hacia Vishous como un cohete.
Bien, ¿no era él un caballero?.
– Ella puede curarte -dijo V.
– Yo no estoy buscando ser curado. Además, no quiero dejarla embarazada, ¿entiendes? Menudo jodido lío que sería eso.
– ¿Es su primera vez?
– No lo sé.
– Si lo es, las posibilidades son prácticamente nulas.
– 'Prácticamente' no es lo suficiente bueno. ¿Qué más puede ayudarla?
Phury habló desde la cama.
– Todavía tienes la morfina, ¿no? ¿Ya sabes, aquella jeringuilla que preparé con lo que Havers había dejado? Úsala. He oído que es lo que hacen las mujeres que no están unidas.
V se sentó, balanceando los gruesos brazos hacia las rodillas. Cuando se echó el pelo hacia atrás, el tatuaje que se extendía por su sien derecha brilló.
– No solucionará completamente el problema, pero seguro como la mierda que es mejor que nada.
Otra ola de calor se rizó a través del aire. Los tres gimieron y quedaron momentáneamente incapacitados, sus cuerpos golpeando, tensándose, queriendo ir donde sabían que eran necesitados, donde podían ser usados para aliviar el dolor de una mujer.
Tan pronto como fue capaz Z se puso en pie. Mientras se marchaba, Vishous estaba trepando a la cama de Phury y encendiendo un cigarro de nuevo.
Cuando Z regresó al otro extremo de la casa, se reforzó antes de volver a entrar en el cuarto. Abriendo la puerta no se atrevió a mirar en la dirección de ella mientras forzaba a su cuerpo a dirigirse al escritorio.
Encontró las jeringas y recogió la que Phury había llenado. Tomando una profunda respiración se giró, sólo para descubrir que la cama estaba vacía.
– ¿Bella? -Caminó hacia ella-. Bella, dónde…
Se la encontró encogida en el suelo, con una almohada entre las piernas, el cuerpo temblándole.
Ella empezó a sollozar mientras él se arrodillaba a su lado.
– Duele…
– Oh, Dios… Lo sé, nalla. -Él le apartó el pelo de los ojos-. Yo te cuidaré.
– Por favor… me duele mucho. -Ella se dio la vuelta, los pechos tensos y las puntas de un rojo brillante… Hermosa. Irresistible-. Duele. Duele tanto. Zsadist, no va a parar. Se está poniendo peor. Du…
En una oleada masiva, ella onduló desenfrenadamente, una explosión de energía surgiendo de su cuerpo. La fuerza de las hormonas que ella emitía lo cegó, y quedó tan capturado por la respuesta bestial de su cuerpo que no pudo sentir nada… a pesar de que ella se agarraba a su brazo con la suficiente fuerza como para doblarle los huesos.
Cuando el pico cayó, él se preguntó si le habría roto la muñeca. No es que le preocupara el dolor; tomaría todo el que ella necesitara causarle. Pero si ella estaba asiéndose a él tan desesperadamente, sólo podía imaginarse lo que estaba sintiendo por dentro.
Con un respingo, se dio cuenta de que ella se estaba mordiendo el labio inferior con la suficiente fuerza como para hacerlo sangrar. Le limpió la sangre de la boca con el pulgar. Entonces tuvo que restregárselo en la pernera del pantalón para no lamerlo y querer más.
– Nalla… -Él miró la jeringa que tenía en las manos.
Hazlo, se dijo a sí mismo. Drógala. Quítale el dolor.
– Bella, necesito saber algo.
– ¿Qué?- gimió ella.
– ¿Es tu primera vez?
Ella asintió.
– No sabía que podía ser tan malo… Oh, Dios…
Su cuerpo sufrió espasmo de nuevo, las piernas aplastaban la almohada.
Él volvió a mirar hacia la jeringa. Mejor que nada no era lo suficientemente bueno para ella, pero descargarse dentro de ella le parecía un sacrilegio. Maldita fuera, sus eyaculaciones eran la peor de las dos porquerías de opciones que tenía, pero biológicamente hablando, él podía hacer más por ella que la morfina.
Z se levantó y puso la aguja en la mesita de noche. Entonces se paró y se quitó las botas mientras se sacaba la camisa por la cabeza. Se bajó la cremallera, liberando la repugnante y doliente longitud, y quitándose los pantalones de cuero.
Él necesitaba dolor para llegar al orgasmo, pero eso no le preocupaba. Demonios, podía herirse lo suficiente como para obtener una liberación. Para eso tenía colmillos ¿no es cierto?
Bella se retorcía en la miseria, mientras él la levantaba y la colocaba sobre la cama. Ella era tan magnífica sobre las almohadas, las mejillas sonrojadas, los labios abiertos, la piel brillando por la necesidad. Pero ella estaba sufriendo.
– Shhh… tranquila -le susurró subiéndose a cama. Encima de ella.
Cuando sus pieles desnudas se rozaron, ella gimió y se mordió el labio de nuevo. Esta vez él se agachó y lamió la sangre fresca de su boca. El sabor, el hormigueo eléctrico de su lengua, le hicieron estremecerse. Lo espantó. Le recordó que llevaba más un siglo viviendo de un alimento débil.
Con una maldición empujó todo su estúpido y jodido bagaje fuera del camino y se centró en Bella. Sus piernas se apretaban bajo él, y tuvo que forzarlas a separarlas con las manos, entonces los sujetó con los muslos. Cuando le tocó el centro con la mano, se sacudió. Ella estaba ardiendo, empapada, hinchada. Ella gritó, y el orgasmo que siguió alivió su lucha un poco, sus brazos y sus piernas quedándose quietas, la respiración volviéndose menos dura.
Quizás iba a ser más fácil de lo que pensaba. Quizás Vishous estaba equivocado en que ella necesitaba tener a un hombre dentro. En ese caso, podría hundirse en ella una y otra vez. Chico, amaría hacerlo durante todo el día. La primera vez que había puesto su boca sobre ella no le había durado lo suficiente.
Él observo su ropa. Probablemente podía haberse quedado vestido…
La fuerza de la energía que salió de ella fue tan grande que fue como si le hubieran levantado sobre su cuerpo, como si manos invisibles lo hubieran empujado por el pecho. Ella gritó con angustia mientras él se cernía sobre ella. Cuando la oleada pasó se colocó de nuevo sobre ella. El orgasmo obviamente había empeorado la situación, y ahora ella lloraba tan fuerte que las lágrimas ya no caían de sus ojos. Todo lo que ella tenía era un estado de secos jadeos mientras se retorcía y se contorsionaba bajo él.
– Quédate quieta, nalla -dijo él frenéticamente-. Déjame entrar en ti.
Pero ella ya estaba demasiado lejos como para oírlo. Tuvo que usar la fuerza para mantenerla en su sitio, empujándola hacia abajo por la clavícula mientras le levantaba una pierna y la separaba hacia un lado. Trató de posicionar la cosa para la penetración moviendo las caderas, pero no podía obtener el ángulo correcto. Incluso atrapada bajo su mayor fuerza y peso, ella continuaba sacudiéndose.
Con una maldición desagradable Z buscó entre sus piernas y agarró la cosa que necesitaba usar en ella. Guió al bastardo a su umbral y entonces empujó duro, uniéndolos profundamente. Los dos gritaron.