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Cuando salió se puso una camiseta y un par de pantalones de entrenamiento, luego miró su ordenador portátil sobre el escritorio. Se sentó delante de él, pensando que tal vez debería escribir algo. El terapeuta lo había sugerido.

Dios… Hablar con ella sobre lo que le había pasado había sido casi tan malo como vivir la experiencia la primera vez. Y no había querido ser tan sincero como había sido. Era solamente… aproximadamente a los veinte minutos de sesión se había derrumbado y su mano había empezado a garabatear y no había sido capaz de parar una vez que la historia había empezado.

Cerró los ojos y trató de recordar el aspecto de aquel hombre que lo había arrinconado. Sólo una imagen vaga vino a la memoria, pero recordó el cuchillo claramente. Había sido de cinco pulgadas, un estilete de doble cara con un punta aguda como un grito.

Desplazó el índice sobre la tecla del ratón en el ordenador portátil y el salvapantallas de Windows XP parpadeó. La cuenta de su correo electrónico tenía un mensaje nuevo. De Sarelle. Lo leyó tres veces antes de intentar responder.

Al final, le contestó: ¡Eh!, Sarelle. Mañana por la noche no me viene bien. Lo siento. Volveré contigo en otra ocasión. TTYL, John.

Realmente… no quería verla otra vez. Ni siquiera para un ratito, en cualquier caso. No quería ver a ninguna hembra excepto a Wellsie, Mary, Beth y Bella. No iba a haber nada remotamente sexual en su vida hasta que aceptara lo que le habían hecho hacía casi un año.

Salió de Hotmail y abrió un documento nuevo en Microsoft Word.

Descansó los dedos sobre el teclado durante sólo un momento. Y luego comenzaron a volar.

CAPÍTULO 34

Zsadist arrastró su cabeza a un lado y miró el reloj. Diez de la mañana. Diez… las diez. ¿Cuántas horas? Dieciséis…

Cerró los ojos, tan agotado que apenas podía respirar. Estaba tumbado de espaldas, las piernas extendidas hacia fuera, los brazos estirados en cualquier parte. Había estado en aquella posición desde que había rodado fuera de Bella tal vez hacía una hora.

Parecía que había pasado un año desde que había vuelto al cuarto la noche anterior. Su cuello y muñecas ardían del número de veces que ella se había alimentado de él, y la cosa entre sus piernas estaba dolorida. El aire alrededor de ellos estaba saturado con el olor de la unión, y las sábanas estaban mojadas con una combinación de su sangre y otra cosa que ella había necesitado de él.

Él no habría cambiado un momento de ello.

Mientras cerraba los ojos, se preguntaba si podría dormir ahora. Había estado privado de comida y sangre, tan hambriento que ni siquiera su inclinación por mantenerse sobre el borde podría anular las necesidades. Pero no podía moverse.

Cuando sintió una mano acariciando sobre su vientre, despegó los parpados para mirar a Bella. Las hormonas se elevaban en ella otra vez, y la respuesta que ella requería de él contestaba, el eso endureciéndose una vez más.

Zsadist luchó para darse la vuelta así podría ir donde necesitaba estar, pero estaba demasiado débil. Bella se movió contra él y él trató de levantarse otra vez, pero su cabeza pesaba mil libras.

Extendiendo la mano, él agarró su brazo y la tiró encima de él. Mientras sus muslos se separaban sobre las caderas de él, ella lo miró asombrada y empezó a gatear para bajarse.

– Está bien -graznó. Limpió la garganta, pero no ayudó con toda la grava-. Sé que eres tú.

Sus labios bajaron sobre los suyos y él la besó a su vez aun cuando no pudiera levantar sus brazos para sostenérsela. Dios, como le gustaba besarla. Amaba sentir su boca contra la suya, amaba tenerla cerca de su cara, amaba respirarla en sus pulmones, ¿la… amaba? ¿Era eso lo que había pasado esa noche? ¿Había caído?

El olor de la vinculación que estaba por todas partes de ambos le dio la respuesta. Y la comprensión debió haberlo conmocionado, pero estaba demasiado cansado para molestarse en luchar contra ello.

Bella se alzó y deslizó eso dentro de ella. Tan golpeado como estaba, él gimió en éxtasis. La sensación de ella era algo de lo que no podía tener bastante, y sabía que no era debido a su necesidad.

Ella lo montó, plantando sus manos sobre sus pectorales y encontrando un ritmo con sus caderas porque él no podía empujar más. Él sentía crecer otra explosión, sobre todo mientras miraba el balanceo de pechos.

– Eres tan hermosa. -dijo con voz ronca.

Ella hizo una pausa para inclinarse y besarlo otra vez, su pelo negro cayendo alrededor de él, un refugio apacible. Cuando ella se enderezó, él se maravilló con la vista. Ella estaba brillando con la salud y vitalidad de todo lo que él le había dado, una hembra resplandeciente a quien él…

Amaba. Sí, amaba.

Era el pensamiento que se disparó por su cerebro mientras él se corría dentro de ella otra vez.

Bella se derrumbó encima de él, exhaló con un estremecimiento, y de repente la necesidad terminó. La energía de la hembra fue a la deriva por el cuarto, la tormenta había pasado. Suspirando de alivio, se apartó de él, separando su sexo magnífico de su cosa. Mientras eso se dejó caer pesadamente sin vida sobre su vientre, sintió el frío del cuarto sobre su carne, tan poco atrayente comparado con el calor de ella.

– ¿Estás bien? -preguntó.

– Sí… -susurró ella, poniéndose de lado, casi dormida-. Sí, Zsadist… sí.

Ella iba a necesitar comida, pensó. El necesitaba ir a conseguirle comida.

Juntando su voluntad, tomó un aliento, y otro y otro… y finalmente forzó a su cuerpo a salir de la cama. Su cabeza se balanceó salvajemente, los muebles, el suelo y las paredes se movían, cambiando de sitio, hasta que no estuvo seguro de si estaba en el techo o no.

El vértigo empeoró cuando sacó las piernas del colchón, y cuando estuvo de pie su equilibrio lo abandonó completamente. Se cayó contra la pared, golpeándose contra ella, tuvo que sostenerse agarrándose a las cortinas.

Cuando estuvo listo, se soltó y se inclinó hacia ella. Levantarla en sus brazos era una lucha, pero su necesidad de cuidarla era más fuerte que el agotamiento. La llevó a la plataforma y la tumbó, luego la cubrió con el edredón que hacía mucho habían empujado al piso. Él se estaba dando la vuelta cuando ella lo tomó del brazo.

– Tienes que alimentarte -dijo ella, tratando de atraerlo mas cerca-. Ven a mi garganta.

Dios, estaba tentado.

– Volveré -dijo él, tropezando con sus pies. Se tambaleó hasta el armario y se puso un par de boxers. Entonces despojó la cama de las sábanas y almohadas y se marchó.

Phury abrió los ojos y comprendió que no podía respirar.

Lo cual tenía sentido, supuso. Su cara estaba aplastada por un montón de mantas. Movió la boca y libero la nariz del embotellamiento y trató de enfocar los ojos. La primera cosa que vio, aproximadamente a seis pulgadas de su cabeza, fue un cenicero lleno de muertos cigarros rotos. En el suelo.

¿Qué diablos? Oh… Estaba colgando al borde del colchón.

Cuando oyó un gemido, se empujó hacia arriba, giró la cabeza y se vio cara a cara con uno de los pies de Vishous. Más allá de la talla catorce estaba el muslo de Butch.

Phury tuvo que reírse, y esto atrajo la mirada fija atontada del poli desde una almohada. El humano se revisó a si mismo y luego a Phury. Parpadeó dos o tres veces, como si esperaba despertarse de verdad.

– Oh, amigo -dijo con más grava que voz. Entonces echó un vistazo a Vishous, que estaba desmayado cerca de él-. Oh, amigo, esto es demasiado extraño.