Y qué es lo que sabes. La temperatura del cuerpo de aquel “hombre” estaba alrededor de los cincuenta. Un lesser.
Rehv cambió de pantalla otra vez y obtuvo una imagen ajustada de la cara del asesino mientras miraba las cintas. Tristeza, miedo…cólera. Ninguna de las emociones era anónima: por lo que era algo personal. Había perdido alguna cosa.
Entonces éste era el bastardo que se había llevado a Bella. Y había regresado a por ella.
A Rehv no le sorprendió que el lesser hubiese encontrado la casa. La captura de Bella había sido toda una noticia dentro de la raza y la dirección de la familia nunca se había ocultado… de hecho, por el consejo espiritual de su mahmen, la mansión de Thorne Avenue era muy conocida. Todo esto podía haber venido de la captura de un civil que sabía dónde vivían.
La cuestión real era, ¿por qué el asesino no había traspasado las puertas?
Dios, ¿a qué hora había sido? A las cuatro de la tarde. Mierda.
– Es un lesser -dijo Rehv, golpeando con fuerza el suelo con su bastón y levantándose rápidamente-. Evacuaremos la casa rápidamente. Buscarás a Lahni inmediatamente y le dirás a la señora que debe vestirse. Entonces te las llevarás a ambas por el túnel y las conducirás a la casa segura en la furgoneta.
El doggen empalideció.
– Amo, no tenía ni idea de lo que era…
Rehv puso la mano sobre el hombro del hombre para reprimir que se dejara llevar de nuevo por el pánico.
– Hiciste bien con lo que sabías. Pero movámonos rápidamente ahora. Ve por Lahni.
Rehv caminó lo más rápido que pudo hacia la habitación de su madre.
– ¿Mahmen? -Dijo mientras abría la puerta-. Mahmen, despierta.
Su madre se sentó sobre las sábanas de seda de la cama, su cabello blanco enrollado en un gorro de día.
– Pero si…no es aún de tarde. Por qué…
– Lahni vendrá para ayudarte a vestir.
– Querida Virgen, Rehvenge. ¿Por qué?
– Dejarás esta casa.
– Qué…
– Ahora, mahmen. Te lo explicaré más tarde -le besó ambas mejillas mientras entraba la criada-. Ah, bien. Lahni, viste a la señora rápidamente.
– Sí, amo -dijo la doggen con una reverencia.
– ¡Rehvenge! Qué está…
– Deprisa. Vete con el doggen. Te llamaré.
Como su madre gritó llamándole, regresó a sus habitaciones privadas y cerró las puertas para no oírla. Cogió el teléfono y marcó despacio el número de la Hermandad despreciando lo que debía hacer. Pero la seguridad de Bella era lo primero. Después de dejar el mensaje que le produjo dolor de garganta, caminó hacia el armario.
En esos momentos la mansión estaba sellada durante las horas de luz solar, de manera que ningún lesser podría entrar. Las persianas cubrían las ventanas y las puertas eran antibalas e incombustibles, las casa estaba hecha con paredes de piedra de dos pies de espesor. Para finalizar, había bastantes cámaras y alarmas de seguridad por lo que sabría si alguien estornudaba en su propiedad. Pero de todos modos quería fuera a mahmen.
Aún más, en cuanto cayera la oscuridad, abriría las puertas de hierro y pondría la alfombra de bienvenida. Quería que el lesser entrara.
Rehv se quitó el manto de visón y se puso unos pantalones y un suéter de cuello alto. No sacaría las armas hasta que su madre se hubiese ido. Si ella no estaba ya totalmente histérica, verlo cubierto de metal la llevaría directamente al borde.
Antes de regresar a comprobar el progreso de la evacuación, miró hacia el gabinete cerrado de su armario. Tendría tiempo más tarde para su dosis de dopamina de la tarde. Perfecto.
Sonriendo, abandonó la habitación sin inyectarse, preparado para sacar todos sus sentidos a jugar.
Como las persianas estaban levantadas durante la noche, Zsadist se puso de lado junto a Bella, observando su sueño. Estaba de espaldas, apretada contra el pliegue de su brazo, la cabeza al nivel de su pecho. Ninguna sábana o manta cubrían su cuerpo desnudo, porque todavía irradiaba restos del calor de la necesidad.
Cuando regresó del viaje que había hecho a la cocina, ella había comido de su mano y había dormitado mientras le había arreglado el lecho con ropa de cama fresca. Habían estado juntos completamente a oscuras desde entonces.
Movió la mano desde su muslo hacia la parte inferior de su pecho y acarició el pezón con su índice. Había estado haciéndolo así durante horas, acariciándola, tarareándole. Aunque estaba tan cansado que sus párpados estaban abiertos a medias, la calma entre ellos era mejor que cualquier resto de lo que podría obtener si hubiera cerrado los ojos.
Mientras ella se movía contra su cadera acariciándolo, él se sorprendió por el impulso de coger su inflamación. Por ahora calculaba que lo haría con esto durante un ratito.
Se inclinó hacia atrás y miró hacia abajo sobre su cuerpo. Por la abertura delantera de sus boxers, la cabeza de la cosa que había usado con ella había escapado, y como el eje se había alargado, la embotada punta empujaba hacia fuera más y más lejos.
Sintiendo como si rompiera una especie de ley, utilizó el dedo que había estado usando para hacer círculos sobre el pezón de Bella y empujó la erección. Estaba tiesa, entonces se movió regresando al lugar.
Cerró los ojos y con un estremecimiento, capturó la excitación con la palma. Cuando lo acarició se sorprendió de que la suave piel se deslizara sobre el duro centro. Y las sensaciones fueran extrañas. No desagradables, en verdad. En realidad, era del tipo que le recordaban el haber estado dentro de Bella, sólo que no tan bueno. Ni mucho menos.
Dios, era tan afeminado. Con miedo de su propia…picha. ¿Polla? ¿Pene? ¿Cómo diablos debería llamarlo? ¿Cómo lo llamaban los hombres normales? Bien, George no era una opción. Pero de alguna manera referirse a ello como…ello, no le parecía correcto nunca más. Ahora que se habían dado la mano, por así decirlo.
Dejó la cosa y deslizó la mano por la cinturilla de los boxers. Estaba mareado y nervioso, pero calculó que tendría que acabar la rutina de Lewis y Clark. No sabía cuando tendría el corazón de hacer esto otra vez.
Barajó a… Dick, sí, comenzaría a llamarlo Dick… alrededor era como si estuviera dentro, pero fuera del camino y luego se tocó las pelotas por debajo. Sintió acercarse un shock encima de la erección del eje y la punta tembló.
Aquello se sentía agradable.
Frunció el ceño cuando exploró por primera vez lo que la Virgin le había dado. Era gracioso que todo esto a lo que había estado atado, colgando de él, durante mucho tiempo y que nunca había hecho de joven, sin duda los hombres post-transición se pasaban los días enteros haciéndolo.
Cuando se acarició las pelotas otra vez, se tensaron más y Dick se puso aún más duro. Las sensaciones hervían en la parte inferior de su cuerpo y las imágenes de Bella aparecieron en su mente, imágenes de ellos teniendo sexo, de él estirando las piernas por encima e introduciéndose profundamente en ella. Recordó con dolorosa claridad como la sentía debajo de él, el canal que ella le hizo, como estaba de apretada…
Todo esto comenzó como una bola de nieve, las imágenes en su mente, las corrientes de energía extendiéndose donde se encontraba su mano. Su boca se separó. El cuerpo le hizo una especie de oleada, sus caderas echándose hacia delante. Con un impulso, rodó sobre la espalda y empujó hacia abajo los boxers.
Y luego comprendió lo que estaba haciendo. ¿Se la estaba sacudiendo? ¿Al lado de Bella? Dios, era un bastardo repugnante.
Disgustado consigo mismo, liberó su mano y comenzó a dar tirones de los boxers de regreso…
– No pares -dijo Bella suavemente.
Una explosión de frío se le disparó por la espina a Z. Roto. Los ojos se dirigieron a los suyos cuando la sangre se le subió a la cara. Pero ella sólo le sonrió y le acarició el brazo.