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– Eres tan hermoso. De camino puedes arquearte en este momento. Termínalo, Zsadist. Sé que es lo que quieres hacer y no tienes por qué avergonzarte. Estas muy guapo cuando te tocas.

Le besó el bícep, sus ojos dirigiéndose hacia sus boxers.

– Termínalo -le susurró- déjame verte terminar.

Pareciendo un idiota deseoso, pero curiosamente incapaz de parar, se sentó y se desnudó.

Bella hizo un ruido de aprobación cuando se tumbó otra vez. Tomando la fuerza de ella, deslizó despacio la mano hacia abajo por su estómago, sintiendo tensarse sus músculos y la lisa piel sin pelo que los cubría. La verdad es que no esperaba ser capaz de continuar…

Mierda santa. La cosa estaba muy dura, podía sentir el latido del corazón tamborileando por ello.

Miró fijamente los profundos ojos azules de Bella mientras movía la palma de la mano arriba y abajo. Escalofríos de placer comenzaron a dispararse y correr a través de su cuerpo. Dios… tenerla mirando le funcionaba, incluso cuando no tendría que hacerlo. Cuando él había sido observado antes…

No, el pasado no era bienvenido. Si se entretenía en lo que le había pasado hacía un siglo, iba a perderse este momento con Bella.

Con un empujón y un golpe cerró sus recuerdos distanciándose de lo que le habían hecho delante de una audiencia. Los ojos de Bella… lo miraban. Estaba en ellos. Se ahogaba en ellos.

Su mirada fija era tan encantadora, brillante por encima de su color, abrazándolo como si estuviera entre sus brazos. Miró sus labios. Su estómago… La creciente necesidad en su sangre dio un geométrico salto, explotando de manera que cada pulgada que sentía era una erótica tensión.

Los ojos de Bella fueron a la deriva hacia abajo. Mientras lo miraba trabar en ello, se tomó el labio inferior entre sus dientes. Sus colmillos eran dos pequeñas dagas blancas y él las quería sobre su piel otra vez. Quería chupar de ella.

– Bella… -gimió él. Joder, realmente estaba en esto.

Levantó una de sus piernas, los gemidos salían de su garganta mientras movía la mano más rápidamente y luego concentraba el movimiento en la punta. Un segundo más tarde se perdió. Gritó mientras su cabeza golpeaba la almohada y su espalda se curvaba hacia el techo. Calientes motores golpeaban su pecho y su vientre y las rítmicas liberaciones continuaron un rato mientras lo terminaba. Se paró cuando la cabeza estuvo demasiado sensible para tocarla.

Estaba mareado como el infierno y respiraba con dificultad cuando se inclinó a su lado y la besó. Cuando se retiró, sus ojos le mostraron cuan claramente lo leía. Ella sabía que lo había ayudado esta primera vez. Incluso de alguna manera ella no lo miraba con compasión. No parecía que le preocupara que él fuera un pobre asno que hasta ahora no había sido capaz de merecer tocarse.

Él abrió la boca.

– Yo…

Un golpe cortó la declaración, no tenía hecho el trabajo.

– No abras la puerta -ladró él, limpiándose con los boxers. Besó a Bella y le colocó una sábana por encima antes de atravesar la habitación.

Reforzó su hombro contra la puerta, como si quien quiera que estuviera al otro lado pudiera entrar en la habitación. Fue un estúpido impulso, pero de ningún modo nadie iba a ver a Bella en su brillante postnecesidad. Esto era sólo para él.

– Qué -dijo él.

La voz de Phury sonó amortiguada.

– El Explorer al que le metiste tu teléfono se movió anoche. Fue al supermercado donde Wellsie compró las manzanas del festival del solsticio. Hemos cancelado las órdenes, pero tenemos que hacer un reconocimiento. Reunión de la Hermandad en el estudio de Wrath en diez minutos.

Z cerró los ojos y apoyó la frente en la madera. La vida real había regresado.

– ¿Zsadist? ¿Me has oído?

Miró a Bella, pensando en que su tiempo juntos había terminado. Y viendo como juntaba las sábanas hacia su barbilla como si tuviera frío, ella también lo supo…

Dios… dolía, pensó él. En realidad se sentía… herido.

– Estaré allí -dijo él.

Dejando caer los ojos sobre Bella, se giró y se dirigió a la ducha.

CAPÍTULO 36

Cuando la noche cayó, O enfurecido se acercó a la cabina y recogió las municiones que necesitaría. Había vuelto hacía media hora y el día que había pasado había sido una mierda. Primero se había dirigido a Omega y había recibido una jodida riña. Literalmente. El amo había estado jorobando sobre los dos lessers que habían sido detenidos, como si hubiera sido fallo de O, que esos incompetentes obtuviesen un manotazo y fuesen disecados.

Después de que O compartiera la primera ola, el bastardo del amo había sacado a los asesinos humanos, replegando la sujeción sobre ellos como si fueran perros con correas. De una forma interesante, no le fue fácil. Llamar a los miembros de la Sociedad para que volvieran a casa no era la clase de cosa que se consiguiera con un golpe de muñeca fácilmente, y la debilidad era algo a recordar.

No es que la debilidad hubiese durado. Hombre, O no tenía dudas de que aquellos dos lessers habían lamentado el día que negociaron sus almas. Omega había comenzado con ellos inmediatamente y la escena había parecido una película de Clive Baker. Y la cosa era que, los asesinos eran no muertos, entonces el castigo podría seguir sin cesar hasta que Omega se aburriera.

Lo había mirado muy concentrado cuando O había salido.

La vuelta al mundo temporalmente había sido una total llamada al asesinato. Durante la ausencia de O, una insurrección de Betas había arraigado. Una escuadrilla de ellos, cuatro en total, estaban aburridos y habían decidido atacar a otros lessers, en una especie de juego de caza-y-mata que causó varias víctimas en la Sociedad. Los correos de voz de U cada vez eran más frenéticos, dejados sobre el curso de seis horas, eran la clase de modernización que hacían que un hombre quisiera gritar.

Maldita sea. U era un fracaso total como Segundo en la jerarquía. No había sido capaz de controlar a los Beta en la lucha y un humano había muerto durante la lucha. O no daba una mierda por el tipo muerto, pero de lo que se había preocupado era del cuerpo. Lo último que necesitaban era complicarse con los polis. Otra vez.

Así que O fue a la escena y se ensució las manos deshaciéndose del cuerpo; entonces se fastidió marchándose unas dos horas para identificar a los granujas Beta y yendo a visitar a cada uno de ellos. Había querido matarlos, pero si quedaban más puestos vacantes en las filas de la Sociedad, iba a tener otro problema con el amo.

Cuando terminó de golpear a aquel cuarteto de idiotas de mierda, que había sido sólo hacía media hora, estaba totalmente rabioso. Y entonces fue cuando U lo había llamado con las felices noticias de que toda la manzana ordenada que había sido dispuesta para el solsticio había sido cancelada. ¿Y entonces para qué eran todas esas compras? De alguna manera los vampiros habían entendido que les habían seguido la pista.

Sí, U honraba el trabajo cauteloso. De acuerdo.

Entonces el tributo del asesinato en masa para Omega se había ido por la ventana. Por lo que O no tenía nada para untar al amo. Si su esposa estuviera viva, sería más difícil convertirla en un lesser.

O había perdido el punto. Había gritado a U por teléfono. Se permitió soltar toda clase de obscenidades. Y U había respirado como un gatito azotado, tranquilizándose, agachándose. El silencio había conducido a la locura a O, ya que siempre había odiado que la gente no se defendiera.

Cristo. Había pensado que U era estable, pero en realidad era un bastardo débil y O estaba harto de ello. Sabía que tenía que meter un cuchillo en el pecho de U e iba a hacerlo, pero lo habían detenido las distracciones.

Jodida Sociedad, U, Betas y Omega. Tenía que hacer un trabajo que le importaba.

O agarró las llaves del camión y se montó en la cabina. Iba directamente al 27 de Thorne Avenue a meterse dentro de aquella mansión. Tal vez era una llamada desesperada, pero estaba seguro de que la respuesta que estaba buscando estaba detrás de aquellas puertas de hierro.