– Rezo para que me lo permita.
CAPÍTULO 37
Rehvenge merodeaba por la casa, yendo de habitación en habitación andando impacientemente. Su campo visual era rojo, sus sentidos vivos, el bastón fue abandonado horas atrás. Con no más frío que de costumbre, se había deshecho del jersey de cuello alto, colgando las armas sobre su piel desnuda. Sentía todo el cuerpo, regodeándose con todo el poder de sus músculos y huesos. Y allí había también otras cosas. Cosas que no había experimentado en…
Dios, había pasado una década desde que se dejara llevar tan lejos, y por eso fue manipulado, un retroceso deliberado en la locura, se sintió con el control… lo cual probablemente era una falacia peligrosa, pero no le importaba una mierda. Se había… liberado. Y quería luchar contra el enemigo con una desesperación que era completamente sexual.
También estaba frustrado como el demonio.
Se asomó por una de las ventanas de la biblioteca. Había dejado bien abierta la puerta principal, para alentar a las visitas. Nada. Nada. Cero.
El reloj del abuelo sonó doce veces.
Había estado tan seguro de que el lesser se mostraría, pero nadie atravesó la puerta, o subió el camino hacia la casa. Y según las cámaras de seguridad de la periferia, los coches que habían pasado por la calle eran sólo los autóctonos del vecindario: varios Mercedes, un Maybach, algunos Lexus SUV, cuatro BMW.
Malditos. Quería a ese asesino, lo suficientemente mal para gritar, y el deseo de luchar, para vehngar a su familia, proteger su territorio, tenía sentido. Su linaje descendía de la elite de guerreros por parte de su madre, y la violencia estaba arraigada en él; siempre la tuvo. Añadiendo a su naturaleza la cólera por lo de su hermana y el hecho que había tenido que sacar urgentemente a su mahmen de la casa en plena jodida luz del día, era como un barril de pólvora.
Pensó en la Hermandad. Habría sido un buen candidato, si lo hubieran reclutado antes de su transición… ¿Excepto qué quien infiernos sabía ya lo que ellos hacían? Habían pasado a la clandestinidad cuando la civilización vampiro se desmoronó, convirtiéndose en ese enclave escondido, protegiéndose a ellos mismos más que a la raza que habían jurado defender.
Demonios, no ayudaba el pensar que si ellos hubieran estado más atentos en su trabajo y menos en sí mismos podían haber impedido el secuestro de Bella. O encontrarla de inmediato.
Una nueva ráfaga de cólera lo atravesó, continuó paseando por la casa con un patrón aleatorio, asomándose a las ventanas y puertas, comprobando los monitores. Finalmente decidió que la espera sin propósito era una tontería. Iba a perder el juicio vagando por allí toda la noche, y tenía negocios que atender en el centro. Si conectaba las alarmas y ellos las hacían saltar, podría materializarse en un parpadeo.
Cuando llegó a su habitación, fue hacia el armario y se detuvo enfrente del armario cerrado al fondo. Ir a trabajar sin medicarse no era una opción, incluso si significaba tener que utilizar una pistola en vez de un mano a mano con el lesser si el bastardo aparecía.
Rehv sacó un vial de dopamina así como una jeringuilla y un torniquete. Cuando preparó la aguja y envolvió la goma alrededor de su antebrazo, clavó los ojos en el claro fluido que estaba a punto de introducir en sus venas. Los charlatanes habían mencionado que con esa clase de dosis tan alta, la paranoia era un efecto secundario en algunos vampiros. Y Rehv había duplicado la prescripción desde… Jesús, desde que Bella había sido raptada. Entonces quizás se había vuelto loco.
Pero entonces pensó en la temperatura del cuerpo de esa cosa que se había parado enfrente de las puertas. Con cincuenta grados no estaba vivo. No los humanos.
Se inyectó esperando hasta la recuperar la visión y el cuerpo. Entonces se abrigó bien, agarró el bastón y salió.
Zsadist estaba al acecho en ZeroSum, completamente consciente de la preocupación silenciosa de Phury surgiendo amenazadoramente tras él como una niebla húmeda. Buena cosa, encontró que su gemelo era fácil de ignorar, o toda esa desesperación le habría dejado seco.
Débil. Estás tan débil.
Sip, bien, tendría que ocuparse de eso.
– Dame veinte minutos -le dijo a Phury-. Luego te reúnes conmigo en el callejón.
Sin perder tiempo. Escogió a una puta humana que tenía el pelo recogido en un moño, le dio doscientos dólares, y prácticamente la empujó fuera del club. No parecía preocupada por su cara, su tamaño o por la manera en que la llevaba. Tenía la vista perdida, estaba tan colocada.
Cuando estuvieron en el callejón, reía demasiado alto.
– ¿Cómo lo quieres? -dijo, haciendo un pequeño baile en sus altísimos talones. Tropezó, entonces puso las manos sobre su cabeza y se desperezó en el frío-. Me parece que rudo. Lo cual está bien para mí.
La volteó de cara a los ladrillos y la sujetó en el lugar por la nuca. Cuando rió nerviosamente y fingió luchar, la dominó, pensando en las innumerables humanas que había chupado durante años. ¿Cuan limpias habría dejado sus memorias? ¿Se despertaban con pesadillas sobre él cuando su subconsciente se removía?
Adicto, pensó. Era un adicto. Igual que la Mistress.
La única diferencia era, que él no tenía elección.
¿O sí? Podía haber usado a Bella esta noche, ella lo deseaba. Pero si no se alimentaba de ella, era sólo porque iba a ser más duro para ambos el dejarla marchar. Y hacia allí se dirigían.
Ella no quería ser vehngada. No podría descansar mientras ese lesser ocupara un espacio en la tierra…
Más que eso, no podía soportar mirar a Bella destruyéndose tratando de amar a un macho que no le convenía. Tenía que obligarla a alejarse de él. Quería que estuviera feliz y a salvo, quería mil años suyos despertándose con una tranquila sonrisa en su cara. La quería bien emparejada, con un macho del que pudiera sentirse orgullosa.
A pesar de la unión que tuvo con ella, quería que conociera más alegría de la que tendría con él.
La prostituta se contoneó.
– ¿Lo haremos o qué, papito? Porque estoy algo excitada.
Z descubrió los colmillos y levantó la cabeza, preparándose para el golpe.
– !Zsadist… no!
La voz de Bella vino a su cabeza. Estaba de pie en medio del callejón, a unos quince pasos aproximadamente. Sus ojos estaban horrorizados, la boca abierta.
– No -dijo roncamente-. No… lo hagas.
Su primer impulso fue llevarla de vuelta a la maldita casa y gritarle por salir. El segundo fue que tenía la oportunidad de cortar los lazos entre ellos. Sería una maniobra quirúrgica, con mucho dolor involucrado, pero ella se curaría de la amputación. Aunque él no.
La puta miro por encima, entonces rió, un gorgorito alto y feliz.
– ¿Va a mirar? Porque eso te costará cincuenta pavos más.
Bella se puso la mano en la garganta cuando Zsadist sujetó a la humana entre su cuerpo y la pared de ladrillos del edificio. El dolor en su pecho era tan grande que no podía respirar. Verlo tan cerca de otra hembra… una humana, una prostituta además… ¿y con el propósito de alimentarse? ¿Después de todo lo que habían compartido la noche anterior?
– Por favor -dijo-. Utilízame. Tómame. No hagas esto -giró a la hembra hasta que quedaron frente a frente, entonces colocó un brazo a través del pecho de la mujer. La prostituta rió y se onduló contra él, restregando su cuerpo en el suyo, las caderas moviéndose en un sinuoso serpenteo.
Bella tendió las manos en el aire helado.
– Te amo. No tuve la intención de insultarte frente a los Hermanos. Por favor, no hagas esto en represalia.
Los ojos de Zsadist miraron los suyos. El sufrimiento se proyectaba en ellos, una absoluta desolación, pero dejó al descubierto sus colmillos… entonces los hundió en el cuello de la mujer. Bella chilló mientras él tragaba, la hembra humana reía otra vez con un sonido rítmico y salvaje.