– Te ví tirarlo al suelo, y te mataría por esto, excepto que no estoy interesado en tratar con tus padres. Escucha bien, chico. Haces otra vez algo así, y te saco los ojos con los dedos y me alimento de ellos. ¿Está claro?
En respuesta, la boca de Lash funcionó como una válvula de una sola vía.
El aire entraba. Nada salía. Y entonces se orinó en los pantalones.
– Tomaré esto como un sí. -Zsadist lo dejó ir.
John ya no estaba por allí. Corrió hacia el vestidor, agarró su petate y salió al vestíbulo un momento después.
Zsadist le estaba esperando.
– Ven.
John siguió al Hermano hasta el parking de la furgoneta, preguntándose todo el tiempo como podía agradecérselo. Pero entonces Zsadist se detuvo ante el bus y lo empujó dentro. Entonces él también se embarcó.
Cada uno de los aprendices se encogió en sus asientos. Especialmente cuando Zsadist desenvainó una de sus dagas.
– Nos sentaremos aquí -le dijo a John, señalando con el arma de negra hoja el primer asiento.
Sip, bien. Vale. Está bien.
John se apretujó contra la ventana cuando Zsadist sacó una manzana del bolsillo y lentamente se sentó.
– Estamos esperando a otro -dijo Zsadist al conductor-. Y John y yo seremos la última parada.
El doggen se inclinó respetuosamente tras el volante.
– Desde luego, señor. Como usted desee.
Lash lentamente entró en la furgoneta, la roja veta en su garganta era una mancha en su pálida piel. Cuando vio a Zsadist tropezó.
– Nos estás haciendo perder el tiempo, chico -dijo Zsadist mientras deslizaba un cuchillo bajo la piel de la manzana-. Sienta tu culo.
Lash hizo eso.
Mientras la furgoneta se ponía en marcha, nadie dijo nada. Especialmente cuando la puerta se cerró y quedaron todos juntos encerrados en la parte trasera.
Zsadist peló la Granny Smith en una larga tira, la piel descendía poco a poco hasta que llegó al suelo de la furgoneta. Cuando terminó, cubrió la rodilla con la verde tira, entonces partió una rodaja de carne blanca y se la tendió a John con el cuchillo. John tomó la pieza con los dedos y se la comió mientras Zsadist cortaba un trozo para él, llevándoselo a la boca con el cuchillo. Se alternaron hasta que quedó de la manzana sólo un delgado corazón.
Zsadist tomó la piel y los restos arrojándolos en la pequeña basura al lado de la puerta. Limpió el cuchillo con los pantalones y empezó a lanzarlo al aire y atraparlo. Lo hizo durante todo el camino. Cuando llegaron a la primera parada, hubo una larga vacilación tras la apertura de la puerta. Y dos de los chicos salieron rápidamente.
Los ojos negros de Zsadist los siguieron, con la mirada dura, como si memorizara sus caras. Y durante todo ese tiempo el cuchillo, arriba y abajo, el negro metal centelleaba, la gran palma lo atrapaba en el mismo lugar de la empuñadura tras cada lanzamiento… aunque estuviera mirando a esos tipos.
Eso ocurrió en cada parada. Hasta que John y él quedaron solos.
Mientras la puerta se cerraba, Zsadist deslizó la daga en la funda del pecho. Se movió de asiento a través del pasillo y se apoyó contra la ventana, cerrando los ojos.
John lo sabía más que creía que el macho estaba despierto, porque su respiración no cambió y no estaba relajado. Únicamente no quería interactuar.
John sacó el bloc y la pluma. Escribió pulcramente, dobló el papel y lo sujetó en la mano. Tenía que darle las gracias. Aunque si Zsadist no podía leer, tenía que decir algo.
Cuando la furgoneta se detuvo y la puerta se abrió, John dejó el papel en el asiento de Zsadist, sin tratar de dárselo al guerrero. Y asegurándose que no alzaba la mirada mientras dirigía fuera sus pasos y cruzaba la carretera. Se paró enfrente del césped para observar la partida de la furgoneta, sin embargo, la nieve caía sobre su cabeza, hombros y petate.
Cuando el bus desapareció en la creciente tormenta, Zsadist se mostró de pie al otro lado de la calle. El Hermano le enseñó rápidamente la nota, sujetándola en el aire entre los dedos primero e intermedio. Luego inclinó la cabeza una vez, la guardó en el bolsillo de atrás y se desmaterializó.
John mantuvo los ojos fijos en el lugar que Zsadist había estado. Espesos copos de nieve llenaron sus huellas, el macho patea-culos se había ido.
Con un estruendo la puerta del garaje se abrió tras él, el Range Rover iba marcha atrás por el camino. Wellsie bajó la ventana. El pelo rojo estaba recogido en lo alto de su cabeza, y llevaba una negra parca de esquí. La calefacción dentro del coche iba a toda marcha, un sordo estruendo casi tan fuerte como el motor.
– Hola, John. -Tendió la mano y él colocó la palma sobre la suya-. Oye, ¿era Zsadist el que acabo de ver?
John asintió.
– ¿Qué estaba haciendo aquí?
John dejó caer el petate y escribió,
– vino en el autobús conmigo a casa.
Wellsie frunció el ceño.
– Me gustaría que te alejaras de él, ¿vale? Él no… está bien la mayoría de las veces. ¿Sabes lo que quiero decir?
Realmente, John no estaba tan seguro de eso. Bien, el tipo te hacía pensar, con afecto, algunas veces en el hombre del saco, pero evidentemente no era tan malo.
– De todas formas, voy a recoger a Sarelle. Hemos encontrado un obstáculo con el festival y perdido todas nuestras manzanas. Ella y yo vamos a hacer las visitas a varios padres espirituales, a ver lo que podemos hacer sobre eso tan cerca de la fecha. ¿Quieres venir?
John negó con la cabeza.
– No quiero atrasarme en Tácticas.
– Muy bien. -Wellsie le sonrió-. He dejado algo de arroz y salsa de jengibre en la nevera.
– ¡Gracias! Estoy hambriento.
– Creí que lo estarías. Nos vemos.
La despedía con las manos mientras ella daba marcha atrás el resto del camino y se fue. Mientras se dirigía a la casa, observó distraídamente como las cadenas que Tohr puso en el Rover hacían nítidas marcas en la nieve reciente.
CAPÍTULO 41
– Detente aquí. -O abrió la puerta de la Explorer antes de que el SUV se detuviera al llegar a la Avenida Thorne. Lanzo una mirada aguda hacia la cima de la colina, Después lanzo al Beta detrás el volante una verdadera mirada de despabílate-de-una-puta-vez.
– Quiero que circules por el vecindario hasta que te llame, cuando lo haga quiero que vengas al número veintisiete. No te detengas en la entrada del camino sigue avanzando. Hay una esquina en la pared de piedra aproximadamente a cincuenta yardas adelante. Ahí es donde te quiero. -Cuando el Beta asintió con la cabeza, O dijo:
– Jode esto y dejare que el Omega se haga cargo de ti.
No podía dejar que el asesino cometiera alguna clase de estupidez. Tenía el balbuceo de soy-confiable. Golpeó el pavimento y observo la inclinación gradual del camino. Camino lentamente, él era como un arsenal móvil, su cuerpo estaba cargado con tantas armas y explosivos, que él mismo se había colocado, como si fuera un Árbol de Navidad paramilitar.
Paso los números hasta el veintisiete, un par de pilares gemelos enmarcaban la entrada que desaparecía entre ellos. Cincuenta yardas más tarde y él estaba en la esquina de la pared de estuco donde le habían indicado al tonto Beta que fuera a verlo. Tomó impulso tres veces antes de saltar en el aire como un Michael Jordan de mierda hasta alcanzar la cornisa del muro de diez yardas.
Salvó la distancia sin problemas, pero cuando sus manos hicieron contacto. La ráfaga de electricidad que recorrió su cuerpo era verdaderamente como para rizar el cabello. Si hubiera sido humano todavía, se habría tostado, pero aun como asesino, la sacudida era suficiente como para dejarlo sin aliento. A pesar de eso logro subirse para luego arrojarse al otro lado.
Las luces de seguridad brillaron y lo obligaron a esconderse detrás de un arce. Tomo su pistola con silenciador, si los perros lo atacaban estaba listo para reventarlos. Espero los ladridos, pero no hubo ninguno. Tampoco prisa por encender las luces de la mansión ni carreras de los guardias.