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– ¿Vendrás a mí otra vez? -Dijo Rehv en voz baja-. ¿Me dejarás alimentarte otra vez?

– Sí -contestó, bajando los ojos-. Si me dejas.

– No puedo esperar -gruño él, por la manera en que ella lo miro forzó una sonrisa aunque en realidad no quería hacerlo. Quería hacer otras cosas con la boca ninguna de las cuales sería del agrado de ella. Gracias a Dios por la dopamina-. No te preocupes Thally sólo para alimentarte.

Ella pareció evaluarlo y afirmó con la cabeza

– Y si necesitas… necesitas alimentarte…

Rehv bajó su barbilla y la miro fijamente con los parpados entornados, imágenes eróticas destellaron en su mente. Ella se retiró, claramente alarmada por su expresión, no se sorprendió. De ninguno modo ella podría manejar la clase de mierda enferma que era él.

Rehv levantó la cabeza

– Es una oferta generosa, thally. Pero lo mantendremos unilateralmente.

Hubo alivio en su cara cuando su celular comenzó a sonar y lo saco para comprobar la identidad de quien llamaba. Su corazón comenzó a latir, era el encargado de la seguridad de su casa.

– Discúlpame un momento.

Después de que escuchara el mensaje de que alguien había saltado el muro, activado un buen número de detectores de movimiento y desconectado la electricidad, Rehv le dijo a su gente que apagara todas las alarmar interiores, quería que el responsable permaneciera dentro.

Tan pronto como viera a Bella, regresaría a casa.

– ¿Pasa algo malo? -preguntó Marissa en cuanto cerró el teléfono.

– No, en lo absoluto. -Por el contrario.

Cuando la aldaba de la puerta de la calle sonó Rehv se puso rígido.

Un doggen pasó por delante de la puerta de la sala para atender.

– ¿Quieres que os deje solos? -dijo Marissa.

La gran puerta de la mansión se abrió y cerró. Hubo un suave intercambio de voces, una de ellas la del doggen la otra de Bella.

Rehv se apoyo en su bastón y se levanto despacio cuando Bella apareció en la entrada. Llevaba vaqueros azules y una parka negra, y su largo pelo brillaba sobre los hombros. Se veía… viva… sana. Pero había edad en su cara, nuevas líneas de preocupación y tensión ponían un paréntesis en su boca.

Esperó a que corriera a sus brazos, pero solamente lo miró fijamente… aislada, inalcanzable. O tal vez solamente estaba tan entumecida después de todo por lo que había pasado que ya no tenía ninguna reacción que mostrar al mundo.

Los ojos de Revh se humedecieron cuando coloco su bastón en el piso y fue a ella aun cuando no pudiera sentir la fina alfombra bajo sus zapatos, capto la sorpresa en su cara cuando la atrajo a él.

Dulce virgen, Como deseaba poder sentir la manera en que la abrazaba. Se maldijo por no saber si ella le devolvía el abrazo. No quería forzarla así que se obligo a dejarla ir.

Cuando dejo caer sus brazos ella se pegó a él, no se movió pero permaneció cerca, entonces la abrazo de nuevo.

– Oh… Dios, Rehvenge… – Se estremeció.

– Te amo, hermana mía -dijo suavemente sin vergüenza en el momento que era menos del hombre que debía ser.

CAPÍTULO 42

O salió directamente por la puerta de la mansión de ladrillo dejándola abierta de par en par tras él, mientras bajaba por el sendero, la nieve formaba remolinos en el viento frió.

La visión de aquel retrato era un eco en su cerebro que no lo dejaría, no palidecería. Él había matado a su mujer. Golpeándola tan fuerte que había muerto. Dios… debería haberla llevado a un doctor. O tal vez si aquel Hermano lleno de cicatrices no la hubiera robado, tal vez habría vivido… Quizás había muerto porque la habían trasladado.

Entonces, ¿O la había matado? ¿O habría vivido si le hubieran permitido quedarse con él? Que tal si. -Oh joder… Buscar la verdad era algo estúpido. Ella estaba muerta y él no tenía nada que enterrar porque aquel Hermano bastardo la había alejado de él. Punto.

Abruptamente observo las luces de un coche más adelante. Cuando estuvo más cerca vio que un SUV negro había parado ante las puertas.

Ese maldito Beta, ¿Qué diablos estaba haciendo?, O no había llamado al asesino para recogerlo. Y el lugar era incorrecto. Espera, el auto era un Range Rover no una Explorer

O corrió a través de la nieve permaneciendo en las sombras. Estaba a un par de yardas cuando las ventanas del Rover descendieron. Escucho una voz femenina decir:

– Con todo lo que le ha ocurrido a Bella no sé si su madre nos recibirá pero por lo menos debemos intentarlo.

O caminó hasta la puerta y sacó su revolver mientras se escondía detrás de uno de los pilares. Vio un destello de cabello rojo cuando la mujer detrás del volante se asomó y tocó el intercomunicador, al lado de ella había otra mujer en el asiento de pasajeros con el cabello rubio y corto, esta dijo algo y la pelirroja sonrió revelando sus colmillos.

Cuando ella presiono el intercomunicador O dijo con fuerza:

– No hay nadie en casa.

La pelirroja alzo la vista y O apunto su Smith amp; Wesson hacia ella.

– Sarelle corre -grito ella.

O apretó del gatillo.

John estaba profundamente concentrado, y listo para que la cabeza le estrellara contra el vidrio de la ventana por el esfuerzo, cuando alguien llamó a su puerta. Silbó sin mirar por encima del manual.

– ¡Eh!, hijo -dijo Tohr-. ¿Cómo va el estudio? -John estiró los brazos sobre la cabeza, e hizo señas.

– Mejor que el entrenamiento físico.

– No te preocupes por esto, ya vendrá.

– Tal vez.

– No, de verdad. Yo me sentía igual después de mi transición, fuera de lugar, créeme mejorara.

John sonrío.

– Así, que llegaste temprano a casa.

– En realidad, pensaba ir al centro y hacer algo del trabajo administrativo que hacen allá. ¿Quieres venir? Podrías estudiar en mi oficina.

John asintió y agarró una bufanda, después cogió sus libros. Un cambio de escenario estaría bien. Estaba somnoliento y aún tenía veintidós páginas más para estudiar. Alejarse de su cama parecía una buena idea.

Bajaban al salón cuando Tohr se detuvo y se apoyo en la pared, se llevo la mano al corazón y pareció luchar por tomar aliento.

John lo sujeto alarmado por el color del hermano, estaba poniéndose realmente gris.

– Estoy bien… -Tohr se froto el esternón, agitado, tomo un par de profundas inhalaciones por la boca.

– No, estoy… Estoy bien, sólo tengo un poco de dolor o algo así, probablemente la porquería que comí en Taco Bell camino a casa. Estoy perfecto.

Excepto que el hombre estaba pálido y enfermo. Entraron al garaje y se acercaron al Volvo.

– Hice que Weiselle se llevara el Range Rover esta noche -dijo Tohr cuando abordaron el coche de ella-. Hice que le pusieran las cadenas para que ella lo usara, odio que conduzca en la nieve. -Parecía hablar por hablar, con palabras rápidas, apresuradas-. Ella piensa que soy sobreprotector.

– ¿Estas seguro que quieres que salgamos? -Señaló John-. Se te ve enfermo

Tohr titubeo antes de encender el coche, todo el tiempo masajeándose el pecho bajo la chaqueta de cuero.

– Claro que no, estaré bien, no es gran cosa.

Butch miro a Havers trabajar en Phury, las manos del doctor eran estables y seguras mientras le quitaban el vendaje.

Phury no estaba realmente encantado en su papel como paciente, sentado sobre una mesa de examen sin camisa, su enorme cuerpo dominaba el pequeño espacio. Fruncía el ceño como un ogro sacado de un cuento de los Hermanos Grimm.

– Esto no se está curando como debería -dijo Havers-. Dices que te hirieron la noche de ayer, ¿cierto?, entonces todo esto debería estar cubierto por un tejido de cicatrización, sin embargo, apenas se esta cerrando.