Butch le lanzo a Phury el viejo “te lo dije”.
El hermano le respondió con muérdeme, entonces murmuro:
– Está perfecto.
– No señor, no lo está, ¿Cuando fue la última vez que te alimentaste?
– No lo se, hace rato. -Phury estiro el cuello y miro la herida. Frunció el ceño, como si estuviera sorprendido por lo mal que lucia.
– Tienes que alimentarte. -El doctor rasgó un paquete de gasa y cubrió la herida asegurándolas con una venda en su lugar.
– Deberías hacerlo esta noche -dijo.
Havers se quito los guantes, los lanzó a un contenedor de material biológico e hizo una anotación en el expediente. Dudo al llegar a la puerta.
– ¿Hay aquí alguien a quien podrías acudir ahora?
Phury sacudió la cabeza, después se puso la camisa.
– Lo intentare. Gracias Doc.
Cuando se quedaron solos Butch dijo.
– ¿A dónde te llevo grandullón?
– Al centro, es hora de cazar.
– Si claro, ya escuchaste al hombre con el estetoscopio ¿O piensas que estaba jugando?
Phury saltó de la mesa de examen, sus gastadas botas aterrizaron con una pequeña explosión. Giró para recoger su porta daga.
– Mira, poli, me toma tiempo encontrar a alguien del cual alimentarme, por que yo no… por mi manera de ser sólo acudo a ciertas mujeres y necesito hablar con ellas primero, tú sabes, ver si realmente quisieran dejarme acercarme a sus venas. El celibato es complicado.
– Haz esas llamadas, no estás listo para luchar y lo sabes.
– Entonces úsame.
Butch y Phury giraron hacia el marco de la puerta, Bella estaba de pie ahí.
– No tenía la intención de espiar, la puerta estaba abierta, sólo caminaba por aquí. Mi ah… hermano sólo déjalo ir.
Butch miro a Phury, el hombre parecía congelado.
– ¿Qué ha cambiado? -preguntó Phury con voz ronca.
– Nada, aún quiero ayudarte, así que te doy otra oportunidad de aceptar.
– No habrías pasado por ello hace doce horas.
– Lo habría hecho, tú fuiste quién dijo que no.
– Habrías llorado por todo el asunto.
Whoa esta situación estaba poniéndose personal.
Butch se dirigió a la puerta. -Esperare afuera.
– Espera poli -dijo Phury-, si no te importa.
Butch maldijo y miró alrededor. Había una silla cerca de la salida, dejó caer el trasero en ella y pretendió ser un objeto inanimado.
– Sabe Zsadist…
Bella corto la pregunta.
– Se trata de ti, no de él.
Hubo un largo silencio y el aire se llenó de un olor parecido a oscuras especias. Que emanaba del cuerpo de Phury.
Como si la fragancia fuera algún tipo de respuesta, Bella entró en la habitación cerró la puerta y comenzó a enrollarse la manga.
Butch echó un vistazo a Phury y vio que el tipo temblaba, sus ojos brillaban como el sol, su cuerpo… Bien, él obviamente se hacía despertado, poniéndolo así.
Ok, hora de marcharse…
– Poli necesito que te quedes mientras lo hago. -La voz de Phury más parecía un gruñido.
Butch gimió, sabía condenadamente bien por qué el hermano no quería quedarse solo con aquella hembra. Emanaba tanto calor erótico como un semental.
– ¿Butch?
– Si, me quedare. -Si bien eso no significaba que miraría, de ninguna manera, por alguna razón, esto se parecía a estar en la línea de la yarda cincuenta mientras Phury tenia sexo.
Con una maldición se apoyo en las rodillas, colocó las manos en la frente y se obligó a observar fijamente sus Ferragamos.
Hubo un sonido rasgado como si el papel de la mesa de examen se moviera porque alguien se levantaba, después el susurro de una tela.
Mierda. Tenía que mirar.
Butch echó una miradita después no pudo quitarles los ojos de encima ni para salvar su vida. Bella se encontraba sobre la camilla, las piernas le colgaban a un lado, la palma de la mano expuesta sobre su muslo. Phury la miraba fijamente, con hambre y horror, el maldito amor en su rostro, se dejó caer sobre sus rodillas ante ella. Con las manos temblorosas, tomó su antebrazo y la palma y desnudo sus colmillos. Las condenadas cosas eran enormes ahora, lo suficientemente grandes como para impedirle cerrar la boca.
Con un siseo bajó la cabeza hasta el brazo de Bella. Ella se retorció cuando él la tocó. Pero sus ojos se mantuvieron fijos en la pared. Entonces Phury se alejó dejándola mientras su mirada la buscaba.
Eso fue rápido.
– ¿Por qué te has detenido?
– Porque estas…
Phury le echó un vistazo a Butch. Quien enrojeció y miró abajo a sus mocasines otra vez.
El Hermano murmuró:
– ¿Has sangrado?
Butch se agitó. Oh, sí. Se estaba poniendo difícil.
– ¿Bella, podrías estar embarazada? -Dios Santo. Eso era realmente difícil.
– ¿Puedo dejarlos solos? -pregunto Butch, esperando que lo echaran.
Cuando ambos lo negaron él volvió la mirada de nuevo a sus zapatos.
– No creo -dijo Bella-. Yo realmente no… tú sabes, creo… tengo… calambres, ¿De acuerdo? Después sangraré y todo se acabó.
– Havers debería examinarte.
– ¿Vas a beber o no?
Más silencio. Entonces otro siseo. Seguido de un gemido bajo.
Butch echó un vistazo. Phury sujetaba la muñeca de Bella, su delgado brazo sepultado en la prisión de su cuerpo mientras él bebía con sorbos ávidos. Bella lo miraba. Un instante después ella levantó la otra mano y la colocó sobre el multicolor cabello de él. Su toque era tierno. Las lágrimas brillaban en sus ojos…
Butch se levanto de la silla y salió por la puerta, escapando. Dejándolos solos en lo suyo. La triste intimidad de lo que ocurría entre ellos debía ocurrir en privado.
Fuera del cuarto, se dejó caer contra la pared, de algún modo aún se sentía atrapado en el drama aun cuando él ya no estaba ahí.
– Hola Butch
Busco con la cabeza alrededor. Marissa estaba al otro extremo del pasillo.
¡Por Dios!
Cuando avanzó hacia él pudo olerla, aquel olor limpio del océano que penetraba en su nariz, en el cerebro, en su sangre. Tenía un peinado alto y llevaba un vestido amarillo de corte imperio.
Jesús… Las rubias, en su mayor parte, parecían moribundas con ese color. Ella estaba radiante.
Aclaro su garganta.
– Hey Marissa, ¿Cómo estas? Te ves bien.
– Gracias. -Estaba fantástica pero se cuidaría muy bien de decir algo así.
Amigo, es como ser apuñalado, pensó. Sí… mirar a esta mujer y tener seis pulgadas de acero clavadas en el esternón eran sólo las dos caras de la misma desagraciada moneda.
Mierda. Todo lo que podía ver era a ella entrar en el Bentley con aquel hombre.
– ¿Cómo has estado? -preguntó ella.
¿Qué como había estado? Como un lunático idiota durante los cinco meses pasados.
– Bien, realmente bien.
– Butch, yo…
El le sonrió y se enderezo.
– ¿Me harías un favor?, voy a esperar en el coche, ¿le dirías eso a Phury cuando salga? Gracias. -Se aliso la corbata, abotono la chaqueta de su traje y recogió su abrigo-. Cuídate Marissa.
Fue directo al elevador.
– Butch, espera…
Dios lo ayudara, sus pies se detuvieron
– ¿Como has estado? -dijo.
Consideró darse la vuelta, pero se negaba a verse envuelto.
– Como dijo Jimmy Dandy, gracias por preguntar, y cuídate Marissa.
Mierda, ¿No había dicho eso, o si?
– Me gustaría… -dejo de hablar- ¿Me llamarás? ¿Alguna vez?
La cabeza le dio vueltas, María dulce madre de Dios… Era tan hermosa, tipo Grace Kelly, con su acento victoriano y sus gentiles modales lo hacían sentir como un completo perdedor. Todo un embustero balbuceante vestido con ropas caras.
– ¿Butch? ¿Quizás podrías llamarme?
– ¿Por qué lo haría?
Ella se ruborizo incomoda.