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Temblando de la cabeza a los pies, Phury corrió al cuarto, recogió el paquete, y se escapó al cuarto de baño. Tiró el porro y la heroína dentro del inodoro descargándolo una y otra vez.

Tropezando por el cuarto, corrió por el corredor del vestíbulo.

John estaba a la mitad del camino de la magnífica escalera cuando Phury llegó tan rápidamente a la esquina que casi se cayó. Agarró al muchacho y lo arrastró a sus brazos con tanta fuerza, que aquellos huesos frágiles debieron doblarse.

Dejando caer su cabeza en el hombro del niño, Phury se estremeció.

– Ah, Dios… gracias. Gracias, gracias…

Pequeños brazos lo rodearon. Pequeñas manos acariciaron su espalda.

Cuando Phury finalmente lo soltó, tuvo que limpiar sus ojos.

– Pienso que es una gran noche para trabajar en tus posturas. Sí. Es buena hora también para mí. Vamos.

Cuando el niño lo miró… sus ojos de repente parecieron sorprendentemente sabios. Y luego la boca de John trabajó, moviéndose despacio, formando palabras que tenían un impacto aun cuando no tuvieran sonido.

– Usted está en una prisión sin barras. Me preocupo por usted.

Phury parpadeó, atrapado en una extraña deformación del tiempo. Alguien más le había dicho aquellas mismas cosas… El verano pasado.

La puerta del vestíbulo se abrió, rompiendo el momento. Phury y John lo aceptaron sin pensar, Zsadist entró en el vestíbulo.

El hermano lucía abatido mientras echaba un vistazo hacia las escaleras.

– Oh, oye, Phury. John.

Phury frotó su cuello, tratando de volver de cualquier déj à vu de rareza que acabara de pasar junto a John.

– ¿Así que, Z, de dónde vienes?

– De un pequeño viaje. Un pequeño viaje muy lejano. ¿Qué hacen?

– Vamos a ir al gimnasio para trabajar las posiciones de John.

Z cerró la puerta.

– ¿Y si me uno a ustedes? O… tal vez yo debería decir. ¿Puedo unirme a ustedes?

Phury se quedó mirándolo fijamente. John pareció igualmente sorprendido, pero al menos el niño tenía la gracia de asentir con la cabeza.

Phury asintió con la cabeza.

– Sí, por supuesto, hermano. Ven con nosotros. Siempre eres… bienvenido.

Zsadist cruzó el brillante piso de mosaico.

– Gracias. Muchas gracias.

Los tres se dirigieron hacia el sótano.

Cuando caminaban al centro de entrenamiento Phury miró a John y pensó que a veces hacia falta entre dos coches sólo algo del ancho de un cabello para evitar un mortal accidente.

A veces tu vida entera podría depender de una fracción de una pulgada. O el latido de un nanosegundo. O el golpe de una puerta.

Esta clase de hechos hacia creer a un macho en lo divino. Realmente lo hacia creer.

CAPÍTULO 49

Dos meses después…

Bella se materializó enfrente de la mansión de la Hermandad y miró el severo gris de la fachada. Nunca había esperado regresar. Pero el destino tenía otros planes para ella.

Abrió la otra puerta y entró en el vestíbulo. Cuando accionó el intercomunicador y mostró su cara a la cámara, sintió como si estuviese en algún tipo de sueño.

Fritz abrió las puertas de par en par y se inclinó con una sonrisa.

– ¡Madam! Que placer verla.

– Hola. -Pasó al interior y sacudió la cabeza cuando intentó coger su abrigo-. No me quedaré mucho. Sólo estoy aquí para hablar con Zsadist. Por un minuto.

– Pero por supuesto. El Maestro está allí arriba. ¿Me sigue, por favor? -Fritz la condujo a través del vestíbulo a un par de puertas dobles, todo mientras charlaba alegremente, poniéndola al corriente sobre las cosas igual que lo habían hecho todos por Año Nuevo.

Pero el doggen hizo una pausa antes de abrir el camino hacia la biblioteca.

– Le pido disculpas, madam, pero usted parece… ¿Le gustaría anunciarse usted misma? ¿Cuándo esté lista?

– Oh, Fritz, que bien me conoces. Me encantaría tener un minuto para mí misma.

Él asintió, sonrió y desapareció.

Respiró profundamente y escuchó las voces y pasos en la casa. Algunas eran lo bastante bajas y ruidosas para pertenecer a los Hermanos, y echó una ojeada a su reloj. Las siete en punto de la noche. Debían estar preparándose para salir.

Se preguntó como estaría Phury. Y si Tohr había regresado ya. Y como estaba John. Rodeos… se estaba andando con rodeos.

Ahora o nunca, pensó agarrando la manilla de cobre y girándola. Una mitad de la puerta se abrió silenciosamente.

Se quedó sin aliento cuando miró al interior de la biblioteca.

Zsadist estaba sentado ante una mesa, inclinado sobre un pedazo de papel, un delgado lápiz en su apretado puño. Mary estaba cerca de él, y entre los dos había un libro abierto.

– Recuerda las consonantes fuertes -dijo Mary, señalando hacia el libro-. Check. Catch. La k y la c en esas palabras suenan cerradas, pero no son lo mismo. Inténtalo otra vez.

Zsadist se pasó una mano por su delgado cráneo. En voz baja dijo algo que no captó Y entonces movió el lápiz sobre el papel.

– ¡Eso está bien! -Mary puso la mano sobre su bíceps-. Lo has conseguido.

Zsadist levantó la mirada y sonrió. Entonces giró la cabeza hacia Bella y perdió la expresión

Oh, buena Virgen del Fade, pensó ella mientras bebía su imagen. Todavía le amaba. Lo sabía en sus entrañas.

Espera un minuto… ¿Qué de… demonios? Si cara era realmente diferente. Algo había cambiado. No la cicatriz, pero había algo diferente.

Como sea, acaba con esto para que puedas irte.

– Siento interrumpir -dijo ella-. Me estaba preguntando si podría hablar con Zsadist.

Ella fue vagamente consciente de Mary levantándose y acercándose, de las dos abrazándose, de la mujer marchándose y cerrando la puerta tras ella.

– Hola -dijo Zsadist. Entonces se puso lentamente en pie.

Los ojos de Bella se ensancharon, y dio un paso atrás.

– Dios… mío. Estás enorme.

El se llevó la mano al fornido pecho.

– Um…si. He ganado unas 80 libras aproximadamente. Havers… Havers dice que probablemente no voy a ganar muchas más. Pero ahora estoy en dos setenta.

Así que ese era el cambio en su cara. Sus mejillas ya no eran huecas, sus facciones no estaban tan desnudas, sus ojos no estaban hundidos. Él parecía… casi atractivo, en realidad. Y mucho más parecido a Phury.

Él se aclaró la garganta.

– Sí, así que, Rhage y yo… hemos estado comiendo juntos.

Jesús… ciertamente lo hicieron. El cuerpo de Zsadist no era en nada igual al que ella recordaba. Sus hombros eran enormes y acordonados con músculos que ella podía ver bajo la ajustada camiseta negra que llevaba. Sus bíceps eran tres veces el tamaño de lo que habían sido, y sus antebrazos eran lo bastante grandes ahora para ajustarse al tamaño de sus manos. Y su estómago… ese estómago estaba contorneado con fuerza, y su piel se estiraba sobre fuertes y acordonados músculos.

– Tú también has estado alimentándote -murmuró ella. Y al instante deseó poder traer las palabras de vuelta. Así como también el tono de censura.

No era de su incumbencia de que vena la tomaba, aunque dolía imaginarle con otro de su clase, y eso era seguramente de quién él bebía. Posiblemente la sangre humana no podía ser responsable de ese tipo de desarrollo.

Su mano descendió desde su pecho a su costado.

– Rhage tiene un miembro de los Elegidos que utiliza por que no puede tomar la vena de Mary para sustentarse. Yo también me he estado alimentando de ella. -Hubo una pausa-. Te ves bien.

– Gracias

Otra pausa larga.

– Um… Bella, ¿Por qué has venido? No es que me importe.

– Tenía que hablar contigo.

Él no parecía saber que decir a eso.

– Así que, ¿Qué estás haciendo? -preguntó ella, apuntando hacia los papeles sobre el escritorio. Eso tampoco era de su incumbencia, pero estaba desesperadamente atascada otra vez. La lengua se le trabó. Estaba perdida.