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– ¿Estás con los militares?

– Alguna cosa.

Bien, eso explicaría el aire mortal. La confianza física. Su agudeza visual.

– ¿De qué rama? -Marines, pensó ella. O tal vez un SEAL. Él era fuerza.

La cara de Hal se apretó. -Sólo otro soldado.

Desde algún lugar, una nube de perfume invadió la nariz de Mary. Era la encargada que fue a limpiarles la mesa.

– ¿Está todo bien? -Mientras revisaba a Hal, prácticamente podía oír el chisporroteo de la mujer.

– Bien, gracias. Dijo él.

– Bueno. -Ella resbaló algo sobre la mesa. Una servilleta. Con un número y un nombre.

Cuando la mujer lo miró y paseó la mirada, Mary miró hacia abajo, hacia sus manos. Por el rabillo del ojo, observó su monedero.

Tiempo de marcharse, pensó ella. Por algunas razones no quería mirar a Hal poner aquella servilleta en su bolsillo. Aunque él tuviera el derecho de hacerlo.

– Bien, esto ha sido…interesante. -Dijo ella. Recogió su bolso y arrastró los pies para salir del reservado.

– ¿Por qué te vas? -Su ceño fruncido lo hizo parecer un verdadero militar y alejándolo del atractivo material masculino.

La ansiedad titiló en su pecho. -Estoy cansada. Pero, gracias, Hal. Esto ha sido…Bien, gracias.

Cuando intentó pasar por su lado, él cogió su mano, acariciando el interior de su muñeca con el pulgar.-Quédate mientras me tomo el postre.

Ella miró su perfecta cara y sus amplios hombros. La morena del otro lado del pasillo se puso de pie y lo miró, llevaba una tarjeta de visita en la mano.

Mary, se inclinó hacia él. -Estoy segura de que encontrarás a muchas otras esperándote para tu compañía. De hecho, hay alguien encabezando el camino ahora mismo. Te diría que buena suerte con ella, pero parece algo seguro.

Mary salió disparada hacia la salida. El aire frío y el silencio relativo fueron un alivio después del apretujón de la gente, pero cuando se acercó a su coche, sintió misteriosamente que no estaba sola. Echó un vistazo sobre su hombro.

Hal estaba detrás de ella, aun cuando lo había dejado en el restaurante. Ella se giró, el corazón golpeaba sus costillas.

– ¡Jesús! ¿Qué estás haciendo?

– Camino contigo hasta tu coche.

– Yo…ah. No te molestes.

– Demasiado tarde. Este Civic es tuyo, ¿verdad?

– Cómo lo has hecho…

– Las luces brillaron intermitentemente cuando lo abriste.

Ella se alejó de él, pero cuando dio marcha atrás, Hal avanzó. Cuando chocó contra su coche, levantó sus manos.

– Para.

– No te asustes de mí.

– Entonces no me apretujes.

Ella se dio la vuelta alejándose de él y fue hacia la cerradura. Su mano salió disparada, sujetando la junta entre la ventana y el techo.

Sí, ella iba a ponerse detrás del volante. Cuando él la dejara

– ¿Mary? -Su voz profunda apareció al lado de su cabeza y ella saltó.

Ella sintió su cruda seducción y se imaginó su cuerpo como una jaula cerrada a su alrededor. Con un movimiento traicionero, su miedo cambió hacia algo licencioso y de necesidad.

– Déjame marchar.- Susurró ella.

– Aun no.

Ella lo oyó suspirar, como si la oliera y luego sus oídos se inundaron del sonido rítmico de bombeo, como si ronroneara. Se le aflojó el cuerpo, acalorado, abierto entre sus piernas como si estuviera preparada para aceptarlo en su interior.

Buen Dios, ella tenía que alejarse de él.

Ella le agarró el antebrazo y lo empujó. Pero no consiguió ir a ninguna parte.

– ¿Mary?

– ¿Qué? -Ella chasqueó, resentida por que estaba conectada cuando debería haberse quedado petrificada. Por Dios, él era un extraño, un extraño grande, insistente y ella era una mujer sola sin nadie que la reclamase si no volvía a casa.

– Gracias por no plantarme.

– Por nada. Ahora ¿si me permites?

– En cuanto me dejes que te un beso de buenas noches.

Mary tuvo que abrir la boca para conseguir suficiente aire para sus pulmones.

– ¿Por qué? -Ella le preguntó con voz ronca. ¿Por qué quieres hacerlo?

Sus manos se posaron sobre sus hombros y la giraron. Él destacaba sobre ella, obstruyendo el brillo del restaurante, las luces en el aparcamiento, las estrellas por encima.

– Solo déjame que te bese, Mary.- Sus manos se deslizaron por su garganta y sobre los lados de su cara. -Solo una vez. ¿De acuerdo?

– No, esto no está bien. -Susurró ella cuando inclinó su cabeza hacia atrás.

Sus labios descendieron y su boca tembló. Hacía mucho que la habían besado. Y nunca un hombre como él.

El contacto fue suave, apacible. Inesperado, dado el tamaño de él.

Y como una ráfaga de calor lamió sobre sus pechos y entre sus piernas, ella escuchó un silbido.

Él tropezó hacia atrás y la miró de una forma extraña. Con movimientos desiguales, sus pesados brazos atravesaron su pecho, como si la conservase.

– ¿Hal?

Él no dijo nada, solo estuvo allí, mirándola fijamente. Si no lo conociera mejor, pensaría que lo habían sacudido.

– Hal ¿estás bien?

Él negó con la cabeza una vez.

Entonces se alejó, despareciendo en la oscuridad más allá del aparcamiento.

Capítulo 13

Rhage se materializó en el patio entre el Pit y la mansión.

No podía poner una cuenta exacta sobre la sensación que tenía bajo la piel, pero era una especie de zumbido a nivel de sus músculos y huesos, como la vibración de un tenedor que se templa. Él estaba seguro de que nunca había sentido este zumbido antes. Y esto había empezado en el momento en que su boca había tocado la de Mary.

Desde que cada cosa nueva y diferente en su cuerpo era mala, él inmediatamente se había distanciado de ella, y el no estar cerca de la mujer parecía ayudar. El problema era que ahora que el sentimiento se apagaba, la necesidad de liberación de su cuerpo le tiraba. No era justo. Después de que la bestia saliera en general conseguía al menos unos días libres.

Comprobó su reloj.

Maldita sea, quería salir a cazar unos lessers para poner una muesca o dos, pero desde que Tohr había asumido el mando de la Hermandad, nuevas reglas habían sido presentadas.

Después del cambio, Rhage, como se suponía, refrescaba sus motores durante un par de días hasta que estaba de regreso con todos los quemadores. Con la muerte de Darius el verano pasado, los hermanos se habían reducido a seis, y luego Warth había ascendido al trono, entonces habían quedado sólo cinco. La raza no podía permitirse perder a otro guerrero.

El forzado descanso y la relajación tenían sentido, pero él odiaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Y él no podía soportar no estar fuera en el campo, especialmente cuando necesitaba drenar algún jugo.

Cogiendo un juego de llaves de su abrigo, se acercó a su GTO superalimentado. El coche despertó con un rugido y un minuto y medio más tarde estuvo en campo abierto. No sabía que dirección había tomado. No le preocupaba.

Mary. Aquel beso.

Dios, su boca había sido increíblemente dulce cuando tembló bajo la suya, tan dulce que había querido separar sus labios con la lengua y meterla dentro. Deslizándola y retrayéndola y volver otra vez a degustarla. Y luego hacer lo mismo con su cuerpo entre sus piernas.

Excepto que había tenido que pararse. Lo que fuera aquel zumbido, fue como un aviso, por lo cual era peligroso. La maldita reacción no tenía sentido, pensó. Mary lo calmaba, le traía tranquilidad. Seguro, él la quería, y eso le enviaba un telegrama, pero no debería ser suficiente para ponerlo en peligro.

Ah, infiernos. Tal vez había interpretado mal la respuesta. Tal vez aquella corriente había sido la atracción sexual de una clase más profunda a la que él estaba acostumbrado a…Lo cual era típicamente nada más que el impulso de venirse para que la probabilidad de que su cuerpo tirase de él fuera menor.