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Pensó en las mujeres que había tenido. Había un número incontable de ellas, todos cuerpos anónimos en los que se había liberado, ninguna una fuente de placer verdadero para él. Las había tocado y besado solo porque a menos que llegaran también, se sentía como que las había usado.

Mierda, se sentía como un usuario en cualquier caso. Era un usuario.

Aunque no hubiera sido golpeado por el zumbido al besar a Mary, él todavía la hubiera dejado abandonada en aquel aparcamiento. Con su voz encantadora, sus ojos de guerrero y su boca temblorosa, Mary no podía ser solamente otra jodida. Tomarla, incluso aunque estuviera dispuesta, parecía la violación de algo puro. Algo mejor de lo que era él.

Su teléfono móvil sonó y lo cogió de su bolsillo. Cuando comprobó el identificador de llamadas, maldijo, pero contestó de todas formas.- ¡Eh, Tohr! Iba a llamarte.

– Solo he visto tu coche allí fuera. ¿Has encontrado a la mujer humana?

– Ya lo he hecho.

– Esto fue rápido. Ella debe haberte tratado bien.

Rhage apretó los dientes. Por una vez no tenía ninguna reaparición rápida. -Hablé con ella sobre el niño. No tenemos ningún problema. Él le gusta, se siente mal por él, pero si desapareciera, ella no causaría ningún problema. Lo ha encontrado recientemente.

– Buen trabajo, Hollywood. ¿Hacia dónde te diriges ahora?

– Sólo conduzco.

El tono de voz de Tohr se ablandó. Odias no poder luchar ¿verdad?

– ¿No lo harías tú?

– Desde luego, pero no te preocupes, mañana por la noche vendrá pronto y podrás volver a la acción. Mientras tanto, podrías trabajar un poco tus salsas en el One Eye. -Tohr rió en silencio.-A propósito, me enteré sobre lo que le hiciste a las dos hermanas hace un par de noches, una después de la otra. Hombre, eres asombroso, ¿sabes?

– Sí, Tohr, ¿Puedo pedirte un favor?

– Cualquier cosa, mi hermano.

– ¿Podrías no…hablarme sobre las mujeres?-Rhage suspiró. -La verdad es, que lo odio, de verdad que lo hago.

Él pensó parar allí, pero de repente las palabras salían y no podía callarse.

– Odio el anonimato de ello, odio la forma en que pecho duele después. Odio los olores sobre mi cuerpo y en mi pelo cuando llego a casa. Pero sobre todo, odio el hecho de que voy a tener que volver a hacerlo otra vez por que si no lo hago, podría llegar a haceros daño a alguno de vosotros o a algún inocente. -Él exhaló el aire por la boca. -¿Y aquellas dos hermanas te impresionan tanto? Mira, aquí está el asunto. Solo recojo a las que les importa una mierda con los que están, por que si no esto no es justo. Esas dos chicas de la barra comprobaron mi reloj, mi rollo y calcularon que era un trofeo chulo. Follar era algo tan íntimo como lo es un accidente de tráfico ¿Y esta noche? Tú llegarás a casa con Wellsie. Yo iré a casa solo. Igual que ayer. Igual que lo hice antes de ayer. El ir con putas no es diversión para mí y esto lleva matándome durante años, por lo que por favor lo dejas descansar ¿vale?

Hubo un largo silencio. -Jesús…lo siento. Yo no lo sabía. No tenía ni idea…

– Sí, ah…-Él realmente tenía que parar esa conversación. -Mira, tengo que irme. Tengo que…irme. Más tarde.

– No, espera, Rhage.

Rhage apagó su teléfono y lo tiró a un lado del camino. Cuando miró a su alrededor, comprendió que no estaba en mitad de ninguna parte, con nada más que el bosque como compañía. Dejó su cabeza sobre el volante.

Las imágenes de Mary volvieron. Y comprendió que se había olvidado de borrarle la memoria.

– ¿Descuidado? Sí, bueno. No la había limpiado a fondo por que quería verla otra vez. Y quería que lo recordara.

Oh, hombre…Esto no era bueno. Todo a su alrededor.

Capítulo 14

Mary se desplomó en la cama y empujó las sábanas y mantas con los pies. Medio dormida, extendió sus piernas intentando enfriarse.

Maldición, tenía el termostato demasiado alto…

Una horrible sospecha la trajo bruscamente a la conciencia, su mente volviendo a la atención en una ola de temor.

Fiebre baja. Ella tenía fiebre baja.

Oh, infiernos…Ella conocía la sensación demasiado bien, el rubor, el calor seco, los dolores generalizados. Y el reloj daba las 4:18 de la madrugada. Lo cual, cuando había estado enferma, era el momento en que a su temperatura le gustaba subir.

Alcanzándola a lo alto, abrió la ventana de detrás de su cama. El frío aire aceptó la invitación y se precipitó hacia adentro, refrescándola, calmándola. La fiebre bajó poco después, un brillo de sudor anunció que se retiraba.

Tal vez solo le iba a venir un resfrío. La gente con su historial médico tenía enfermedades comunes como el resto del mundo. De verdad.

Excepto que de cualquier manera, rhinovirus o recaída, no iba a volver a dormir. Se puso una bata sobre su camiseta y sus boxers y se fue abajo. Caminó hacia la cocina, prendió cada interruptor por dónde pasaba hasta que todas las esquinas oscuras en la casa quedaron iluminadas.

Destino: su cafetera. No había ninguna duda, contestar algún correo electrónico de la oficina y prepararse para el largo fin de semana por el Día de La Hispanidad (12 de octubre), era mejor que estar en la cama y contar el tiempo antes de ir a su cita con la doctora.

Que a propósito era en cinco horas y media.

Dios, odiaba la espera.

Llenó la máquina Krups de agua y fue a la alacena para buscar el café. Estaba casi vacío, entonces sacó el que tenía de reserva y el abrelatas manual y…

Ella no estaba sola.

Mary se inclinó hacia delante, miró por la ventana que había sobre el fregadero. Sin luces externas no podía ver nada, entonces se deslizó a su alrededor y prendió el interruptor que había al lado de la puerta.

¡Por Dios!

Una gran forma negra estaba al otro lado del cristal.

Mary se volvió hacia el teléfono, pero se paró cuando vio los destellos de un cabello rubio.

Hal levantó su mano a modo de saludo.

– ¡Hey! -su voz quedó amortiguada por el cristal.

Mary se abrigó colocando sus brazos alrededor de su estómago- ¿Qué estás haciendo aquí?

Sus amplios hombros de encogieron. -Quería verte.

– ¿Por qué? ¿Y por qué ahora?

Se encogió otra vez. -Me pareció una buena idea.

– ¿Estás trastornado?

– Sí.

Ella casi se rió. Y luego recordó que no tenía vecinos cerca y él era prácticamente del tamaño de su casa.

– ¿Cómo me has encontrado? -Tal vez Bella le había dicho dónde vivía.

– ¿Puedo entrar? ¿O tal vez tú puedes salir, si así te sientes más cómoda?

– Hal, son las cuatro treinta de la mañana.

– Lo se. Pero tú estás despierta y yo también.

Dios, él era muy grande en todo ese cuero negro y con su cara casi toda en la sombra era más amenazador que hermoso.

– ¿Y ella pensaba abrir la puerta? Claramente también estaba trastornada.

– Mira, Hal, no creo que sea una buena idea.

Él la miró a través del cristal. -¿Entonces tal vez podamos hablar tal y como estamos?

Mary lo miró, quedándose sin habla. ¿El tipo estaba dispuesto a perder el tiempo, observando desde fuera de su casa como un criminal, solo para que pudieran hablar?

– Hal, no te ofendas, pero fuera hay cientos de miles de mujeres en esta zona que no solo te dejarían entrar en sus casas, sino que te llevarían a sus camas. ¿Por qué nos vas a buscar a alguna y me dejas sola?

– Ellas no son tú.

La oscuridad que le caía sobre la cara hizo que fuera imposible leerle los ojos. Pero su tono de voz, era malditamente sincero.

En la larga pausa que siguió, ella intentó convencerse para no dejarle pasar dentro.

– Mary, si quisiera hacerte daño, podría hacerlo en un instante. Podrías cerrar cada puerta y cada ventana y yo todavía podría entrar dentro. Lo que quiero es…hablar contigo un poco más.