¿Dónde estaban sus llaves? Si hubiera dejado sus llaves en el…
Yup, las llaves estaban en la puerta.
Cerró la casa, girando la cerradura y lanzó el enredo metálico en el bolsillo de su abrigo.
Esperando, ella pensó en Hal.
Suéltate el pelo para mí.
Bien.
Ella abrió el pasador y se peinó con los dedos lo mejor que pudo. Y entonces se sintió tranquila.
La noche era tranquila, pensó ella. Y esto era por que le gustaba vivir en una granja; no tenía ningún vecino excepto Bella.
Entonces la recordó: había pensado llamarla y explicarle lo del día, pero no lo había sentido hasta entonces. Mañana. Se dirigiría a Bella mañana. Y la informaría de las dos citas.
Un sedán giró en la carretera a unos 800 metros de distancia, acelerando con un gruñido bajo que ella escuchó claramente. Si no hubiera sido por los dos focos, habría pensado que una Harley subía por el camino.
Cuando el gran coche violáceo se paró delante de ella, pensó que parecía un GTO de alguna clase. Reluciente, ruidoso, ostentoso…encajaba perfectamente con un hombre al que le gustara la velocidad y se encontrara cómodo con la atención.
Hal salió por el lado del conductor y caminó alrededor del capó. Llevaba un traje, muy a punto negro con una camisa negra abierta en el cuello. Se pelo peinado hacia atrás, cayendo en gruesos, rubios mechones en su nuca. Parecía una fantasía, sexy, poderoso y misterioso.
Exceptuando su expresión que no era material de ensueño. Sus ojos se estrecharon, sus labios y la mandíbula apretados.
De todas formas él sonrió un poco cuando llegó hasta ella. -Te dejaste el pelo suelto.
– Dije que lo haría.
Él levantó su mano como si quisiera tocarla, pero vaciló. -¿Estás preparada para irnos?
– ¿Dónde vamos a ir?
– Hice una reserva en el Excel. -Él dejó caer su brazo y la miró a distancia, silencioso, inmóvil.
Oh…infiernos.
– Hal, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? Tú estás claramente manteniendo cierta distancia esta noche. Sinceramente, yo también.
Él se alejó andando y miró fijamente el suelo, apretando la mandíbula.
– Podríamos dejarlo para otro momento. -Dijo ella, calculando que él era un tipo agradable para marcharse con alguna clase de invitación propuesta para otra ocasión. -No es una gran…
Se movió tan rápidamente que ella no pudo verlo. En un momento estuvo a un par de pasos de distancia; se aproximó y la levantó contra su cuerpo. Tomó su cara entre sus manos y puso sus labios sobre los de ella. Cuando sus bocas se juntaron, la miró directamente a los ojos.
No había ninguna pasión en él, sólo una intención severa que convirtió el gesto en una especie de voto.
Cuando la soltó, ella tropezó hacia atrás. Y cayó directamente sobre su culo.
– Ah, maldición, Mary, lo siento.- Él se arrodilló. -¿Estás bien?
Ella asintió incluso cuando no lo estaba. Se sintió torpe y ridícula tumbada sobre la hierba.
– ¿Estás segura de que estás bien?
– Sí. -Ignorando la mano que le ofrecía, se levantó y retiró los restos de hierba que tenía sobre ella. Agradeció a Dios que su falda fuera marrón y la tierra estuviera seca.
– Vamos solo a cenar, Mary. Vamos.
Una gran mano se deslizó alrededor de su nuca, y la condujo hacia el coche, no dejándole ninguna otra opción, solo continuar.
Aunque el concepto de luchar con él no se le ocurría. Se sentía abrumada por muchas cosas, él estaba entre ellas y ella estaba demasiado cansada para presentar alguna resistencia. Además, algo había pasado entre ellos en el instante en que sus bocas se habían encontrado. No tenía ni idea de lo que significaba, pero un lazo afectivo estaba allí.
Hal abrió la puerta del pasajero y la ayudó entrar al interior. Cuando él se deslizó en el asiento del conductor, ella miró alrededor en el prístino interior para evitar ser atrapada por su perfil.
El GTO gruñó cuando él puso la primera y condujo por el pequeño camino parando en la señal de la Ruta 22. Él miró ambos lados del camino y luego aceleró hacia la derecha, el creciente sonido del motor y la caída eran como una respiración cuando puso los cambios una y otra vez mientras viajaban.
– Es un coche espectacular. -Dijo ella.
– Gracias. Mi hermano lo volvió a hacer para mí. A Tohr le gustan los coches.
– ¿Cuántos años tiene tu hermano?
Hal rió fuerte. -Bastante viejo.
– ¿Más viejo que tú?
– Yup.
– ¿Eres el más joven?
– No, no es así. No somos hermanos porque no nacimos de la misma mujer.
Dios, él tenía un extraño modo a veces de reunir las palabras.- ¿Fuisteis adoptados por la misma familia?
Él asintió con la cabeza. -¿Tienes frío?
– Ah, no. – Ella se miró las manos. Estaban profundamente clavadas en su regazo, sus hombros encorvados hacia adelante. Lo cual explicaba por que él pensaba que tenía frío. Intentó aflojarse. -Estoy bien.
Ella miró el parabrisas. La doble línea amarilla en el camino brillaba por los focos. Y el bosque llegaba hasta el borde del asfalto. En la oscuridad, la ilusión de túnel era hipnótica, sintiendo como si la Ruta 22 continuara para siempre.
– ¿Es muy rápido este coche? -Murmuró ella.
– Muy rápido.
– Enséñamelo.
Ella sintió su mirada como un dardo atravesándola en el asiento. Entonces el cambió, aceleró y los puso en órbita.
El motor rugió como un ser vivo, el coche vibraba mientras los árboles parecieron una negra pared. Iban más y más rápido, pero Hal permaneció con absoluto control cuando abrazaron las curvas apretadamente, serpenteándolas por la carretera.
Cuando él comenzó a reducir la velocidad, ella puso su mano sobre su duro muslo. -No pares.
Él vaciló durante un momento. Entonces continuó y conecto el estéreo. “Dream Weaver”, aquel himno de los años setenta, inundó el interior del coche hasta niveles estridentes. Pisó fuerte el acelerador y el coche explotó, llevándolos a gran velocidad por la vacía e interminable carretera.
Mary bajó su ventana, dejando que entrara el aire. La ráfaga enredó su cabello y refrescó sus mejillas y la despertó del entumecimiento en el que la había dejado la doctora. Comenzó a reír y aun cuando podía oír que había un punto de histerismo en su voz, ella no se preocupó. Sacó su cabeza al frío, gritando al viento.
Y permitió al hombre y al coche que se la llevaran.
El Sr. X observó a sus dos nuevos principales escuadrillas cuando entraron en la cabaña para otra reunión. Los cuerpos de los lessers absorbieron el espacio libre encogiendo el tamaño del cuarto y satisfaciéndolo ya que tenían bastantes músculos para cubrir la línea de combate. Les había pedido que volvieran por los motivos de puesta al día habituales, pero también quería ver en persona como ellos habían reaccionado ante las noticias de que el Sr. O era ahora su responsable.
El Sr. O entró el último en el interior, y fue directamente a la entrada del dormitorio, apoyándose contra el marco casualmente, sus brazos cruzados sobre su pecho. Sus ojos eran agudos, pero ahora eran reservados, una reticencia que era mucho más útil de lo que hubiese sido su cólera. Parecía como si un cachorro peligroso hubiera entrado en el salón, y si la tendencia continuaba, ellos tenían suerte. El Sr. X necesitaba un segundo al mando.
Con las últimas pérdidas que habían tenido, tenía que concentrarse en reclutar y ese era un trabajo a jornada completa. Escogiendo a los candidatos correctos, trayéndolos a bordo, rompiéndolos en cada paso del proceso requería concentración y recursos dedicados. Pero mientras él rellenaba las filas de la sociedad, no podía permitir el rapto y la estrategia de persuasión que había presentado para perder ímpetu. Y la anarquía entre los asesinos no era algo que él tolerara.
Sobre muchos niveles, O tenía buenas calificaciones para ser un hombre correcto. Era comedido, despiadado, eficiente, de mente despejada: un agente de poder que motivaba a los otros con el miedo. Si Omega hubiera logrado aspirar su rebelión, estaría cerca de la perfección.