Era tiempo de que comenzara la reunión. -Sr. O, hable a los otros sobre las propiedades.
El lesser comenzó su informe sobre las dos extensiones de terreno que había visitado durante el día. El Sr. X ya había decidido comprar ambos con dinero en efectivo. Y mientras aquellas transacciones se cerraban, él iba a ordenar a las cuadrillas que erigieran un centro de persuasión sobre treinta hectáreas rurales que ya poseía la Sociedad. El Sr. O en última instancia sería el responsable del lugar, pero como el Sr. U había supervisado los proyectos del edificio en Connecticut, él haría un resumen informativo sobre las fases de construcción del centro.
Los objetivos de la asignación incluirían la velocidad y la conveniencia. La Sociedad necesitaba otros lugares para trabajar, sitios aislados, seguros y calibrados para su trabajo. Y ellos los necesitaban ahora.
Cuando el Sr. O se calló, el Sr. X delegó la construcción del nuevo centro en él y les ordenó a los hombres que salieran a las calles durante las tardes.
El Sr. O se retrasó.
– ¿Tenemos algún negocio? -Preguntó el Sr. X -¿Algo más ha fracasado?
Aquellos ojos marrones llamearon, pero el Sr. O no se quebró. Más pruebas de mejoras.
– Quiero construir algunas unidades de almacenaje en la nueva instalación.
– ¿Para qué? Nuestro objetivo no es mantener a los vampiros como animales domésticos.
– Espero tener más de un sujeto a la vez y quiero mantenerlos todo lo que pueda. Pero necesito algo dónde ellos no puedan desmaterializarse y tiene que estar protegido de la luz solar.
– ¿Qué tiene usted en mente?
La solución que el Sr. O detalló no solo era factible, pero era eficiente.
– Hágalo. -Dijo el Sr. X, sonriendo.
Capítulo 18
Cuando Rhage entró en el aparcamiento del Excel, condujo directo hacia los aparcacoches. Aunque el GTO no tenía un embrague delicado, él no le iba a dejar las llaves a nadie más. No con la clase de armas y municiones que llevaba en el maletero.
Él escogió un lugar en la zona trasera, uno que estaba en el lado correcto de la puerta lateral. Cuando giró la llave de contacto, se quitó el cinturón de seguridad y…
Y no hizo nada con ello. Sólo se quedó allí sentado, su mano en el clip.
– ¿Hal?
Él cerró los ojos. Dios, daría cualquier cosa solo por oírle decir su verdadero nombre. Y él quería…maldición, la quería desnuda en su cama, su cabeza sobre su almohada, su cuerpo entre sus sábanas. Quería tomarla en privado, solos ellos dos. Ningún testigo, ningún escudo en su abrigo. Nada de público, ninguna acción rápida en el pasillo o en el cuarto de baño.
Quería sus uñas en su trasero y su lengua en su boca y sus caderas meciéndose debajo suyo hasta que lo hiciera con tal fuerza que viera las estrellas. Entonces quería dormir con ella entre sus brazos. Y despertarse, comer y hacer el amor otra vez. Conversar en la oscuridad sobre cosas estúpidas y serias…
Oh, Dios. Estaba vinculándola a él. La vinculación pasaba.
Había oído a los hombres que podía ser así. Rápido. Intenso. Sin lógica. Solo poderosos instintos primordiales consumiéndolos, uno de los más fuertes impulsos físicos de poseerla y marcarla en el proceso para que otros hombres supieran que ya tenía un compañero. Y quería que se quedaran jodidamente lejos de ella.
Miró el cuerpo de ella. Y comprendió que mataría a cualquier miembro de su sexo que intentara tocarla, estar con ella o amarla.
Rhage se frotó los ojos. Yup, aquel impulso de marcarla estaba definitivamente trabajándolo.
Y ese no era su único problema. El zumbido volvió su cuerpo, animado por las explícitas imágenes en su cabeza, su olor y el suave sonido de su respiración.
Y la velocidad de su sangre.
Él quería probarla…beber de ella.
Mary se giró hacia él. -Hal, estás…
Su voz parecía papel de lija. -Tengo que decirte algo.
Soy un vampiro. Soy un guerrero. Soy una bestia peligrosa.
Al final de esta tarde, no recordarás que alguna vez me encontraste.
Y la idea de estar en tu memoria me hace sentir que me han apuñalado sobre el pecho.
– Hal. ¿Qué pasa?
Las palabras de Thor se repetían en su cabeza.
Es más seguro. Por ella
– Nada. -Dijo él liberándose del cinturón y saliendo del coche. -No es nada.
Él fue alrededor y abrió su puerta, ofreciéndole la mano para ayudarla a salir. Cuando ella puso su palma en las suyas, él cerró los párpados. La vista de sus brazos y sus piernas hicieron que sus músculos se tensaran y un suave gruñido le subió por la garganta.
Y maldición, en vez de apartarse de su camino, cerró el espacio hasta que sus cuerpos casi se tocaron. Las vibraciones bajo su piel se tensaron aún más y más fuerte con su lujuria rugiendo por ella. Sabía que debería mirarla a más distancia porque seguramente sus iris brillaban un poco. Pero él no podía.
– ¿Hal? – Dijo ella escasamente. -Tus ojos…
Él cerró sus párpados. -Lo siento. Entremos…
Ella tiró de su mano. -No creo que quiera cenar.
Su primer impulso fue discutir, pero él no quería intimidarla. Además, a menos tiempo que pasaran juntos, menos tendría que borrar.
Infiernos, debería acabar de borrarle desde el momento en que la hizo subir a su casa.
– Te llevaré a casa.
– No, digo, ¿quieres caminar un poco conmigo? ¿Por el parque de ahí? Es solo que no tengo ganas de meterme en una mesa. Estoy también…inquieta.
Rhage puso las llaves del coche en su bolsillo. -Me gustaría.
Mientras ellos serpentearon por la hierba y anduvieron bajo un pabellón de hojas coloreadas, él exploró los alrededores. No había nada peligroso alrededor, ninguna amenaza que pudiera sentir. Miró hacia arriba. Una media luna colgaba en el cielo.
Ella se rió un poco. -Yo nunca haría esto normalmente. Sabes, salir al parque de noche.! Pero contigo! No me preocupo sobre que nos atraquen.
– Bueno. No deberías. -Por que él rebanaría a quien intentara dañarla, humano, vampiro o no muerto.
– Parece que esté mal. Murmuró ella. -Estar al aire libre en la oscuridad, creo. Se siente un poco ilícito y un poco asustadizo. Mi madre siempre me advertía sobre ir a los sitios de noche.
Ella se paró, inclinó su cabeza hacia atrás, y miró fijamente hacia arriba. Despacio alargó su brazo hacia el cielo con su mano lisa. Cerró un ojo.
– ¿Qué estás haciendo? Le preguntó él.
– Sosteniendo la luna en la palma de mi mano.
– El se inclinó y siguió la longitud de su brazo mirando fijamente -Sí, la tienes.
Cuando se enderezó, deslizó sus manos alrededor de su cintura y la apretó contra su cuerpo. Después de la rigidez inicial del momento, ella se relajó y dejó caer la mano.
Dios, le encantaba su olor. Tan limpio y fresco, con aquella lleve nota a cítrico.
– Estabas en el médico cuando te llamé hoy. -Dijo él.
– Sí, lo estaba.
– ¿Qué van a hacer por ti?
Ella se separó y comenzó a andar otra vez. Él le cogió el paso, permitiéndole que escogiera el ritmo.
– ¿Qué te dijeron, Mary?
– No tenemos que hablar sobre todo eso.
– ¿Por qué no?
– Va en contra de tu tipo. -Dijo ella ligeramente. – Los playboy, no se supone que se encarguen adecuadamente de las partes poco atractivas de la vida.
Él pensó en su bestia. -Estoy acostumbrado a lo poco atractivo, confía en mí.
Mary se paró otra vez, sacudiendo la cabeza- Sabes, algo no está bien sobre todo esto.
– Buen punto. Yo debería estar sosteniendo tu mano mientras andamos.
Él extendió la mano, solo para que ella se alejara. -En serio, Hal ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Estar conmigo?