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– ¿Has encontrado algo que te guste? -Dijo ella.

– Sí. -La miró sobre su hombro

Oh,…hombre. Ella se había vestido para el amor, por lo que él se preocupó: El pijama de franela con estrellas y lunas estampadas sobre él. Una camiseta blanca. Mocasines blandos de ante.

Ella tiró del dobladillo de la camiseta, intentando bajarla más. -Pensé en ponerme unos vaqueros, pero estoy cansada y esto lo llevo en la cama…er, para relajarme. Ya sabes, nada de imaginación.

– Me gustas con todo ello. -Dijo él en voz baja. -Pareces estar cómoda.

Sí, al diablo con ello. Ella se veía comestible.

Una vez que tuvo la película y la hizo rodar, él cogió el petate, lo llevó hasta el diván y al final se sentó frente a ella. Se estiró, intentando fingir para su beneficio que cada músculo de su cuerpo no estaba tenso. La verdad era que estaba al límite. Entre la espera de que un lesser entrara a la fuerza, el rezar para que Warth llamara en cualquier momento y el deseo de besar el camino hacia la parte interior de sus muslos, era un vivo y respirante cable de acero.

– Puedes poner los pies sobre la mesa, si quieres. -Dijo ella.

– Estoy bien. -Él se estiró y apagó la lámpara de su izquierda, esperando a que ella se durmiera. Al menos podría moverse y vigilar el exterior sin conseguir irritarla.

A los quince minutos de película, ella dijo. -Lo siento, pero me desvanezco aquí.

Él la miró. Su pelo abierto como un abanico sobre los hombros y enroscada sobre sí misma. Su luminosa piel un poco enrojecida por el parpadeo de la TV, sus párpados cerrados.

Así se vería ella cuando se despertaba por las mañanas, pensó él.

– Déjate ir, Mary. Voy a quedarme un poco más, ¿OK?

Ella se puso una suave manta de color crema sobre ella. -Sí, desde luego. Pero, um, Hal…

– Espera. ¿Por favor podrías llamarme por mi…otro nombre?

– Okey, ¿Cuál es?

– Rhage.

– Ella frunció el ceño. – ¿Rhage?

– Si.

– Ah, seguro. ¿Es como un apodo o algo así?

– Él cerró los ojos. -Sí.

– Bien. Rhage…gracias por esta noche. Por ser tan flexible, creo.

Él maldijo silenciosamente, pensando que ella debería cachetearlo en vez de sentirse agradecida. Él casi la había matado. Ahora ella era un objetivo de los lessers. Y si ella supiese la mitad de las cosas que él le quería hacer a su cuerpo, ella probablemente se encerraría en el cuarto de baño.

– Está bien, ya sabes. -Murmuró ella.

– ¿El qué?

– Sé que sólo quieres que seamos amigos.

¿Amigos?

Ella se rió con fuerza.-Me refiero, a que no quiero que pienses que malinterpreté aquel beso cuando me recogiste. Sé que no era…ya sabes. De todas formas, no tienes que preocuparte por mí obteniendo una idea equivocada.

– ¿Por qué piensas que podría estar preocupado?

– Te sientas tieso como una tabla al otro lado del diván. Como si tuvieras miedo de que fuera a saltar sobre ti.

Él oyó un ruido fuera y sus ojos se dirigieron hacia la ventana de la derecha. Pero era solo una hoja que había volado hacia el cristal.

– No quería hacerte sentir torpe. -Soltó ella. -Sólo quería…ya sabes, tranquilizarte.

– Mary, no se qué decir. -Por que la verdad la aterrorizaría. Y ya le había mentido bastante.

– No digas nada.-Probablemente no debería haberlo dicho. Todo lo que quería decir era, que estoy contenta de que estés aquí. Como un amigo. De verdad que me gustó el paseo en coche. Y me gusta caminar. No necesito más de ti, francamente. Tienes buen material de amigo.

Rhage hizo una respiración. En toda su vida adulta, nunca una mujer lo había llamado amigo. O valorado su compañía para otra cosa que no fuera el sexo.

En la Vieja Lengua, él le susurró. -No tengo palabras, mi mujer. Ningún sonido de mi boca es digno de tu oído.

– ¿Qué lengua es esta?

– Mi lengua materna.

Ella asintió con la cabeza, considerándolo. -Es parecido al francés, pero no exactamente. Había algo de eslavo. ¿Tal vez húngaro o algo así?

Él cabeceó. -Básicamente.

– ¿Qué has dicho?

– Me gusta estar aquí contigo, también.

Ella sonrió y dejó caer su cabeza.

Tan pronto como él supo que ella estaba fuera de juego, abrió el petate y verificó dos veces que las armas estuvieran cargadas. Entonces anduvo por la casa, apagando las luces. Cuando estuvo totalmente oscuro, sus ajustados ojos y sentidos se intensificaron aún más.

Exploró los bosques posteriores a la casa. Y el prado de la derecha. Y la gran granja a la distancia. Y la calle de enfrente.

Él escuchó, rastreando los pasos de los animales a través de la hierba y notando como el viento acariciaba las tablillas de madera del granero. Cuando bajó la temperatura de fuera, controló los crujidos de la casa, examinándolos, sondeando por si irrumpían. Merodeó alrededor, volviendo al cuarto, hasta que pensó que iba a explotar.

Comprobó su teléfono móvil. Estaba conectado, con el timbre activado. Y la cosa recibía la señal.

Él maldijo. Andando alrededor un poco más.

La película terminó. Él la comenzó en caso de que ella se despertara y quisiera saber por qué aún estaba allí. Entonces dio otra vuelta alrededor de la primera planta.

Cuando estuvo en la parte de atrás de la sala de estar, se frotó la frente y sintió el sudor. Su casa estaba más caldeada de lo que estaba acostumbrado o tal vez solo estaba como una bomba. Por uno u otro camino, él tenía calor, entonces se quitó la chaqueta y puso sus armas y el teléfono móvil dentro del petate.

Cuando se enrolló las mangas, se puso de pie ante ella y la midió lentamente, incluso las respiraciones. Ella era muy pequeña sobre aquel diván, más pequeña aún para aquellos fuertes ojos grises de guerrero, ocultos tras los párpados y cejas. Se sentó a su lado y con cuidado cambió su cuerpo, para que ella se recostara contra el pliegue de su brazo.

Al lado de su músculo, ella era diminuta.

Ella se revolvió, levantando su cabeza. -¿Rhage?

– Vuélvete a dormir. -Le susurró él, impulsándola contra su pecho. -Sólo deja que te sostenga. Es todo lo que voy a hacer.

Él absorbió su suspiro por su piel y cerró los ojos cuando su brazo se colocó alrededor de su cintura, su mano metida en su costado.

Tranquilo.

Todo estaba tranquilo. Tranquila la casa. Tranquilo fuera.

Tuvo el estúpido impulso de despertarla y colocarla de nuevo, entonces podría sentirla más fácilmente contra él una vez más.

En cambio, se concentró en su respiración, combinándolos y empujando sus propios pulmones como los de ella.

Tan…pacífico.

Y silencioso.

Capítulo 20

Cuando John Mattew dejó el Moe’s Diner, dónde trabajaba como ayudante de camarero, se preocupó por Mary. Ella había hecho un cambio el jueves en el teléfono rojo, lo cual era lago insólito, y esperaba que estuviera esta noche. Como eran las doce treinta, aún tenía media hora antes de que ella saliera, entonces estuvo seguro que la cogería. Asumiendo que se dejara ver.

Caminó tan rápido como pudo, cubrió los seis sucios bloques de apartamentos en aproximadamente diez minutos. Y aunque el viaje a casa no era nada especial, su edificio estaba lleno de diversión y juegos. Cuando pasó por la puerta principal, oyó a algunos hombres borrachos discutiendo, sus palabras mayores imprecisas, coloridas e inconsistentes. Una mujer gritó algo sobre el embate de la música. La hirviente respuesta masculina que ella obtuvo fue del tipo que él asociaba con gente armada.

John pasó como un relámpago por el vestíbulo y subió las desconchadas escaleras, encerrándose en su estudio con manos rápidas.

Su espacio era pequeño y probablemente dentro de unos cinco años lo declararían en ruinas. Los pisos eran mitad de linóleo y la otra mitad moqueta, y las dos eran identidades ilegales. El linóleo estaba desgastado de manera que parecía que fuera a convertirse en una cosa a contra pelo y la moqueta se había puesto tan rígida que estaba más cerca de a dura madera.