Ella se inclinó hacia delante y apretó el interruptor. Abrigándose con sus brazos a su alrededor, escuchó los sonidos roncos que él hacía cuando respiraba.
El tiempo pasó. No dijo ninguna cosa. No se sentó, se rió y se sacó la falsa dentadura. No dijo que era el mejor amigo de Napoleón o Juan el Bautista o Elvis, como un tipo de loco chiflado.
Tampoco voló por el aire e intentó morderla y matarla. Tampoco se convirtió en murciélago.
Oh, vamos. Pensó ella. No podía tomárselo en serio, ¿verdad?
Pero él era diferente. Fundamentalmente diferente a cualquier hombre que hubiera conocido. Que si…
Él gimió suavemente. Por el brillo de la TV, vio como su bota sobresalía del diván.
No tenía sentido que pensara en lo que él era, pero sabía que ahora estaba sufriendo. Y no iba a abandonarlo sobre el suelo en la agonía su había algo que ella pudiera hacer por él.
– ¿Cómo puedo ayudarte? -Dijo ella.
Hubo una pausa. Como si lo hubiese sorprendido.
– ¿Puedes traerme algo de helado? No de frutos secos o de chips si tienes. Y una toalla.
Cuando regresó con un bol, ella pudo escuchar como luchaba por sentarse.
– Déjame que vaya. -Dijo ella.
– Él estaba quieto.- ¿No tienes miedo de mi ahora?
Considerando que él era una ilusión o un vampiro, ella debería estar aterrorizada.
– ¿Una vela sería demasiada luz? -Preguntó ella, no haciendo caso a su pregunta. -Porque no seré capaz de ver allí detrás.
– Probablemente no. Mary, no te haré daño. Te lo prometo.
Ella dejó el helado, encendió una de sus largas velas y la dejó sobre la mesa al lado del diván. Con el brillante parpadeo ella pudo ver su gran cuerpo. Y el brazo todavía sobre sus ojos. Inútiles. No estaba haciendo muecas, pero su boca estaba ligeramente abierta.
Entonces pudo observar las puntas de sus colmillos.
– Sé que no me harás daño. -Murmuró ella, mientras recogía el bol.-Ya has tenido demasiadas posibilidades.
Cubriéndose con la parte trasera del sofá, sacó un poco de helado y lo extendió.
– Aquí. Abre grande. Haagen-Dazs de vainilla.
– No es para comérmelo. La proteína de la leche y el frío ayudaran a las quemaduras a curarse.
No había ningún modo en el que pudiera acceder hasta donde él se había escaldado, entonces retiró el diván hacia atrás y se sentó a su lado. Trabajando el helado para que se convirtiera en una sopa espesa, ella usó los dedos paca colocar un poco sobre la inflamación, sobre las ampollas de su piel. Él se estremeció, mostrando sus colmillos, entonces ella hizo una pausa.
Él no era un vampiro. No podía serlo.
– Sí, de verdad que lo soy. -Murmuró él.
Ella dejó de respirar. -¿Puedes leer las mentes?
– No, pero sé que me estás mirando fijamente y puedo imaginar como me sentiría si estuviera en esta situación. Mira, somos una especie diferente, eso es todo. Nada extraño, solo…diferentes.
Bien, pensó ella, poniendo más helado sobre las quemaduras. Vamos a probar esta cosa entera por el tamaño.
Aquí estaba ella con un vampiro. Un icono del horror. Un icono del horror de 2,10 m. de altura y 125 kg. de peso, con una dentadura como la de un Doberman.
¿Podría ser verdad? ¿Y por qué le creía cuando le decía que no le haría daño? Debería estar fuera de su mente.
Rhage gimió de alivio. -Esto funciona. Gracias a Dios.
Bien, en primer lugar, él estaba demasiado ocupado con sus heridas para ahora mismo ser una verdadera amenaza. Iban a pasar semanas hasta que se repusiera de estas quemaduras.
Ella bañó sus dedos en el tazón y puso más Haagen-Dazs en su brazo. Después de la tercera ronda, ella tuvo que inclinarse hacia abajo para asegurarse que estaba bien. Su piel absorbía el helado como si fuera un bálsamo. Directamente ante sus ojos.
– Esto está mucho mejor. -Dijo él suavemente. -Gracias.
Él retiró el brazo de su frente. La mitad de su cara y de su cuello estaban enrojecidos.
– ¿Quieres que haga esa parte también? -Indicando ella el área quemada.
Sus misteriosos ojos azules se abrieron. La miraba cautelosamente cuando levantó la vista. -Por favor. Si no te importa.
Mientras él la miraba, ella puso sus dedos en el tazón y luego extendió la mano. Sus manos temblaban un poco mientras extendía la cosa primero sobre su mejilla.
Dios, sus pestañas eran espesas. Gruesas y trigueñas. Y su piel era suave, aunque su barba hubiera crecido de la noche a la mañana. Tenía una gran nariz. Recta como una flecha. Y sus labios eran perfectos. Bastante grandes para encajar con el tamaño de su cara. Rosa oscuro. El inferior era más grande.
Se retiró a tomar más y le cubrió la mandíbula. Entonces se movió hacia su cuello, pasando por alto los gruesos cordones de sus músculos desde sus hombros hasta la base del cráneo.
Cuando ella sintió algo que le acariciaba el hombro, echó un vistazo. Sus dedos le estaban acariciando las puntas de su cabello.
Susceptible por la inquietud. Ella se retiró hacia atrás.
Rhage dejó caer su mano, sin sorprenderse por su rechazo.
– Lo siento. -Refunfuñó él, cerrando los ojos.
Sin mirarla, él fue sumamente consciente de sus apacibles dedos cuando movían por su piel. Ella estaba muy cerca de él, lo bastante cerca para que pudiera olerla. Cuando el dolor de su exposición al sol disminuyó, su cuerpo comenzó a quemarse de un modo diferente.
Él abrió los ojos, manteniendo los párpados bajos. Mirándola. Deseándola.
Cuando ella terminó, dejó el tazón y lo observó directamente. -Vamos a asumir que creo que eres un…que eres diferente. ¿Por qué no me mordiste cuando tuviste la ocasión? Creo que estos colmillos no solamente decorativos ¿verdad?
Su cuerpo estaba tenso, como si estuviera preparada para largarse en cualquier momento, pero no cedía ante su miedo. Y lo había ayudado cuando lo necesitó, incluso cuando estaba asustada.
Dios, su coraje era excitante.
– Me alimento de las mujeres de mi propia especie. No de los humanos.
Sus ojos llamearon. -¿Hoy muchos como vosotros?
– Bastantes. No tantos como solía haber. Nos cazan para extinguirnos.
Lo que le recordó que: estaba separado de sus armas por unos 5 metros y un diván. Intentó levantarse, pero la debilidad de su cuerpo hizo que sus movimientos fueran lentos y descoordinados.
Maldito sol, pensó él. Te succiona directamente la vida.
– ¿Qué necesitas? -Le preguntó ella.
Se levantó y desapareció detrás del diván. Escuchó un ruido sordo y luego el sonido de una bolsa siendo arrastrada por el suelo.
– Por Dios, ¿qué hay aquí? -Ella se volvió para mirarlo. Cuando dejó caer las asas, ellas cayeron a los lados.
Él esperaba como el infierno que ella no mirara hacia allí.
– Escucha, Mary…tenemos un problema. – Él forzó a su torso a levantarse del suelo, tonificando sus brazos.
La probabilidad de un ataque de los lessers a la casa era baja. Aunque los asesinos pudieran salir a la luz del sol, ellos trabajaban de noche y necesitaban entrar en trance para reponer su fuerza. La mayor parte del tiempo estaban tranquilos durante el día.
Pero él no había tenido noticias de Wrath. Y la tarde llegaría eventualmente.
Mary apartó la mirada de él, su expresión era una tumba. -¿Necesitas estar bajo tierra? Por que puedo conseguirte un sótano en el viejo granero. La puerta hacia allí es por la cocina, pero yo puedo colgar edredones sobre las persianas…miércoles, hay claraboyas. Tal podríamos cubrirlas con algo. Probablemente estarías más a salvo allí.
Rhage dejó caer su cabeza hacia atrás de manera que veía todo el techo.
Aquí estaba esta mujer humana, que tenía ni la mitad de su peso, que estaba enferma, que acababa de averiguar que tenía un vampiro en su casa- y estaba preocupada por protegerlo.