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Él vaciló. -Bien. Prometo no roncar.

¿Y como no poner la manos sobre ti, tampoco?

Él se puso una camisa negra de manga corta y empujó sus pies en un par de Timberlands. Entonces hizo una pausa, mirando hacia una cabina metálica de suelo a techo que había en la pared del armario.

– Mary, ¿Por qué no vas a fuera? Necesito un minuto, ¿vale?

Ella enrojeció y se dio la vuelta alejándose. -Lo siento, no quería invadir tu intimidad…

Él le cogió la mano. -No es por nada. Es que te podría no gustar lo que puedes ver.

¿Cómo si algo de lo que hubiera allí pudiera sobresaltarla después de lo de hoy?

– Sigue adelante. -Murmuró ella. -Haz…cualquier cosa.

Rhage acarició su muñeca con el pulgar entonces se abrió el gabinete metálico. Él sacó una pistolera negra de cuero de pecho y se lo puso a través de los hombros, asegurándolo bajo sus pectorales. Un amplio cinturón apareció después, como los que llevaban los polis, pero como con la pistolera, no había nada como ello.

Él la miró. Y luego trajo las armas.

Dos largas dagas negras, que envainó sobre su pecho, con los mangos hacia abajo. Una brillante pistola que comprobó estuvieran cargadas con rápidos y seguros movimientos antes de anclarla sobre su cadera. Estrellas de artes marciales y clips de municiones negras que metió en su cinturón. Otro, un pequeño cuchillo él lo ocultó en algún sitio.

Él cogió su abrigo de cuero negro de una percha y lo meció hacia delante, palmeando los bolsillos. Sacó otra pistola del gabinete de armas y lo evaluó rápidamente antes de enterrarlo entre los pliegues del cuero. Puso más estrellas de lanzamiento en los bolsillos del abrigo. Agregó otra daga.

Cuando se puso enfrente de ella, ella retrocedió.

– Mary, no me mires como si fuera un extraño. Soy yo bajo, todo esto.

Ella no separó hasta que estuvo en la cama. -Eres un extraño. -Susurró ella.

Su cara se tensó y su voz fue plana. -Volveré antes del alba.

Él se marchó sin ningún titubeo.

Mary no supo cuanto tiempo estuvo sentada y mirando fijamente la alfombra. Pero cuando levanto la vista fue a coger el teléfono.

Capítulo 24

Bella abrió su horno, echó una miradita a la cena, y se rindió.

Qué lío.

Cogió un par de agarraderas y extrajo el pastel de carne. El pobre se había aplanado por los lados de la cazuela, había ennegrecido en medio y había desarrollado grietas por estar seco. No era comestible, mejor adecuado para proveer a la construcción comercial que para un simple plato. Una docena más de éstos y algún mortero y ella tendría aquella pared que quería alrededor de su terraza.

Cuando cerró la puerta del horno con su cadera, podía haber jurado que la cocina Viking de alta calidad la miraba airadamente. La animosidad era mutua. Cuando su hermano había vuelto a hacer la granja para ella, le había puesto lo mejor de todo, por que esta era la única manera en que Rehvenge hacía las cosas. El hecho de que ella hubiera preferido una cocina pasada de moda y puertas chillonas y el apacible envejecido lugar no había importado. Y Dios la ayudara si hubiese armado alboroto sobre las medidas de seguridad. La única manera que Rehvenge le había permitido mudarse era si la casa era incombustible, antibalas e impenetrable como un museo.

Ah, las alegrías de tener un hermano mandón con una mentalidad cerrada.

Ella recogió la cazuela y se dirigió hacia las ventanas del patio trasero cuando el teléfono sonó.

Cuando ella contestó, esperaba que no fuera Rehvenge. -¿Hola?

Hubo una pausa. -¿Bella?

– ¡Mary! Te llamé antes. Espera un segundo, tengo que alimentar a los mapaches. -Ella colocó el teléfono sobre la mesa, salió disparada hacia el patio, se deshizo de la carga y regresó. Cuando la cazuela estuvo en el fregadero, ella recogió el receptor. -¿Cómo estás?

– Bella, tengo que saber algo. -La voz de la humana era algo tensa.

– Cualquier cosa, Mary. ¿Qué pasa?

– ¿Eres tú…una de ellos?

Bella se hundió en una silla al lado de la mesa de la cocina. – ¿Piensas que soy diferente a ti?

– Uh-huh.

Bella miró su acuario. Todo se veía muy tranquilo allí, ella pensó.

– Sí, Mary. Sí, soy diferente.

Hubo una rápida respiración en la línea. -Oh, gracias a Dios.

– De algún modo, no pensé que saberlo sería un alivio.

– Esto es…yo tengo que hablar con alguien. Estoy muy confundida.

– Confundida sobre…-Espera un minuto. ¿Por qué ellas tenían esta conversación? -¿Mary, cómo sabes de nosotros?

– Rhage me lo dijo. Bien, me lo mostró, también.

– Eso significa que él no lo ha borrado… ¿Lo recuerdas?

– Estoy con él.

– ¿Tú qué?

– Aquí. En la casa. Con un puñado de hombres, vampiros…Dios, esa palabra…-La mujer se aclaró la garganta. -Estoy aquí con aproximadamente otros cinco tipos como él.

Bella se puso la mano sobre la boca. Nadie se quedaba con la Hermandad. Nadie hasta dónde ella sabía. Y esta mujer era una humana.

– Mary, ¿Cómo hizo…como pasó?

Cuando le contó toda la historia, Bella estaba desconcertada.

– ¿Hola? ¿Bella?

– Lo siento, yo… ¿Estás bien?

– Eso creo. Lo estoy ahora, al menos. Escucha, tengo que saber. ¿Por qué nos citastes a los dos? ¿Rhage y yo?

– Te vio y a él…le gustaste. Me prometió que no te haría daño, que fue la única razón por la que acordé arreglar esa cita.

– ¿Cuando me vio él?

– La noche que llevamos a John al centro de entrenamiento. ¿O no recuerdas eso?

– No, no lo recuerdo, pero Rhage me dijo que yo había ido allí. ¿John…es un vampiro?

– Sí, lo es. Su cambio está próximo, que es por lo que me involucré. Él morirá a no ser que una de nuestra raza esté con él cuando llegue la transición. Él necesitará una mujer de la que beber.

– Entonces aquella noche, cuando lo conociste, lo supiste.

– Lo supe. -Bella escogió las palabras con cuidado. Mary, ¿el guerrero te trata bien? ¿Es él…amable contigo?

– Él me cuida. Me protege. No tengo ni idea de por qué, considerándolo.

Bella suspiró, pensando que ella lo sabía. Considerando la fijación del guerrero con la humana, él probablemente se había vinculado con ella.

– Pero volveré a casa pronto. -Dijo la humana. -Sólo un par de días.

Bella no estuvo tan segura sobre eso. Mary estaba adentrándose en su mundo más de lo que ella comprendía.

*******

El olor de los vapores del gas eran repugnantes, pensó O mientras maniobraba el Toro Dingo alrededor en la oscuridad.

– Está bien. Estamos bien para ir. -Llamó U.

O apagó la cosa e inspeccionó el área que había talado del bosque. Profesionalmente, de 12 por 12 metros, esta era la disposición del edificio de persuasión más el espacio para que ellos pudieran trabajar.

U dio un paso hacia el área nivelada y dirigió la reunión de lessers. -Vamos a comenzar a levantar las paredes. Quiero tres lados levantados. Dejad uno abierto. -U hizo señas impacientes con la mano. -Vamos. Moveros.

Los hombres recogieron los marcos hechos de 2,5 metros de largo y dos por cuatro y llevaron las cosas alrededor.

El sonido de un vehículo aproximándose paró a cada uno de ellos, aunque la carencia de focos sugería que era otro lesser. Con su superior visión nocturna, los miembros de la Sociedad eran capaces de bailar alrededor de la oscuridad como si fuera pleno mediodía; quienquiera que hubiera detrás de aquellas ruedas esquivando árboles tenía la misma acuidad.

Cuando el Sr. X salió del mini-camión, O se acercó.

– Sensei. -Dijo O, inclinándose. Sabía que el bastardo apreciaría el gesto y de algún modo cabrearía al tipo solo por no ser tan divertido como solía ser.

– Sr. O, veo como estáis haciendo progresos.