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– Déjeme mostrarle lo que estamos haciendo.

Tuvieron que gritar sobre los golpes de los martillos, pero no había ninguna razón de preocuparse por cualquier ruido. Ellos estaban golpeando en medio de un terreno de treinta hectáreas aproximadamente a treinta minutos de la ciudad de Caldwell. Al oeste de la propiedad había un pantano que servía como una de las zonas de inundación del Río Hudson. La cubierta norte y este era la Big Notch Mountain, un montón de roca pública que los escaladores no apreciaban debido a las guaridas de las serpientes de cascabel y los turistas encontraban todos los alrededores poco atrayentes. El único punto de exposición era el sur, pero los palurdos que vivían en el escampado, desmoronándose sus granjas no tenían tiempo como para ir vagando.

– Esto se ve bien. -Dijo el Sr. X.-Ahora, ¿dónde están poniendo las instalaciones de almacenaje?

– Aquí. -O se mantuvo de pie sobre un trozo de terreno. -Tendremos las provisiones por la mañana. Deberíamos estar listos para recibir visitantes en un día.

– Lo ha hecho bastante bien, hijo.

Maldito fuera, o odiaba la mierda de hijo. De verdad que lo odiaba.

– Gracias, sensei. -Dijo él.

– Ahora camine conmigo hacia mi coche. -Cuando ellos estuvieron a cierta distancia del trabajo, el Sr. X le dijo. -Dígame algo, ¿Tiene mucho contacto con los Betas?

O se aseguró deque su contacto ocular no dudaba. -No realmente.

– ¿Ha visto a alguno de ellos últimamente?

Cristo, ¿a dónde quería llegar el Fore-lesser con esto?

– ¿En ningún momento de la pasada noche?

– No, como le he dicho, no me cuelgo con los Betas. -O frunció el ceño. Sabía que si le exigía una explicación, solo lo miraría defensivamente, pero lo jodería. ¿Qué pasa?

– Aquellos Betas que perdimos en el parque anoche habían mostrado alguna promesa. Yo lamentaría pensar que mataba a su competencia.

– Un hermano…

– Sí, un miembro de la Hermandad los atacó. De acuerdo. Divertido, aunque los hermanos siempre se aseguran de apuñalar a sus matanzas para que los cuerpos se desintegren. Pero anoche, aquellos Betas fueron abandonados para que murieran. Y el daño fue bastante malo por que entonces no pudieron responder a las preguntas cuando fueron encontrados por la escuadrilla de reserva. Por lo que nadie sabe lo que pasó.

– Yo no estaba en el parque y usted lo sabe.

– ¿Yo lo sabía?

– Por todos los santos…

– Cuide su boca. Y cuídese usted. -Los pálidos ojos del Sr. X se estrecharon como rajas. -Sabe a quien llamaré si tengo que tirar su collar corredizo otra vez. Ahora vuelva a trabajar. Le veré a usted y a los otros primarios con las primeras luces para su registro.

– Pensaba que teníamos el correo electrónico. Dijo O con los dientes apretados.

– Será en persona desde ahora en adelante para usted y su equipo.

Cuando el mini-camión se fue, O miró fijamente hacia la noche, escuchando los sonidos de la construcción. Debería estar hirviendo en cólera. En cambio él estaba solo…cansado.

Dios, no tenía ningún entusiasmo por su trabajo. Y él no podía estar trabajando sobre las chorradas del Sr. X. La emoción había se había ido.

******

Mary echó un vistazo al reloj digitaclass="underline" 1:56. Aún faltaban horas y horas para el alba y el sueño era inadmisible. Todo lo que ella imaginó cuando cerró los ojos eran aquellas armas que colgaban del cuerpo de Rhage.

Ella rodó sobre sí misma. La idea de no volverlo a ver era inquietante, rechazó examinar los sentimientos demasiado estrechamente. Sólo los aceptaba, los llevaba mal y esperaba algún alivio.

Dios, deseaba poder volver al momento antes de que se marchara. Lo habría abrazado con fuerza. Y dándole una estirada conferencia sobre la permanencia de la seguridad aun cuando ella no supiera nada sobre la lucha y él lo era, esperanzadoramente, un maestro en ello. Ella sólo quería su seguridad…

De repente se abrió la puerta. Cuando se abrió de golpe, el rubio cabello de Rhage brilló con la luz del pasillo.

Mary salió disparada de la cama, cruzando la habitación en una carrera mortal y se lanzó sobre él.

– Whoa, qué…-Sus brazos la abrazaron y la recogieron, manteniéndola con él cuando atravesó la puerta y la cerró. Cuando la liberó, ella se deslizó por su cuerpo. -¿Estás bien?

Cuando sus pies se posaron sobre el suelo, ella volvió a la realidad.

– ¿Mary?

– Ah, sí…sí, estoy bien. -Dio un paso hacia un lado. Mirando a su alrededor. Ruborizada como un infierno. -Sólo…sí, solo voy a volver a la cama ahora.

– Mantente firme, mujer. -Rhage se quitó la chaqueta, la pistolera del pecho y el cinturón. -Vuelve aquí. Me gusta el modo en que me das la bienvenida a casa.

El abrió sus amplios brazos y ella entró en ellos, abrazándolo con fuerza, sintiendo como respiraba. Su cuerpo estaba muy caliente y olía maravillosamente, como al aire y el sudor limpio.

– No esperaba que estuvieras levantada. -Murmuró él, acariciando arriba y abajo su espalda.

– No podía dormir.

– Te lo dije, aquí estás a salvo, Mary. -Sus dedos encontraron la base de su cuello y lo masajearon con fuerza. -Maldición, estás tensa. ¿Estás segura de que estás bien?

– Estoy bien. De verdad.

Él cesó las fricciones. -¿Alguna vez contestas estás preguntas sinceramente?

– Ya lo he hecho. -Algo.

Su mano volvió a acariciarla. -¿Me prometerás una cosa?

– ¿Qué?

– ¿Me avisarás cuando no te encuentres bien?- Su voz fue provocadora. -Digo, sé que eres fuerte, por lo que no malgastaré mi aliento por ello o cualquier otra cosa. No tendrás que preocuparte de matarme por esto.

Ella se rió. -Te lo prometo.

Él le levantó la barbilla con un dedo, mirándola gravemente. -Voy a obligarte a cumplirlo. – Entonces él la besó en la mejilla. -Escucha, iba a ir a la cocina y a coger algo de comer. ¿Quieres venir conmigo? La casa está tranquila. Lo otros hermanos aún están fuera.

– Sí. Deja que me cambia.

– Sólo ponte una de mis chaquetas de lana. -Él se acercó al aparador y sacó algo suave, negro y del tamaño de una lona. -Me gusta la idea de que lleves mi ropa.

Cuando la ayudó a ponérselo, su risa fue una expresión muy masculina de satisfacción. Y posesividad.

Y maldita fuera si esto no manifestaba satisfacción en su cara.

Cuando terminaron de comer y habían vuelto a su habitación, Rhage tenía problemas de concentración. El zumbido rugía con toda su fuerza, peor que la última vez. Y él estaba totalmente despierto, su cuerpo tan caliente que parecía que su sangre iba a secar en sus venas.

Cuando Mary se acercó a la cama y se instaló, él se dio una rápida ducha y se preguntó si no debería darle una liberación a su erección antes de acostarse. La maldita cosa estaba dura, tiesa y dolía como una perra y el agua que caía sobre su cuerpo le hacía pensar en las manos de Mary sobre su piel. Se cogió a si mismo y recordó como se había sentido los movimientos de su boca y el placer se sus suaves secretos. Él duró, como, menos de un minuto.

Cuando hubo terminado, el vacío orgasmo sólo lo enervó más. Parecía que su cuerpo sabía que el verdadero asunto estaba en el dormitorio y no tenía ninguna intención de desviarse.

Maldiciendo, saliendo y secándose con la toalla, se dirigió hacia el armario. Agradeciendo por lo detallista que era Fritz, él buscó hasta que encontró-gracias-a-Dios un pijama que nunca antes se lo había puesto antes. Se encogió de hombros y luego se puso la bata que hacía juego por añadidura.

Rhage hizo muecas, parecía que llevaba la mitad del maldito armario. Pero este era el punto.

– ¿Está la habitación demasiado caldeada para ti? -Le preguntó mientras encendía una vela y apagó la lámpara.

– Está perfecto.

Personalmente, pensaba que se encontraba en el trópico. Y la temperatura aumentó cuando se acercó a la cama y se sentó sobre el lado opuesto al de ella.