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Z jadeó y tembló, el sudor le caía por los ojos y por la cicatriz de su cara.

– Hazlo.

– Hermano. -Le susurró Z, levantando el azote sobre su hombro.

No lo balanceó para darle ímpetu, probablemente no podía coordinar su brazo de esa manera. Pero era fuerte y el arma cantó mientras viaja por el aire. Las cadenas y colgantes arañaron el estómago de Rhage en un resplandor de agujas.

Las rodillas de Rhage se agotaron e intentó mantenerse con sus brazos, solo para encontrarse con que también rehusaban sostenerlo. Cayó sobre sus rodillas, las palmas aterrizando sobre su propia sangre.

Pero al menos esto había terminado. Tomó largas respiraciones, determinadas ano desvanecerse.

Bruscamente el sonido de un corte limpio se precipitó por el santuario, algo así como metal contra metal. Él no pensó mucho en ello. Estaba demasiado ocupado con su estómago, intentando convencerlo de que vomitar no era un plan nada bueno.

Cuando estuvo listo, avanzó lentamente sobre sus manos y rodillas sobre el altar, inspirando antes de abordar las escaleras. Cuando miró hacia delante, vio como sus hermanos se habían alineado otra vez. Rhage se frotó los ojos, manchándose la cara con su sangre.

Esto no era parte del ritual, pensó él.

Cada uno de los hermanos llevaba una daga negra en su mano derecha. Wrath inició el cántico y los demás elevaron sus voces hasta que fueron fuerte gritos que resonaban en el sanctorum. El aumento gradual no paró hasta que ellos casi gritaron y luego sus voces se cortaron bruscamente.

Como una unidad, atravesaron con sus dagas sus pechos.

El corte de Zsadist era el más profundo.

Capítulo 30

Mary estaba abajo en la habitación del billar, hablando con Fritz sobre la historia de la casa, cunado los oídos del doggen recogieron un sonido del que ella no se había percatado.

– Podría ser que los señores hubieran vuelto.

Ella fue hacia una de las ventanas mientras un par de focos se balanceaban alrededor del patio.

El Escalade se paró, sus puertas se abrieron y los hombres salieron. Con las capuchas de sus trajes bajadas, ella los conocía de la noche en que había llegado a la mansión. El tipo de la perilla y los tatuajes en sus sienes. El hombre de la melena espectacular. El terror que tenía cicatrices y el oficial militar. El único que ella no había visto antes era un hombre con el pelo largo y negro y las gafas de sol.

Dios, sus expresiones eran tristes. Tal vez alguien se había hecho daño.

Ella buscó a Rhage, intentando controlar el pánico.

El grupo se arremolinó y condensó detrás del SUV como si alguien saliera de la casa del guarda y sostuviera la puerta abierta. Mary reconoció al tipo que había entre las jambas como quien había estado jugando al fútbol en el vestíbulo.

Con todos esos grandes cuerpos masculinos colocados en un apretado círculo en la parte posterior del Escalade, que era difícil decir lo que estaban haciendo. Pero parecía que una especie de cosa pesada estaba entre ellos…

La luz mostró una rubia melena.

Rhage. Inconsciente. Y llevaban su cuerpo hacia aquella puerta abierta.

Mary estaba fuera de la mansión antes de comprender que estaba corriendo.

– ¡Rhage!!Parad!!Esperad! – El frío aire se movía rápidamente en sus pulmones. -¡Rhage!

Ante el sonido de su voz, él se movió con fuerza, levantando la mano hacia ella. Los hombres se pararon. Un par de ellos maldijo.

– ¡Rhage! – Ella se paró de golpe, patinando sobre las piedrecitas. -Qué…oh…señor.

Había sangre sobre su cara y sus ojos desenfocados por el dolor.

– Rhage…

Su boca abierta. Moviéndose silenciosamente.

Uno de los hombres dijo.-Mierda, nosotros podríamos dejarlo en su habitación ahora.

– ¡Desde luego que lo dejareis allí! ¿Se ha herido luchando?

Nadie le contestó. Ellos solo cambiaron de dirección y llevaron a Rhage a través del vestíbulo de la mansión, hacia la escalera. Después de que lo dejaron sobre la cama, el tipo de la perilla y los tatuajes en la cara le retiró el pelo hacia atrás a Rhage.

– Hermano, ¿tal vez podemos traerte algo para calmarte en el dolor?

La voz de Rhage era confusa. -Nada. Mejor así. Conoces las reglas. Mary… ¿Dónde esta Mary?

Ella fue hacia la cabecera y tomó su mano floja. Cuando ella presionó sus labios sobre sus nudillos, comprendió que el traje estaba en perfectas condiciones, sin rasgaduras o agujeros. Lo cual significaba que no lo llevaba enciman cuando se había hecho daño. Y alguien se lo había puesto encima.

Con una horrible intuición, ella alcanzó el lazo trenzado de cuero alrededor de su cintura. Lo aflojó, tiró de los bordes y dejó el traje abierto. Desde sus clavículas hasta sus caderas estaba cubierto de vendas blancas. Y la sangre había fluido a través de ellas, brillante, ofensivamente roja.

Con miedo de mirar, pero necesitando saber, con mucho cuidado tocó una esquina y la levantó.

– Dios querido – Ella se tambaleó y uno de los hermanos la sostuvo. -¿Cómo le pasado esto?

Cuando el grupo permaneció tan silencioso, ella empujó a quienquiera que fuera que la sostenía, se distanció y los miró a todos. Ellos estaban inmóviles, mirando fijamente a Rhage…

Y con todo el dolor que él sentía. Dulce Jesús, ellos no podían haber…

El de la barbita la buscó con la mirada.

Lo habían hecho ellos.

– Vosotros hicisteis esto.- Siseó ella.!Vosotros le hicisteis esto!

– Sí. -Dijo el que llevaba las gafas de sol. -Y no es cosa tuya.

– Sois unos bastardos.

Rhage emitió un sonido y luego se aclaró la garganta. -Dejadnos.

– Volveremos para ver como te encuentras, Hollywood. -Dijo el tipo del pelo largo multicolor. -¿Necesitas algo?

– ¿Un injerto de piel? -Rhage sonrió un poco y luego se estremeció cuando se movió sobre la cama.

Mientras los hombres salían por la puerta, ella fulminó con la mirada sus espaldas. Aquellos malditos animales…

– ¿Mary? -Murmuró Rhage. -Mary.

Ella trató de recomponerse. Exaltarse por lo que le habían hecho esos gamberros no iba a ayudar a Rhage ahora mismo.

Ella lo miró, ahogando su furia y le dijo. – ¿Me dejarás que llame al doctor del que me hablaste? ¿Cómo se llamaba?

– No.

Ella quería decirle que perdiera al tipo-resistente-soportando-el dolor-notablemente. Pero sabía que lucharía y argumentárselo era lo último que necesitaba.

– ¿Quieres quedarte con el traje o te lo quito?- Le preguntó ella.

– Fuera. Si puedes soportar mirarme.

– No te preocupes por eso.

Ella le desató el cinturón de cuero y retiró la seda negra, queriendo llorar cuando él rodó hacia un lado y hacia el otro para ayudarla mientras gruñía por el dolor. Cuando terminaron de quitarle el traje, la sangre rezumaba sobre su costado.

Aquel hermoso edredón quedaría arruinado, pensó ella, no dando una mierda.

– Has perdido mucha sangre. -Ella dobló el pesado traje.

– Lo se. -Él cerró los ojos su cabeza hundiéndose sobre la almohada. Su cuerpo desnudo experimentaba una serie de intermitentes espasmos, sus músculos temblaban y los pectorales se movían sobre el colchón.

Ella puso el traje en la bañera y volvió. -¿te limpiaron antes de vendarte las heridas?

– No lo sé.

– Tal vez debería comprobarlo.

– Dame una hora. Para entonces el sangrado habrá parado.- Él suspiró e hizo una mueca. -Mary…ellos tenían que hacerlo.

– ¿Qué? -Ella se inclinó hacia él.

– Ellos tenían que hacer todo esto. Yo no…- Otra respiración fue seguida por un gemido. -No te enfades con ellos.

Que les den por el culo.

– Mary. -Dijo él con fuerza, sus embotados ojos se concentraron en ella. -No les di ninguna opción.

– ¿Qué hiciste?

– Se acabó. Y no debes enfadarte con ellos. -Su mirada se puso borrosa otra vez.