Abrió los ojos. Estaban vidriosos.
– Lo siento, Mary. -Otro espasmo le llegó y él hizo todo lo posible para hablar de ello. -Nunca…pasó…antes. No puedo pararlo. Dios maldito.
Él soltó un sonido gutural, una mezcla de apología y éxtasis.
Ella le sonrió y llevó sus manos hacia su lisa espalda, sintiendo cada grueso músculo sobre sus huesos mientras se introducía en ella otra vez. Estaba saturada entre sus piernas y deliciosamente caliente por todo el calor que emanaba de él. Aquel maravilloso olor de su unión con ella era espeso en el aire, la oscura fragancia la rodeaba.
Él se elevó y se levantó sobre sus brazos, haciendo como si fuera a salirse.
– ¿Ha dónde vas? – Ella colocó sus piernas alrededor de sus caderas.
– Aplastando…te. -Su aliento era otra vez como su siseo.
– Estoy perfectamente bien.
– Oh, Mary…yo…-Él se arqueó otra vez, llevando su pecho hacia delante, tensando su cuello, sus hombros prominentes. Buen Señor, él era magnífico.
Bruscamente él se dobló, su cuerpo totalmente blando sobre el de ella. Su peso muerto era inmenso, más de lo que ella podía soportar y todavía respirar. Por suerte, rodó y la apretó contra él. Su corazón tronaba contra su pecho y ella escuchó mientras empezaba a enlentecerse.
– ¿Te he hecho daño? -Le preguntó él bruscamente.
– No.
Él la besó y se retiró, tambaleándose hacia el cuarto de baño. Volvió con una toalla, con la que con cuidado la alivió entre sus piernas.
– ¿Quieres que comience yo duchándome? -Dijo él. -Tengo, ah, en cierto modo un lío contigo.
– Apenas. Y no, solo quiero estar aquí.
– No puedo explicar por que ha pasado esto. -Él frunció el ceño cuando tiró las sábanas y las cubiertas sobre ambos. -Aunque…bien, tal vez, puede que lo sepa.
– Independientemente de la razón, eres increíble. -Ella presionó sus labios sobre su mandíbula. -Absolutamente increíble.
Se mantuvieron juntos en silencio durante un ratito.
– Escucha, Mary, mi cuerpo ha dado mucho de sí últimamente.
– Estoy segura.
– Voy a necesitar…tener que cuidarme.
Algo en el tono de su voz era apagado, y ella alzó la vista hacia él. Él miraba fijamente al techo.
Un escalofrío la atravesó como un relámpago. -¿Cómo?
– Voy a tener que alimentarme. De una mujer. De mi especie.
– Oh. -Ella pensó en como sus colmillos los había sentido sobre su columna vertebral. Y recordó el temblor de la anticipación cuando él le había hociqueado el cuello. Las sombras de su noche fuera la desgarraban. Ella no podía volver a pasar por esto otra vez. Esperando en su cama, sabiendo que estaba con otra mujer.
Tomó sus manos y se las puso encima. -Mary, tengo que alimentarme ahora entonces podré tener el control. Y quiero que estés conmigo cuando lo haga. Si es demasiado difícil para ti mirar, al menos puedes estar en la misma habitación. No quiero que haya ninguna pregunta en tu mente sobre lo que pasa entre otra mujer y yo.
– ¿Quién te va a…-ella se despejó la garganta-dar de beber?
– He pensado en ello. No quiero que sea con alguien con quien ya he estado.
Entonces hasta a cuantas podría reducirlo, ¿cinco mujeres? ¿Tal vez seis?
Ella negó con la cabeza, sintiéndose como una perra.
– Llamaré a una de las Elegidas.
Dime que son brujas desdentadas, pensó ella. -¿Qué hacen ellas?
– Principalmente sirven a la Scribe Virgin, nuestra deidad, por un tiempo ellas suministraban de sangre a los miembros desparejados de la Hermandad. En los tiempos modernos no se utilizan de esa manera, pero voy a contactar con ellas, a ver si podemos arreglar algo.
– ¿Cuándo?
– Cuanto antes sea posible. Quizás mañana por la noche.
– Me habré ido para entonces. -Como su expresión era oscura, ella no le dio la posibilidad de hablar. -Es el momento de que me vaya.
– Un infierno que lo es.
– Rhage, se realista. ¿Francamente esperas que yo me quede aquí para siempre?
– Esto es lo que quiero. Entonces, sí.
– Se te ha ocurrido que he perdido mi casa, mis cosas, mis…
– Lo traeré todo aquí. Todo.
Ella negó con la cabeza. -Tengo que ir a casa.
– No es seguro.
– Entonces tendremos que hacer que sea seguro. Instalaré una alarma, aprenderé a disparar, no se. Pero tengo que regresar a mi vida.
Él cerró los ojos.
– Rhage, mírame. Mírame. – Ella le apretó la mano. -Tengo cosas que hacer. En mi mundo.
Sus labios estaban apretados en una dura línea. -¿Me dejarás que Vishous te instale el sistema de seguridad?
– Si.
– Y entonces permanecerás unos días aquí conmigo.
Ella suspiró.- ¿Qué si digo que no?
– Entonces vendré.
– No creo…
– Te lo he dicho antes. Deja de pensar.
Sus labios encontraron los suyos, pero antes de que su lengua resbalara dentro y robara su capacidad de ser lógica, ella lo empujó hacia atrás.
– Rhage, sabes que esto no lleva a ninguna parte. Esto…entre nosotros en absoluto. Esto no. Esto no puede ser.
Él se giró sobre su espalda y puso un brazo detrás de su cabeza. Con su mandíbula apretada, se le tensaban los tendones del cuello.
Ella odiaba esto; de verdad que lo hacía. Pero era mejo sacarlo todo. -Aprecio todo lo que has hecho por mí. El sacrificio de mantenerme segura…
– ¿Por qué te trastornaste tanto la noche que salí?
– ¿Perdona?
¿Por qué te preocupaste de que hubiera estado con alguien más? ¿O solo sentiste como algo de sexo áspero y necesitabas ocultarte detrás de alguna razón por ello?- Sus ojos se dirigieron hacia ella. El azul era neón agudo, casi demasiado brillante para mirarlos. -Escucha, la próxima vez que quieras algún estudio duro, todo lo que tienes que hacer es preguntar. Puedo jugara a eso.
Oh, Dios. Esta cólera no es lo que ella había querido. -Rhage…
– Sabes, de verdad que entré en ello. Me gustó esa mierda de dominación que tiraste. Me gustó la parte sádica, también. ¿La degustación de mi sangre en tus labios después de que me mordieras la boca? Un atractivo enorme.
El tono frío de su voz era horrible. Su mirada plana, los ojos brillantes era lo peor.
– Lo siento. -Dijo ella. -Pero…
– De hecho, me estoy poniendo duro ahora mismo, solo de pensarlo. Lo más sorprendente, considerando como pasé los anteriores veinte minutos.
– ¿Qué es lo que crees que el futuro nos depara?
– Nunca lo sabremos. ¿Te quedarás hasta que llegue la noche, verdad? Si solo me necesitas para que te lleve a casa. Entonces déjame ver si puedo templarme otra vez. Lamentaría hacerte perder el tiempo. – Él arrojó las sábanas. -Maldita sea, eres buena. Estoy tan duro como un bate de béisbol.
– ¿Sabes como van a ser los próximos seis meses para mi?
– No y no lo voy a saber ¿verdad? Entonces algo como el sexo. Ya que es todo lo que quieres de mí y por que soy un perdedor patético para tomarte de cualquier modo que pueda conseguirte, adivino que mejor me pongo manos a la obra.
– ¡Rhage! – Gritó ella, intentando llamar su atención.
– ¡Mary! -Se burló él. -Lo siento ¿hablo demasiado? Preferirías que mi boca hiciera algo más ¿verdad? ¿La quieres sobre la tuya? No, en tus pechos. Espera, más abajo. Sí, te gustaría que estuviera más abajo, ¿no es verdad? Y sé como hacértelo bien.
Ella se puso la cabeza entre las manos.- No quiero irme así. Peleando.
– Pero esto no va hacerse más lento, ¿verdad? No, no Mary la super-fuerte. No, tú solo saldrás al mundo…
– ¡Para enfermar, Rhage! Te abandono para ponerme enferma, ¿vale?
– Voy al médico mañana. No hay ninguna gran fiesta esperándome cuando llegue a casa.
Él la miró fijamente. -¿Crees que soy indigno de cuidarte?