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Bien…de acuerdo.

Escuchando a sus instintos, estos le decían que Tohrment era la seguridad e independencia que representaba independientemente de lo que se veía, John llevó a cuestas el equipaje hasta el coche.

– ¿Esto es todo lo que tienes?

John enrojeció y asintió.

– No debes avergonzarte de nada, hijo. -Dijo Tohrment suavemente. -No cuando estés conmigo.

El hombre extendió la mano y tomó la maleta como si no le pesara nada, meciéndola casualmente en el asiento trasero.

Cuando Tohrment fue hacia el lado del conductor, John comprendió que se había olvidado de su bici. Dio un toque sobre el Rover para conseguir la atención del hombre; entonces indicó el edificio y sostuvo su índice.

– ¿Necesitas un minuto?

John asintió y fue disparado hacia su apartamento. Tenía su bici y dejó las llaves sobre el contador, cuando él hizo una pausa y miró a su alrededor. La realidad de alejarse del estudio le hizo reconocer la miseria del lugar. Pero de todos modos, esto había sido durante un tiempo, lo mejor que podía permitirse con lo poco que tenía. Sintiendo un impulso, cogió la pluma de su bolsillo trasero, abriendo uno de los débiles gabinetes y escribió su nombre y la fecha sobre la pared interior.

Entonces condujo su bici por el pasillo, cerró la puerta y moviéndose rápidamente bajó por el hueco de la escalera.

Capítulo 36

– ¿Mary? Mary, despierta. Ella ya está aquí. – Mary sintió que le movía el hombro y cuando abrió los ojos, Rhage apartó la mirada de ella. Él se había puesto una especie de equipo blanco, de manga larga con pantalones holgados.

Ella se incorporó, intentando juntarlo. -¿Tengo un minuto?

– Absolutamente.

Entró en el cuarto de baño y se lavó la cara. Con el agua fría goteándole desde su barbilla, miró fijamente su reflejo. Su amante estaba a punto de beber sangre. Delante de ella.

Y esto no era la parte más extraña. Se sentía inadecuada por que no era ella quien lo alimentara.

No a punto de quedar en aquella barrena mental, recogió una toalla y se secó con un buen frotado. No había tiempo para cambiarse sus vaqueros y su suéter. Y realmente nada más quería llevar, de todos modos.

Cuando salió, Rhage se estaba quitando el reloj.

– ¿Quieres que te lo guarde? -Le preguntó ella, recordando la última vez que le había cuidado el Rolex.

Él caminó y puso el pesado objeto sobre su palma. -Bésame.

Ella se elevó de puntillas mientras él se inclinaba. Sus bocas se encontraron durante un momento.

– Vamos. – Él tomó su mano y la condujo hacia el pasillo. Como se veía confusa, él le dijo. -No quiero hacerlo en nuestro dormitorio. Ese es nuestro espacio.

La llevó al otro lado del balcón, a otro cuarto de huéspedes. Cuando abrió la puerta, entraron juntos dentro.

Mary primero olió a rosas y luego vio a la mujer en la esquina. Su cuerpo lozano estaba cubierto por un vestido blanco envolvente y su cabello rubio rojizo estaba recogido sobre su cabeza. Con el escote pronunciado, el amplio vestido y el recogido, su cuello estaba lo más expuesto posible.

Ella sonrió y se inclinó, hablando aquella lengua desconocida.

– No. -Dijo Rhage. -En inglés. Hablaremos en inglés.

– Desde luego, guerrero. -La voz de la mujer era alta y pura, como la llamada del canto de un pájaro. Sus ojos, verde pálido y encantadores, se retrasaron sobre la cara de Rhage. -Estoy contenta de poder servirte.

Mary se movió, intentando reprimir el impulso de defender su terreno. ¿Servirlo?

– ¿Cómo te llamas, Elegida? -Le preguntó Rhage.

– Soy Layla. -Se volvió a inclinar. Cuando ella volvió a su lugar, sus ojos recorrieron el cuerpo de Rhage.

– Ella es Mary. -Él le puso su brazo alrededor de sus hombros. -Ella es mí…

– Novia. -Dijo Mary bruscamente.

La boca de Rhage se tensó. -Es mi compañera.

– Desde luego, guerrero. -La mujer se volvió a inclinar, esta vez hacia Mary. Cuando levantó la cara, sonrió calurosamente. -Querida, será un placer servirla también.

Bien, bueno, pensó Mary. Entonces saca tu culo flaco de aquí y asegúrate de que su reemplazo sea gorda, fea, muy desdentada.

– ¿Dónde me quiere? -Le preguntó Layla.

Rhage miró alrededor del curto antes de concentrarse en la lujosa cama con dosel. -Allí.

Mary ocultó un estremecimiento. Oh, esta no sería su primera opción.

Layla se acercó, haciendo que el sedoso vestido se arremolinara detrás suyo. Se sentó sobre el edredón de satén, pero cuando puso sus piernas encima, Rhage negó con la cabeza.

– No. Estate sentada.

Layla frunció el ceño pero no discutió. Sonrió cuando él dio un paso hacia delante.

– Vamos. -Dijo él, cogiéndole la mano a Mary.

– Esto es lo suficientemente cerca.

Él la besó y se acercó a la mujer, poniéndose de rodillas delante de ella. Cuando sus manos fueron hacia su vestido como su fuera a quitárselo, Rhage la detuvo.

– Beberé de la muñeca. Dijo él. -Y no deberás tocarme.

La súbita desilusión jugó con los rasgos de Layla, ampliando sus ojos. Esta vez, cuando incline la cabeza, parecía vergüenza, no respeto.- Estoy correctamente limpia para el uso. Puede inspeccionarme, si lo desea.

Mary se puso las manos sobre la boca. Aquella mujer se veía nada más que como un objeto para ser utilizado, era espantoso.

Rhage negó con la cabeza, claramente incómodo con la respuesta, también.

– ¿Desea a alguna otra? -Le preguntó Layla suavemente.

– No quiero nada de eso. -Refunfuñó él.

– ¿Pero por qué llamó a las Elegidas si no tiene intención de servirse a sí mismo?

– No pensé que esto sería tan difícil.

– ¿Difícil? -La voz de Layla se hizo más profunda. -Pido perdón, pero no logro ver qué le ha incomodado.

– No es qué y no me siento ofendido. Mi Mary…es humana y no puedo beber de ella.

– Entonces ella se unirá solo a los placeres de la cama. Sería un honor suministrarle allí.

– Ah, sí, esto no es…ella no está para…ah, nosotros tres no vamos a…- Buen Dios, Rhage se estaba ruborizando. -Mary esta aquí por que no tendré a ninguna otra mujer, pero debo alimentarme, ¿lo entiende? – Rhage maldijo y se levantó. -Esto no va a funcionar. No estoy de acuerdo con esto.

Los ojos de Layla brillaron. – Usted dice que debe alimentarse, pero es incapaz de tomar su vena. Estoy aquí. Estoy dispuesta. Me complacería darle lo que necesita. ¿Por qué se siente incómodo? ¿O tal vez quiere esperar más? ¿Hasta que el hambre lo consuma y lo ponga en peligro a su compañera?

Rhage se pasó la mano por el pelo. Estirándolo. Tirando de él.

Layla cruzó las piernas, el vestido se abrió por un muslo. Era toda una imagen, sentada sobre aquella exuberante cama, tan apropiada e incluso tan increíblemente sexual.

– ¿Se han desvanecido las tradiciones de su mente, guerrero? Se que ha pasado mucho tiempo pero ¿cómo puede sentirse inestable sobre mi asistencia? Este es uno de mis deberes y encuentro un gran honor en ello. -Layla movió la cabeza. – O diré, encontraba. Encontrábamos. Las Elegidas lo hemos hecho durante centurias. Nadie de la Hermandad nos ha llamado, no somos deseadas, sin uso. Cuando usted finalmente extendió la mano, estuvimos muy contentas.

– Lo siento. -Rhage le echó una mirada a Mary. -Pero no puedo…

– Es por ella por lo que más se preocupa ¿verdad? -Murmuró Layla. -Le preocupa lo que pensará si ella lo ve con mi muñeca.

– Ella no está acostumbrada a nuestras costumbres.

La mujer le tendió la mano. -Querida, venga y siéntese conmigo así él podrá mirarla mientras bebe, podrá sentir su toque y olerla, para que sea parte de esto. De otra manera él me rechazará y ¿a dónde los llevará? – Cuando se mantuvo el silencio y Mary se quedó quieta, la mujer le hizo señas con impaciencia. -Seguramente comprende que de otra forma él no beberá. Debe hacer esto por él.