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Suspiró, recostándose en la silla y cerró los ojos, escuchando el tono profundo de la voz de Tohrment y las dulces respuestas de Wellsie.

Parecía un arrullo, pensó él. Sobre todo mientras hablaban en una lengua que no reconocía.

– ¿John? -Dijo Tohrment.

Intentó sentarse, pero estaba tan somnoliento que lo único que podía hacer era mantener abiertos los ojos.

– Te llevaré a tu habitación para que puedas echarte. Iremos al centro en un par de días ¿vale? Date un poco de tiempo para adaptarse.

John asintió, pensando que no se sentiría mucho mejor hasta que tuviera una noche realmente buena de sueño.

De todos modos él llevó su plato al fregadero, aclarándolo y metiéndolo en el lavaplatos. Cuando fue a ayudar a despejar la mesa, Wellsie negó con la cabeza.

– No, yo lo haré. Te vas con Tohr.

John sacó su pluma y su papel. Cuando terminó de escribir, giró las palabras hacia Wellsie.

Ella sonrió. -Eres muy bienvenido. Y sí, te mostraré como hacerlo.

John asintió. Y luego estrechó los ojos.

Wellsie sonreía tan extensamente que le vio alguno de los dientes. Dos frontales eran muy largos.

Ella cerró la boca, como si se corrigiera así misma. -Solo vete a dormir, John y no te preocupes por nada. Habrá mucho tiempo para pensar mañana.

Miró a Tohrment, cuya cara era distante.

Y así es como lo supo. Lo supo sin que se lo dijeran. Siempre había sido consciente de que era diferente, finalmente iba a saber por qué: estas dos encantadoras personas iban a decírselo.

John pensó en sus sueños. De mordiscos y sangre.

Tenía el presentimiento de que no era su imaginación.

Eran sus recuerdos.

Capítulo 37

Mary clavó los ojos en la mano extendida de la Elegida y luego miró a Rhage. Su cara era severa, su cuerpo estaba tenso.

– ¿No va a ayudarlo?- Le preguntó Layla.

Tomando aliento, Mary fue hacia el lugar extendiendo su mano hacia ella.

Layla la tiró hacia abajo y sonrió un poco. -Se que está nerviosa, pero no se preocupe, esto terminará rápidamente. Entonces me iré y tan solo estarán usted y él. Pueden abrazarse el uno al otro y desterrarme de sus pensamientos.

– ¿Cómo puede soportar…ser usada de este modo? -Dijo Mary.

Layla frunció el ceño. -Proporciono lo que es necesario, no soy usada. ¿Y cómo no voy a dar a la Hermandad? Ellos nos protegen para que podamos vivir. Ellos nos dan nuestras hijas para que las tradiciones puedan continuar…o al menos, solían hacerlo. Últimamente nuestros números menguan, porque los hermanos no acuden a nosotras. Tenemos una necesidad desesperada de niños, pero por ley solo podemos reproducirnos con los miembros de la Hermandad. -Ella miró hacia Rhage. -Es por eso que fui seleccionada esta noche. Estoy cerca de mi necesidad y habíamos esperado que me tomara.

– No quería mentirte. -Dijo Rhage suavemente.

– Lo se. De todos modos le serviré.

Mary cerró los ojos, imaginándose la clase de niño le podría dar a Rhage a una mujer. Cuando su mano buscó su estómago plano, ella lo imaginó creciendo, aumentando y pesado. La alegría sería aplastante; estaba bastante segura. Como el dolor de saber que nunca pasaría era enorme.

– Entonces, guerrero ¿qué va a hacer? ¿Tomará lo que estoy contenta de dar? ¿O correrá el riesgo de dañar a su compañera?

Cuando Rhage vaciló, Mary comprendió que la única solución la tenían ante ellos. Tenía que hacerlo.

– Bebe. -Le ordenó ella.

Él buscó sus ojos -¿Mary?

– Quiero que te alimentes. Ahora.

– ¿Estas segura?

– Sí.

Durante un latido el silencio se congeló. Entonces volvió a arrodillarse ante Layla otra vez. Cuando se inclinó hacia adelante, la mujer se levantó la manga y posó su brazo sobre su muslo. Las venas en el interior de su muñeca eran azul claro debajo de la piel blanca.

Rhage buscó la mano de Mary mientras abría su boca. Sus colmillos se alargaron, creciendo tres veces más de lo habitual. Con un leve sonido de siseo, se inclinó y puso su boca sobre Layla. La mujer se tensó y luego se relajó.

El pulgar de Rhage acarició la muñeca de Mary, su mano caliente contra la suya. Ella no podía ver exactamente lo que hacía, pero el sutil movimiento de su cabeza indicaba que chupaba. Cuando apretó su palma, ella le devolvió el gesto débilmente. Toda la experiencia era demasiado extraña y tenía razón: había una espantosa intimidad en ello.

– Acarícielo. -Susurró Layla. -Está a punto de parar y demasiado pronto. No ha tomado suficiente.

Entumecidamente, Mary extendió la mano y la puso sobre su cabeza. -De acuerdo. Estoy bien.

Cuando Rhage hizo el movimiento de echarse hacia atrás, como si supiera que le estaba mintiendo, ella pensó en todo lo que él estaba dispuesto a hacer por ella, todo lo que él había sido capaz de hacer por ella.

Mary sostuvo su cabeza en el lugar, empujándolo hacia abajo. -Tómate tu tiempo. De verdad, todo esta bien.

Cuando ella apretó su mano, sus hombros se suavizaron y se acercó hacia ella, colocando su cuerpo a su alrededor. Ella separó sus piernas para que él pudiera colocarse entre ellas, su pecho descansando sobre su muslo, sobre su empequeñecida espalda. Ella le pasó la mano sobre su rubio pelo, sus gruesas ondas, lisas que se hundían entre sus dedos.

Y de repente, todo dejó de ser tan extraño.

Incluso aunque ella pudiera sentir los tirones de él mientras tomaba de la vena de Layla, el cuerpo de Rhage contra el suyo le era familiar y la caricia sobre su muñeca le decía que pensaba en ella mientras se alimentaba. Ella miró a Layla. La mujer lo miraba, pero la concentración sobre su cara era clínica.

Mary recordó lo que le había dicho sobre el beber: si la mordía, sentiría su placer. Claramente no había nada entre él y la Elegida. Sus cuerpos todavía separados, tranquilos. No con las convulsiones de cualquier clase de pasión.

Los ojos de Layla se elevaron y ella sonrió. -Lo está haciendo bien. Solo otro minuto más o menos.

Cuando acabó. Rhage levantó su cabeza ligeramente y dio vuelta al cuerpo de Mary, que aliviaba la sujeción de sus caderas, poniendo sus brazos alrededor de ella. Él descansó su cara sobre su muslo y aunque ella no podía verle la expresión, sus músculos estaban relajados, incluso respirando profundamente.

Ella echó una mirada a la muñeca de Layla. Había dos pequeños pinchazos y un leve rubor, sólo un pequeño corrito de sangre.

– Él necesitará algo de tiempo para recomponerse. -Dijo Layla cuando ella se lamió y luego se bajó la manga. Se puso de pie.

Mary acarició a Rhage la espalda mientras miraba a la mujer. -Gracias.

– Sea muy bien bienvenida.

– ¿Vendrá otra vez cuando él la necesite?

– ¿Ustedes dos me quieren? ¿Yo, específicamente?

Mary se fortaleció ante la emoción de la mujer. -Sí, yo, ah, pienso que sí.

Layla absolutamente brillaba, sus ojos llenos de felicidad.

– Querida, eso sería un honor. – Ella se inclinó. -Él sabe cómo convocarme. Llámeme en cualquier momento.

La mujer dejó la habitación con paso ligero.

Cuando la puerta se cerró, Mary se inclinó y besó el hombro de Rhage. Él se revolvió. Levantando la cabeza poco a poco. Entonces él se frotó la boca con su palma, como si no quisiera que ella viera ningún resto de sangre sobre él.

Cuando alzó la mirada hacia ella, sus párpados eran bajos, su fija mirada brillante un poco borrosa.

– Hola.- Dijo ella, acariciando su pelo hacia atrás.

Él sonrió con esa sonrisa especial suya, lo que hacía que pareciera un ángel. -Hola.

Ella tocó su labio inferior con su pulgar. -¿Sabía buena? Cuando él vaciló, dijo ella. -Se honesto conmigo.

– Si. Pero preferiría que hubieras sido tú y pensé en ti siempre. Me imaginaba que eras tú.